ME TORRA EL IMPERIALISMO DE TORRA

Les doy mi palabra que ayer, por unos instantes, ante una página en blanco y el teclado de mi ordenador, me sentí como el último mohicano. Hasta saqué el arco y las flechas.

Las ansias desatadas de las incontinencias independentistas del soberanismo peripatético de Quim Torra empezaban a salpicar de estiércol a la Comunidad Valenciana y estuve a punto de poner el grito en el cielo.

No lo hice, bueno lo hice, pero no a gritos, que sólo los ignorantes gritan cuando quieren defender una causa.

Para no ponerme a la altura de la algarada callejera independentista, ni al nivel de los tahúres de salón de los despachos que manejan sus hilos, hice lo que sé hacer mal que bien.

Llenar la página de letras y darle al teclado. Y guardar el arco y las flechas, como corresponde a un ciudadano civilizado.

Hoy se que, afortunadamente no estoy solo en esto. No me quedé solo y el respaldo a mis protestas llegó desde las alturas, desde el despacho del  President de la Generalitat que estuvo a la altura de las circunstancias para pararle los pies al vecino del norte.

Digo vecino, que no homólogo, porque nada ni nadie es homologable al señor Torra y yo, esa comparación no se la haría jamás, por respeto, a Ximo Puig.

Tras el intento de exportación de independentismo del presidente Torra, con la escenificación de esa pantomima a la que han puesto nombre de mala novela histórica de serie B, “La declaración de la Lonja del Mar”, muchos ciudadanos, en el ejercicio de nuestra libertad, nos sentimos agredidos por la injerencia en nuestras señas de identidad propias y en la esencia de nuestros propios sentimientos nacionales.

A estas alturas ya sabrán que Torra, el que nos llamó bestias a todos los españoles, al margen de otras lindezas, y al que Puigdemont colocó al frente del gobierno Catalán antes de huir de la acción de la justicia, Torra, digo, ha decidido exportar su furor independentista a otras Comunidades Autónomas con la pobre complicidad de partidos minoritarios que han perdido el culo para estampar su firma y salir en la foto con el personaje del momento, para meter en el follón al País Vasco, Baleares, Galicia y la Comunidad Valenciana en una ensoñación “panindependentista”, que ya me contarán cómo se come eso.

Pues bien, esa ensoñación delirante llega perfumada en los aromas de ese tufillo totalitario que acompaña al independentismo supremacista y no es producto de una casualidad. Ni de coña.

La penosa declaración forma parte de una estrategia para hacer crecer el relato de la pseudohistoria del procés, el relato inventado de un conflicto destilado en los vapores del licor de la promesa de una república y una independencia ficticias que están arrastrando Cataluña hacia el abismo.

Y, miren por dónde, a muchos no nos apetece que a los valencianos nos arrastren en esa caída hacia el fondo de una sima sin fondo.

Tanto es así, que dos partidos nacionalistas, haciendo gala de sentido común, Compromís y el PNV, no han suscrito la declaración de marras. Y es que una cosa es ser nacionalista y, otra bien distinta, independentista, y hacer de comparsa del tal Torra.

Más allá de estas valoraciones, aquí ya no se está hablando de la independencia de Cataluña. Hablamos de un imperialismo impulsado por Torra, basado en su independentismo nacionalista de corte excluyente y totalitario, pero disfrazado de reivindicación identitaria para la que busca cómplices fuera de los límites de Cataluña.

Es patético, pero es un pulso a nuestro orden jurídico, a nuestro orden constitucional y a nuestro marco nacional como país integrado en la Unión Europea como democracia parlamentaria.

El único objetivo es su ensoñación imperial de una nación catalana común a otros territorios y de la que yo, por si acaso, como valenciano y español ya me voy declarando independiente siguiendo sus propias enseñanzas.

En fin, señor Torra, lo de querer cargarse el Estado Español ya es una aventura disparatada. Lo de intentar externalizar el conflicto por toda España es marketing barato. Lo de arrastrar a media Cataluña a todo esto es lamentable, pero lo de querer, una vez más, pringarnos a los valencianos en los purines de su cloaca, va a ser que no.

Déjenme que vuelva a citar al President Ximo Puig: “Sr. Torra, usted no tiene derecho a hablar de la Comunitat Valenciana. No la incluya en sus ansias soberanistas”.

Y yo añado que, en eso, Torra nos va a tener siempre enfrente y en contra, en defensa de nuestra propia libertad como pueblo y de la democracia española.

Ferran Garrido
Ferran Garrido

 

Artículo colaboración de Ferrán Garrido, periodista, escritor, poeta.