Días de Radio

A veces cierro los ojos y recuerdo voces y sonidos de otro tiempo. No es nostalgia del pasado, no, no lo es. Es la presencia en mi memoria de las horas, muchas, que a lo largo de mi vida he pasado pegado al receptor en días y días de radio.

La radio marcó los minutos de mi vida desde siempre. Recuerdo aquel “Radio Hora” al que me enganché para no dormirme cuando, de madrugada me tenía que incorporar a mis guardias, o salir pitando para la Facultad, y el tiempo valía su peso en oro, minuto a minuto. Recuerdo el teatro hablado y la Compañía de Actores de Radio Nacional de España, que me abrieron en la mente las puertas del amor por la cultura y, recuerdo acabar los días pegado a la radio para escuchar los informativos de la noche, como un resumen del día que terminaba y por el que, absorbido en mis cosas, yo había pasado desconectado de la realidad con el único contacto de la radio con el exterior de mi mundo.

Tal vez en esto fui un oyente precoz. Quizá un niño solitario que enganchó su imaginación a los mundos creados en las ondas por aquellas maravillosas voces de la radio, de RNE, de cuando era pequeño. Tal vez por esto mi futuro estaba escrito desde el día en que me reglaron mi primer transistor, ese artilugio a pilas del que ya pocos nos acordamos, pero que a muchos nos dio la vida en la oportunidad de vivir muchas vidas sonoras.

La radio es un medio de comunicación único y vivo, dinámico y autosuficiente, inalterable al paso del tiempo y a las nuevas tecnologías, que pervive en sí mismo gracias a su autosuficiencia y a nuestra necesidad de compañía. Y gracias a su gran virtud de poder acompañarnos mientras hacemos cualquier otra cosa, como prueba de que los seres humanos sabemos hacer dos cosas a la vez y como prueba de que, por mucho que nos lo neguemos a nosotros mismos, necesitamos compañía.

La radio forma, informa y entretiene, me decía uno de mis más queridos maestros en esta profesión. Y, sin duda, tenía razón. Así las cosas, un día, en realidad fue una noche, tomé la decisión de cambiar de vida y encaminar mi destino profesional hacia la radio y hacia el periodismo. Fue, es, un amor eterno al que en parte traicioné por la tele. Pero no se crean… en realidad esto de la tele, permítanme la licencia poética, es hacer radio en colores.

Amo la radio. Todos tenemos un pasado y yo nunca renunciaré al mío. Pasé por los micrófonos de Radio Juventud y de la extinta Radiocadena Española, que siempre estará en mi recuerdo. Luego me incorporé a la redacción de Radio Nacional de España, que siempre está en mi corazón y en mis oídos, con su calidad y su excelencia, de la mano de algunos de los mejores profesionales de la radio en española. Ya sé que arrimo un poco mi ascua radiofónica a mi sardina laboral, pero en realidad da igual cual sea la elección de cada cual. Lo importante es que escuchamos la radio. Y mucho. Y es que sigue siendo el medio más utilizado por todo el mundo.

Esta semana, con motivo del Día Mundial de la Radio, mi memoria se puso a hervir de recuerdos y de amores, de siestas en vela, de inolvidables noches de transistores, de sonidos evocadores y de voces, muchas ya en el cielo de las ondas al que siempre van los mejores.

La radio, es un mundo apasionante del que soñé formar parte de pequeño y al que no renuncio a volver alguna vez. Que me lo dio todo y que me lo da cada día, cada mañana y cada noche, en mis soledades y en mis compañías, para no olvidar jamás que nuestra vida, de una u otra manera, es una sucesión de días de radio.

Ferrán Garrido, escritor, comunicador, poeta
Ferrán Garrido, escritor, comunicador, poeta