200 años del espantoso asesinato de los quitenses de Pasto, por su fidelidad al Rey de las Españas y de las Indias.

«La Navidad Negra del 24 de diciembre de 1822»

En la actualidad, muchos hispanos, están redescubriendo lo que realmente sucedió en el siglo XIX, puesto que las guerras de independencia, (de secesión) han sido enseñadas como propaganda y no como lo que es, historia y las implicaciones en la política-economía y por extensión a las humanidades y las ciencias en general.

En este marco propagandístico, se ha puesto de manifiesto aires de una libertad ansiada por estados actuales, que en su momento no eran existentes. Varios fueron los pueblos creados por súbditos castellanos, extremeños, andaluces, vascos, manchegos, gallegos, portugueses, santanderinos, asturianos, flamencos que crearon otras formas de ser español, incluso mezclándose con la población local dando paso al mestizaje, y la creación de nuevas formas de denominación, como lo castizo, lo zambo, lo mulato, morisco, etc. Esta nueva manera de ser español en América, o también conocida como Las Indias, era crear un sentido de pertenencia telúrica única entorno al derecho castellano y a la figura del Rey.

Así muchos pueblos crearon, a través del derecho castellano, con su base de las siete partidas de Alfonso X el sabio, sus propias leyes y fueros (costumbres), todo esto en el ayuntamiento de gentes, o también conocido como cabildo, la verdadera república hispana. Así transcurrían los años, las décadas y los siglos, con paz y con protestas, en muchos casos, estas protestas o desmanes fueron provocadas para desestabilizar a los reinos ultramarinos y minar su espíritu, su lealtad y fidelidad a su religión y a su Rey.

El caos napoleónico…

Hasta mi 1807, los pueblos hispanos de América, vivían en relativa paz, puesto que durante varios siglos fueron atacados en sus costas, principalmente por la corona británica, que anhelaba estos territorios para sus fines, colonialistas de extractivismo y en muchos casos, de genocidios a la población local, como más después se dará en Chile, en Perú con la fiebre el caucho y en otras partes donde fueron los virreinatos españoles y actualmente se crearon de la nada, las actuales repúblicas.

Para 1808, en el expansionismo francés napoleónico por Europa era imparable, y llegó a la península hispánica, esto produjo caos en las provincias de Ultramar. El Rey Fernando VII, fue secuestrado y en el trono de las Españas fue puesto el hermano de Napoleón, José Bonaparte, esto provocó en los reinos españoles americanos su más y absoluto rechazo, en respuesta crearon juntas a favor del Rey Fernando VII, también llamado el deseado.

  • Así transcurrían los años entre 1808 a 1814, pues el Rey regresa al trono y encontró a sus súbditos en francas guerras civiles, sobre todo en América.

En esos años no solo se desarrollaron juntas, sino guerras entre ciudades, no entre estados que no existían, sí, como se señala, es entre ciudades, ahí tenemos los ejemplos de: La patria Boba donde se enfrentaron los bandos centralistas y federalistas en 1810, irónica y tristemente el español americano nacido en Caracas, Simón Bolívar, ganaría mucha experiencia militar en sus luchas fratricidas; en Quito se dio la batalla de Mocha donde la media hermana de Manuela Sáenz, Doña Josefa Sáenz del Campo venció a los separatistas, además la batalla del Panecillo en 1812, donde el banco realistas venció en nombre del Rey Fernando VII

  • Ese mismo año se desarrollará una constitución de corte  liberal, la Constitución de Cádiz.

Hay que aclarar, cuando se introduce el término liberal, en la Monarquía Hispánica, implosiona y se fragmenta en los próximos 20 años, que afectará a todos los pueblos hispanos hasta en la actualidad.

Es necesario matizar este caos, principalmente en lo que fue la Capitanía General de Venezuela creada por su majestad Carlos III de Borbón, también sostuvieron esta premisa ¡Viva Fernando VII y muera Napoleón y sus franceses!  Y es aquí donde se dará las más feroces y sangrientas batallas. Entre 1812 y 1813, se darán los decretos a muerte a los españoles y canarios; acá querrá implantar el modelo haitiano que había decretado a la muerte de los franceses en la isla, es decir exterminarlos.

Esto fue propuesto a Miranda, el padre del separatismo Hispano Americano, pero este no desea aplicarlo, y se rinde Domingo de Monteverde, pero el bando separatista tomará fuerza con otro personaje Antonio Nicolás Briceño «paradójico», Briceño llega a Cartagena de Indias y forma un comando de voluntarios el 16 de enero de 1813 cuyo objetivo es: «destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles europeos, en que van inclusos los isleños de Canarias...Ni uno solo debe quedar vivo»

Simón Bolívar se suma el 20 de marzo de ese mismo año al Convenio de Cartagena y publicará el 15 de junio de 1813, el decreto a muerte a todos los peninsulares y canarios, por el simple hecho de ser peninsular y canario, a esto se lo conoce como el Decreto de Guerra a Muerte  en Trujillo; al parecer se olvidó que su familia, Bolívar, son de origen viscaino, y que en el éuscaro significa «molino», con ese decreto masacraron a cientos de origen vasco, extremeños, castellanos, canarios que habían creado una forma de español en América.

Los efectos pos napoleónicos…

Las provincias españolas de América, sufrieron grandes alteraciones, que poco o nada se han comprendido, puesto que comenzaron a crean constituciones liberales, militaristas de corte nacionalista que con el tiempo llevaron a la fragmentación de estos territorios. Una de esas repúblicas, será la colombiana o Colombia, término que tanto daño ha hecho a los vascos que llegaron tanto a lo que ahora es Venezuela y la Nueva Granada. Este término fue utilizado por el guayaquileño José de Antepara, que estado en Londres edita el periódico el colombiano en 1810, el cual traerá nefastas consecuencias a los quiteños y quitenses.

El 19 de febrero de 1819 a 1821, en el contexto de la guerra de sucesión y sedición, se creará la república de Colombia, con el congreso de Angostura. Uno de los artículos de aquella constitución que fue creada, anexan a lo que fue la Real Audiencia de Quito, La República de Colombia quedó organizada en tres Departamentos: Cundinamarca, Quito y Venezuela, con sus respectivas capitales las ciudades de Bogotá, Quito y Caracas. Vale aclarar que la Nueva Granada fue renombrada Cundinamarca y su capital, Santa Fe, renombrada Bogotá.

Los quiteños y quitenses, sobre todo los Pastos no deseaban plegarse al proyecto bolivariano, por los antecedentes que eran bien conocidos, de trúhanes, asesinos y saqueadores, hacedores de leyes que ni ellos lo cumplían.

Pasto, fiel a su Rey

  • ¡Malditos! ¡Demonios! ¡Infames! ¡Malvados! ¡Infelices! ¡Desgraciados! 

El historiador Isidoro Medina, al escribir su obra, Bolívar Genocida o Genio Militar, detalla, el porqué de la fidelidad de los quitenses de Pasto hacia su Rey, el Rey de las Españas y de las Indias, «Nosotros hemos vivido satisfechos y contentos con nuestras leyes, gobiernos, usos y costumbres…». Así se expresa el pueblo de Pasto el 4 de abril de 1814, para los pastusos su élite era impensable cambiar de estilo de vida por cuanto los días transcurrían en una especie de monotonía feliz.

Las mujeres no tenían más afanes que los que impone una buena conciencia ciudadana y los afanes religiosos; los hombres en su parcela se suponía producían lo necesario para su sustento, el de su familia y el grupo social en general.

  • Los quitenses de Pasto, tenían muy claro el panorama, y así lo expresaban en 1809, «Veréis echarse sobre las temporalidades de los regulares y venderles sus fundos, reduciéndolos a intolerable mendicidad

Últimamente: veréis recargar los tributos con nuevas imposiciones que constituyan sus vasallos en desdichada esclavitud…» Entonces, ¿Qué tan mal estaban ellos al seguir fiel al Rey y a lo que implicaba? Al parecer los Pastos llevaban razón al darse cuenta que, al salir de la monarquía, no iba a venir un momento de esplendor, de libertad o de justicia, al contrario, el pillaje, la corrupción desmedida, lo cual ha estado acompañando a estas repúblicas estos 200 años.

Pasto y su gente se convirtió, durante gran parte de la campaña Libertadora, en un tremendo dolor de cabeza para el Libertador Simón Bolívar. Fueron ocho años de sangrientos enfrentamientos, en los que nosotros podemos decir que Simón Bolívar demostró su estado bipolar al buscar en todo momento castigar de la manera más dura y salvaje a la ciudad y sus moradores, que en gran mayoría siempre insistieron en permanecer fieles a la corona española y, ante todo, a sus propios fueros.

¿Desconfiaban los Pastos de la República? Pues esta fue su respuesta: «Aquesta es la felicidad pomposa á la patria que nos proponen. Nos alhagan con palabras vacías de objeto, y luego se verán en la necesidad de arrojar el rayo tempestuoso sobre los miserables que han tenido la inconsideración de someterse a su dorado veneno…» Y conviene seguir con una pregunta, ¿Estaban mal los pastusos al leer su realidad como lo hacían?

Espantoso genocidio en Pasto

El tremendo odio que Simón Bolívar sentía contra la ciudad de Pasto y sus moradores, por el apoyo a España, se desencadenó en la navidad de 1822, cuando las tropas patriotas, al mando de Antonio José de Sucre, se tomaron la ciudad y protagonizaron uno de los más horripilantes episodios de la guerra de la Independencia.

Fue una verdadera orgía de muerte y violencia desatada, en la que hombres, mujeres y niños fueron exterminados, en medio de los más incalificables abusos. Este hecho manchó sin duda alguna, la reputación de Sucre, quien de manera inexplicable permitió que la soldadesca se desbordara, sin ninguna clase de control.

Horas de horror

Trasladémonos en las líneas siguientes al 24 de diciembre de 1822. Sí, es la celebración de la Navidad, pero el pánico reina en Pasto. Ya se tienen noticias del avance del ejército patriota, al mando de Sucre. Se trata de unas tropas en las que vienen nada menos que los batallones Rifles, Bogotá y Vargas, integrados por militares de una gran veteranía, curtidos en toda clase de combates. Como si esto fuera poco, los acompañan los escuadrones de Cazadores Montados, Guías y Dragones de la Guardia, reforzados también con soldados de la vecina Quito.

El día anterior, se ha sabido que ese ejército ya ha atravesado el paso del Guáitara, muy mal defendido por las milicias improvisadas que allí quedaron, por lo que el 24 se espera su llegada en cualquier momento. La mayoría de los hombres, informados de la gran superioridad de los enemigos que se acercan y no adictos a la causa realista que suscitaran entonces el oficial español Remigio Boves, Agualongo y otros pocos, prefieren huir a las montañas. Numerosas mujeres y niños buscan refugio en las iglesias. Creen que los enemigos tendrán respeto de esos recintos sagrados, pero se darán cuenta, demasiado tarde, de su terrible equivocación.

A pocos minutos de las tres de la tarde, se escucha un grito de espanto:

  • ¡Ya están aquí, ya están aquí!

Es cierto. Las tropas patriotas han llegado a la ciudad y luego de su extenso recorrido, aparecen en el atrio de la iglesia de Santiago, frente al antiguo camino de Caracha. El día es triste y frío y el imponente volcán Galeras se encuentra nublado, como no queriendo ser testigo de las iniquidades que en cuestión de minutos van a dar comienzo.

Prácticamente no hay resistencia en las barricadas defensivas que se han levantado. El jefe de Pasto, Estanislao Merchancano y su segundo, el comandante, Agustín Agualongo, han huido a las montañas, al darse cuenta que se encuentran en inferioridad de condiciones y que, por lo tanto, en caso de dar batalla seguramente serán hechos prisioneros o muertos.

Santiago, el primer derrotado

Entonces, en esos momentos de intenso pánico, a alguien se le ocurre decir:

¡Saquemos a Santiago para que nos defienda!

Al parecer no queda otra alternativa. Sólo un milagro puede salvar en esos aterradores momentos a Pasto y los aterrorizados moradores se lo piden al apóstol Santiago.

Entonces, su imagen es colocada en medio de quienes tratan de rechazar el brutal ataque. Es una imagen increíble: por un lado los patriotas en violenta arremetida, por el otro, unos pocos hombres, con los rostros demudados por el miedo, cuya única arma es una imagen de yeso. Los minutos que siguen demuestran que los milagros no son cosa de todos los días. Santiago no sirve absolutamente para nada.

Es más un estorbo, que cae al suelo en medio del fragor del combate, mientras, poco a poco, los atacantes van minando la poca resistencia para apoderarse definitivamente de la ciudad que tantos dolores de cabeza le ha causado al proceso de emancipación de la Nueva Granada.

Dice, a manera de curiosidad, el ilustre historiador Alberto Montezuma Hurtado en su obra “Nariño Tierra y Espíritu”, que no es explicable cómo en aquellas horas aciagas, los pastusos no se hubieran acordado de su patrona, la Virgen de las Mercedes, quien seguramente habría desempeñado un mejor papel en la defensa de la ciudad, como ya lo ha demostrado en otras situaciones en la que Pasto ha estado expuesta a toda clase de peligros.

¡Pesadilla!

Los episodios que siguen a continuación son infernales.

A pocos metros de la iglesia de Santiago, uno de los soldados le arrebató su hijo de brazos a una desesperada madre. Enloquecida trata de recuperarlo y como una fiera enfurecida se lanza contra el hombre. Pero, otro de los soldados, la degüella de un certero sablazo y su cabeza rueda por la pendiente, con la boca abierta en un grito silencioso. Acto seguido, el soldado que le había quitado el niño, en medio de una carcajada de demente, lanza al infante hacia arriba y lo ensarta en su bayoneta, mientras que la soldadesca lo aplaude. Toda la ciudad de Pasto parece un solo grito de dolor. A sangre y fuego se somete a la población; templos, capillas y conventos cayeron enpoder de los atacantes, a excepción del de las Conceptas, que se levantaba donde hoy es la Gobernación de Nariño.

Un homicidio espantoso

En la catedral de ese año de 1822, hoy iglesia de San Juan, las tropas al mando de Sucre y enviadas por el Libertador Simón Bolívar perpetran un asesinato espantoso, cuya víctima es el sacristán que pasaba de los 80 años de edad.

En efecto, las tropas republicanas, lo agarran y lo obligan a colocar su cabeza en la pila bautismal. El pobre anciano no puede hacer nada para defenderse de la brutal agresión. Es entonces, cuando uno de los oficiales patriotas Apolinar Morillo posterior asesino confeso de Sucre-, le descarga una mole de adobe. La escena no puede ser más dantesca. La sangre salta por doquier y mancha las paredes de la iglesia.

Mientras se perpetra este asesinato incalificable, la soldadesca que ha entrado al templo en sus caballos, enlaza las sagradas imágenes de las vírgenes y de los santos, que acto seguido son despojadas de sus ornamentos y sus riquezas terrenales, en una orgía de muerte, destrucción y pillaje, en medio de los alaridos de las mujeres que están siendo violadas y pasadas a cuchillo y de los gritos de los hombres, que también son degollados. Pero la navidad negra, apenas está comenzando.

¡Tome usted a mi hija!

Al darse cuenta de la nula resistencia, los soldados republicanos, convertidos en verdaderos animales, empezaron a ingresar con brutal violencia a las casas, para robar, matar y violar sin pudor alguno a todas las mujeres, aunque estas fueran niñas o ancianas. Los gritos y alaridos de las infortunadas se escuchaban por doquier. Fue entonces, cuando en medio de esa orgía de sexo desenfrenado, muchas madres en su desesperación decidieron sacar a sus hijas a la calle, para entregársela a algún soldado blanco, antes de que un negro la violara.

  • ¡Señor, por favor, tome usted a mi hija!

Fue una exclamación que se escuchó muchas veces en ese caos en el que se convirtió la ciudad. Las violaciones fueron múltiples y de acuerdo con las crónicas de la época, todas las mujeres que fueron sorprendidas en Pasto ese 24 de diciembre de 1822, fueron víctimas de vejámenes sexuales, de los cuales no se salvaron las monjas en los conventos.

De los robos y abusos cometidos, es de rescatar la opinión del general José María Obando, quien no vacila en criticar los incalificables excesos y responsabiliza de los mismos al general Sucre:

“No se sabe cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano (?) e ilustrado como el general Sucre la medida altamente impolítica y sobremanera cruel de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada; las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas.

Hubo madre que en su despecho salióse a la calle llevando a su hija de la mano para entregarla a un soldado blanco antes de que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiados fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir tantos actos de inmoralidad…”

Increíbles bacanales

Realmente, como lo dice el general José María Obando, nunca se sabrá qué pasaba por la mente de Antonio José de Sucre, al permitir tantos desmanes, que él perfectamente pudo evitar. Córdova mismo, alarmado por este gravísimo error político e histórico, le pidió que cesara la matanza y, ante su fuerte insistencia, ordenó Sucre, al tercer día del genocidio, que este Coronel, con el cuerpo que comandaba, desarmara a los enloquecidos y borrachos soldados, en particular a los del “Rifles”, compuesto por venezolanos y mercenarios ingleses.

  • Pasto fue, pues, durante tres días el epicentro de hechos horribles y abusos inimaginables contra su población.

En cercanías a la hoy Plaza de Nariño, soldados en avanzado estado de embriaguez seguían abusando sexualmente de las mujeres, sin importar que esto fuera en plena calle.

Lo más horrible de todo es que, muchas veces, satisfechos de su bellaquería, los infames soldados, procedían a degollar a las indefensas mujeres. Respecto a los muertos, en las calles se amontonaron por lo menos quinientos cadáveres de hombres, mujeres y niños, la mayoría con el cuello cortado.

Al cabo de pocos días y a pesar de la frialdad del clima, la pestilencia fue insoportable, ya que nadie se atrevía a sepultar los cadáveres por el riesgo de convertirse en uno de ellos, en una ciudad en donde la soldadesca hacía lo que le daba la gana. Tanto así que ni siquiera los templos de Santiago, San Juan, San Andrés, Taminanguito y San Sebastián, sirvieron de protección a quienes se refugiaron en ellos convirtiéndose en escenario de crímenes horrorosos, que parecieran ser cometidos por brutales dementes.

Destrucción cultural

Aparte de la terrible matanza y los escabrosos hechos que rodearon el vil ataque a Pasto por parte de las tropas republicanas, la ciudad sufrió a su vez un irreparable daño cultural y económico, como lo dice José Rafael Sañudo:

“Se entregaron los republicanos a un saqueo por tres días, y asesinatos de indefensos, robos y otros desmanes hasta el extremo de destruir, como bárbaros al fin, los archivos públicos y los libros parroquiales, cegando así tan importantes fuentes históricas. La matanza de hombres, mujeres y niños se hizo aunque se acogían a las iglesias y las calles quedaron cubiertas con los cadáveres de los habitantes, de modo que “el tiempo de los Rifles”, es frase que ha quedado en Pasto para significar una cruenta catástrofe”

Tesoros escondidos

De esa nefasta navidad de 1822, han quedado para la posteridad muchas historias, que hoy, 187 años después, obviamente no han perdido vigencia en Pasto. Por ejemplo, es una realidad que, al darse cuenta de la llegada del ejército patriota, fueron muchos quienes, de manera desesperada, escondieron sus pertenencias de valor en patios y paredes, con la esperanza de volver algún día por ellas.

Al respecto, son informaciones conocidas que numerosos entierros han sido descubiertos en viejas viviendas o en patios y, por lo que se sabe, una gran cantidad de tesoros todavía esperan ser descubiertos en la hoy capital de Nariño. Por mi parte, estoy plenamente convencido de esto puesto que en Pasto, en la época de los acontecimientos que estamos relatando, había personas que poseían grandes fortunas, especialmente en monedas de oro.

  • Ese diciembre no hubo celebración de navidad, ni villancicos, a consecuencia de la más espantosa tragedia que haya afrontado la ciudad de Pasto en su historia.

Finalmente, como epílogo de los trágicos acontecimientos de esa navidad de 1822, hay que decir que, por culpa de lo sucedido en esa fecha, la guerra de Independencia se prolongó por dos años más con todas sus trágicas consecuencias en lo humano y en lo económico.

Producto, de acuerdo con todos los antecedentes descritos, de una mente bipolar, como la del Libertador Simón Bolívar, quien encontró en su paisano Antonio José de Sucre un inesperado cómplice para que se perpetrara la matanza y abusos contra la población pastusa. Además, los documentos quemados fueron la causa para que se perdiera la memoria de la región, la cual ardió en las hogueras de la violencia y la barbarie.

Finalmente, es necesario volverse a pregunta, ¿Fue errado por parte de los quitenses de Pasto su fidelidad al Rey? ¿Acaso la lealtad y el honor son valores caducos en la república? Son preguntas que apremian en este día del 24 de diciembre.

Honor a Pasto y a su fidelidad a su Rey

¡Por Dios! ¡y Por el Rey!

Por Alejandro Armijos-Ramón