Luisa C. Perosán: Mil multas

Luisa C. Perosán: Mil multas

Absolutamente todos los cambios habidos en las calles y municipios de Valencia están hechos para que no se tenga más remedio que cometer alguna infracción. Las trampas son muy variadas, desde reducir los aparcamientos de forma drástica a crear embudos con multitud de carriles bici, carriles bus y jardineras, zonas peatonales absurdas y líneas pintadas de muchos colores.

Ya puestos podrían haber tapiado las entradas a los edificios que hay frente a un carril bus, o multarte de forma preventiva como en Minority Report.

Eso sí, “sus zonas” de aparcamiento las de muchos funcionarios, están claramente reservadas. Porque tú debes renunciar al coche, pero ellos no piensan hacerlo. Porque tú bienestar es absolutamente innecesario una vez alcanzan el sillón. Porque todos son muy protestones en la oposición, pero cuando se apoltronan, es cuando dejan claras sus intenciones, y estás muchas veces es no hacer nada de lo prometido, y caer de forma sistemática en los mismos errores que criticaban desde la oposición.

Es indignante que carteristas, ladrones, okupas y demás calaña entren y salgan de los juzgados sin pena ni gloria, pero que si tú, paras el coche frente a un carril bus seas castigado con un buen pellizco del sueldo. A la pregunta que muchos se hacen ¿dónde estaba la policía? En muchos casos la respuesta sería “poniéndote multas a ti”.

El programa electoral de cualquier partido es literatura fantástica.

Cualquier partido en el poder tiene “dos faenas”, y son, recaudar y colocar a los allegados. Cuanto más recaude, más allegados agradecidos pueden colocar. Eso es más viejo que un zigurat.

Las cosas funcionan muchas veces porque a pesar de todo, existen funcionarios que trabajan (aunque no todos) y se contratan empresas competentes. Funcionan las cosas básicas, lo que no se puede dejar de lado. El resto pasa desapercibido entre la marea de noticias y comentarios sobre el ajedrez político, para entretenimiento del vulgo que lo comenta con pasión, como si fuera un partido de fútbol.

De ese modo, mientras fantaseas con el resultado de unas elecciones y los pactos entre partidos, colocan millones de contenedores de basura con tapas de color, te estrechan las calles, te llenan la ciudad de vagos y maleantes, tu barrio se convierte en un gueto, y el edificio donde compraste tu vivienda se convierte en una favela.

La polarización es tremendamente efectiva.

Mientras zurdos y diestros discuten, a ambos les van arrebatando sistemáticamente sus derechos. Mientras unos y otros están entretenidos, nadie pide cuentas a los responsables.  Si criticas una medida de un partido de izquierdas eres un facha, si lo haces con uno de derechas eres un zurdo perroflauta. Mientras, los que te colocan el capote delante, para que entres como un toro de lidia, se dedican unos y otros, a hacer exactamente lo mismo.

El peso de la ley solo recae en aquellos que tienen algo que perder y que el estado puede confiscar.

Los que no tienen nada legal, pueden hacer lo que les de la gana, como mucho, se pasarían un tiempecito en la cárcel con tres comidas diarias biblioteca y sin pegar golpe. Pero a ti te pueden freír a multas, te pueden expoliar, pueden degradar el valor de tu vivienda convirtiendo tu barrio en una pocilga, pueden ponerte en interminables listas de espera, pueden volverte loco con el papeleo para cualquier cosa. En el momento en que tienes una nómina o una propiedad te conviertes en objetivo recaudatorio. Ya no les basta con llevarse en impuestos (directos o indirectos) más del 40% de tu sueldo. Lo quieren todo a cambio de nada.

Multas, leyes, normas, todo para ir amedrentándote, para arrinconarte y para que cada vez renuncies a más cosas por no tener problemas.

Se ha declarado la guerra al coche particular y no van a parar hasta que nos vean a todos en patinete o bicicleta. No van a parar hasta estabularnos como a pollos en una granja avícola. La calidad de vida desciende rápidamente, pero nosotros estamos cazando moscas con canciones de Eurovisión, con pantomimas políticas o indignados por las aberraciones de “lobis” con menos poder del que aparentan. Deberíamos mirar más a nuestro alrededor y menos a las pantallas. Preocuparnos antes de lo que ocurre en nuestro día a día y exigir que se cumplan las promesas.

Pasarse ocho años criticando a Grezzi y después hacer lo mismo o no hacer nada , debería ser causa de dimisión inmediata.