Un tabú que cada vez es menos

Enrique Arias Vega: Un tabú que cada vez es menos

Hace bien poco los suicidios se encubrían de todas las maneras posibles en los medios de comunicación. La idea, no exenta de razón, es que podían provocar un efecto imitación en aquéllos con problemas de personalidad y desesperados de la vida. Aun hoy día, muchos hoteles tienen ventanales que no se pueden abrir, para evitar tentaciones de ese tipo.

Lo cierto es que cada vez se suicidan más personas en nuestro país. Y las estadísticas dicen una cosa muy precisa: el 40 por ciento de los suicidas tiene más de 60 años. Ahora que empieza a hablarse del suicidio juvenil y de cómo prevenir esta lacra conviene no olvidar que si hay un colectivo al que afecta más que a ningún otro es al de las personas mayores.

Se debe al envejecimiento de la población, es cierto, pero también a la falta de expectativas de ese colectivo social. Y no hay que esperar a que la maquinaria humana no de más de sí. En ese supuesto existe una ley de eutanasia, llena de todo tipo de restricciones y cautelas para evitar efectos no deseados. Nos referimos a ese agobio vital de no saber qué hacer ya en la vida y en aburrirse en el transcurso de los días.

El efecto del aumento de la población mayor viene a ser el de la soledad, el no tener con quién compartir las experiencias de la vida, el no saber qué hacer con todo el tiempo que se tiene por delante.

Por eso los mayores necesitan una atención especial que no se reduce a los problemas físicos, sino a mantenerles con un tipo de actividad mental, a establecer rutinas gratificantes en su vida y a pensar que ésta aún vale la pena. Si no lo conseguimos, habremos hecho que el suicidio haya pasado de ser un tabú a convertirse un una triste actividad de la vida.

A Contracorriente
Enrique Arias Vega