Luisa C. Perosán: Responsabilizarte y culparte

Luisa C. Perosán: Responsabilizarte y culparte

Responsabilizarte y culparte de todo es un método infalible para despistar al personal. Todo es culpa tuya. Quizá no estudiaste bastante, no aprendiste inglés, no haces deporte o te sobran algunas lorzas porque te gusta comer.

Mientras separamos basura, contentos con nuestra contribución a la conservación del medioambiente, en países como Bangladesh se vierten toneladas de residuos sin control en los ríos. Mientras te hacen la vida imposible porque necesitas un coche, en China las ciudades parecen árboles de Navidad. Mientras te asustan y te dicen que las centrales nucleares son bombas, los políticos se colocan en las energéticas que compran gas. Mientras te imponen el respeto por culturas y costumbres ajenas, a ti te prohíben hacer hogueras en San Juan, te racionan los petardos en Fallas, te ponen reinas en vez de Reyes Magos, te llaman casposo por ser clavario, o te tratan de paleto porque te gusta correr delante de una vaquilla. Si te pones enfermo, será también culpa tuya. Porque fumas o has fumado, porque después de ocho o más horas de intenso currele en vez de ir al gimnasio, te pones a ver la tele, porque comes demasiados carbohidratos o muy pocos, bla, bla, bla. He llegado a ver personas muy sorprendidas al ser diagnosticadas con una enfermedad grave, preguntando ¿cómo es posible? Si yo no fumo, no bebo, hago deporte y no estoy gordo… La respuesta es algo más complicada que el encogimiento de hombros del médico. Llevar una vida sana está muy bien (para quien la quiera) pero la realidad es que no te vacuna. Si llevar una vida crapulosa te da puntos, llevar una vida monacal no inmuniza.

Tenemos tan interiorizada la responsabilidad por todo, y asumimos la culpa de una forma tan ovina y acrítica, que prácticamente se puede hacer con nosotros lo que se quiera. De no ser así, por ejemplo, el confinamiento durante la pandemia no habría sido posible. Un confinamiento que aumentó hasta ser un encierro ilegal, y derivó en medidas, muchas veces, absurdas. Tan asumida estaba la obediencia, que muchos vecinos hicieron de policías amateur para controlar al prójimo. Somos ganado autorregulado, una maravilla. De no ser así, nunca se hubieran atrevido a pactar y vender España por siete miserables votos. Pero años y años de hacernos tragar los ha envalentonado y creen que nada puede detenerlos. Con todo el cuajo te dicen que lo que hay lo has elegido en las urnas.

Mientras nos culpemos a nosotros mismos, los que sean culpables pasarán desapercibidos y asumiremos sus barrabasadas sin chistar. El ejemplo más claro que se me ocurre es el de un ladrón que roba en una casa, pero la victima asume el robo porque no disponía de dinero para una alarma. O, con un ejemplo algo más sangrante, a ver si así algunas personas lo entienden: te violaron por ir sola y llevar minifalda. La víctima no puede ser culpable. Tampoco puede ser culpable un ciudadano de un país europeo de las políticas de ningún país, ni siquiera del suyo. No puedes ser el único culpable de tu situación, muchas veces te viene dada por otras muchas circunstancias. Con estos mimbres, no es de extrañar que la tasa de suicidios sea algo más que preocupante. Somos responsables de nuestros actos, eso es evidente, pero no somos responsables de los actos ajenos. Yo no puedo asumir las medidas necesarias para salvar especies en peligro de extinción, yo vivo en un barrio de Valencia, no estoy cazando lagartos en el Amazonas. Que yo separe basura es tan irrelevante como absurdo a nivel global. A mí me importa mi vida y el entorno en el que se desarrolla. Y sobre todo me preocupa cómo y quién lo gestiona. Me preocupa que haga bien su trabajo. Greta no me convencerá jamás de que pegar mis manos con Super Glue en Las Meninas de Velázquez va a solucionar algo. Greta y su evangelio no me van a proporcionar un trabajo, ni una vivienda.

La técnica de despistarte con asuntos que escapan a tu control y hacerte partícipe de ellos para que obvies tus problemas reales, está muy extendida y el político lo sabe muy bien. Preocupado y posicionado en el conflicto entre Israel y Palestina, discutes y twitteas, mientras, una oleada de inmigrantes llega sin control a las Canarias y son rebotados a la península, donde se reparten en municipios y ciudades, muy lejos de las zonas donde viven los políticos, intelectuales vip, y demás gente importante. Inmigrantes que seguramente no hablan tu idioma y que lo tienen chungo para buscarse la vida. Personas que van a dar problemas con bastante seguridad. Pero ya está hecho, los tienes okupando un piso en tu edificio, sentados en el parque de tu barrio sin saber qué hacer. Pero no puedes quejarte, eso es racismo, sólo puedes tragar, porque los pobrecitos están aquí buscando una vida mejor (aquí es en tu barrio, no en La Moncloa). No puedes decir nada porque alguien te explicará que su penosa situación, de algún modo, es culpa tuya. Pero lo cierto es que yo no he colonizado a nadie, no hago negocios oscuros en sus países, yo no los perjudico en absoluto.

Afortunadamente, en los últimos días hemos despertado. Los cánticos y los gritos indignados en las protestas frente a las sedes del PSOE incluyen cada vez m otros problemas reales. El detonante ha sido la amnistía, es verdad, pero existen muchos problemas y parece ser que hemos dejado de hacer la vista gorda.