Insensatez Botánica

Subiríamos alrededor de 10 personas. Tuve la suerte de que no era hora punta. No como a la vuelta, que subirían como 30 personas en cada parada y el hacinamiento en pandemia se hacia efectivo. Era jueves y pasé gran parte del recorrido de la línea 1 de Metrovalencia acompañado de una señora que, ciertamente, parecía estar celebrando Carnaval o Halloween, aunque por las fechas, más probablemente sería lo primero. Era imposible que el oxígeno llegase a sus pulmones: tres pares de guantes y tres mascarillas en la cara. Y así, el viaje de vuelta al centro de la ciudad parecía un cóctel pro-pandémico.

Es cierto que la gran mayoría de los allí presentes éramos jóvenes que no superaríamos los 25 años. Los mismos a los que se nos culpabilizó de la subida de contagios en verano e, incluso, de la tercera ola. Se nos culpabilizaba de provocar brotes de contagios cuando se nos hacinaba en las universidades, los colegios, el transporte público y se nos prohibía ir por la calle con dos amigos.

Y es que vivimos bajo el mandato de un gobierno que dice regirse por la evidencia científica y epidemiológica pero que decretó el cierre perimetral de todo el territorio valenciano y los contagios no dejaron de aumentar desde el 25 de octubre. Se aplicó el toque de queda, restringiendo la movilidad nocturna, y esto tampoco consiguió rebajar los contagios, que siguieron su incremento exponencial.

Medidas inútiles por parte de un gobierno más bien incompetente. Se vanagloriaban del milagro valenciano durante el verano y los últimos meses del año, pero prohibieron la práctica deportiva: ¿el deporte no era salud? ¿Y la salud, vida?

De hecho, más de un mes después, más de uno seguirá sin salir de su sorpresa. Seguirán atónitos tras la aprobación de las medidas más drásticas e injustificadas por parte del gobierno que preside Ximo Puig. El Consell pareció tirar todo lo que habíamos conseguido por la borda. Clausuró los gimnasios cuando sólo 1 de cada 100.000 usuarios ha resultado portar el virus.

No se aumentó la capacidad diagnóstica de nuestra sanidad pública pero sí se cerró la hostelería (¡también las terrazas con las que tanto se les ha llenado la boca a los respectivos gobernantes!) a cal y canto. Se criminalizó a un sector, que supone casi el 9% de la población activa en la Comunitat Valenciana. Más de 170.000 personas que terminaron, una tras otra, acogidas a un ERTE y, esperemos que no, alimentando las colas del paro.

Tras afirmar el President que más del 60% de los contagios se producía en el ámbito social, familiar o privado, ¿Qué tiene que ver la hostelería o el comercio con todo ello? En lugar de aumentar la frecuencia del transporte público valenciano, mejor mandemos a miles de jóvenes a hacinarse en él para llegar a un aula universitaria en que se juntan más de dos cientos para afrontar unos exámenes que podrían haberse realizado de forma telemática.

Así, mientras miles de personas ven justificadas las medidas (¡qué fácil es poder ganarse el pan desde el sofá de casa o vivir del pan de otro!) y abogan por un autoconfinamiento, reduciendo al mínimo su gasto en restauración u hostelería y en comercio, ¿han pensado en las consecuencias para aquellos que necesitan hasta el último céntimo para poder pagar nóminas? ¿Han pensado en que se enfrentan al cobro de decenas de impuestos, cotizaciones y tasas durante la última semana del mes de enero y el mes de febrero? Los sentó en una mesa de negociación, ante la amenaza de manifestaciones, para no atender ninguna de sus reivindicaciones basadas en torno a un simple eje: poder volver a trabajar.

Instalaron 3 hospitales de campaña que terminaron saliendo por los aires y ahora nos venden la idea de vacunar a 400.000 personas a la semana. Señor Puig, no ha cumplido nada desde marzo de 2020. ¿Pretende que le creamos ahora?.

Vicente Montoro. Politólogo

Miembro de NN.GG. del PPCV