Luisa C. Perosán: «La política en España es un timo»

La política en España es un timo. Votamos, pero solo a quien se turna en el poder. Las pocas alternativas surgidas en los últimos años han sido, un timo aun peor. Izquierda o derecha son consignas vacías de contenido y de sentido práctico. Solo responden a ideales caducos en ambos casos, y a tonterías.

No importa quien habite la Moncloa, no tiene más autoridad que la de poder echarle mano al dinero público.

Por si la maquinaria del gobierno nacional no fuera suficientemente elefantiásica, tenemos además diecisiete sucursales, todas ellas “rellenas” de gente que solo está ahí por dinero. Unos se conforman con sus abultados e injustificados sueldos, otros, los que llegan con “hambre atrasada” directamente se lanzan al charco de la corrupción y los demás, se meten en política para velar por intereses que saben que les beneficiarán a la larga, a ellos y a sus familias. Toda esta chusma forma una especie de élite que odia profundamente al pobre y a la clase media, y que en el mejor de los casos solo la ve como ganado. Dicho esto, que no es poco, explicaré por qué he llegado a esta triste conclusión.

Desde hace cuarenta años, hemos sido testigos impasibles de cómo la industria de España se desmontaba sistemáticamente, y de cómo mediante embustes las empresas públicas acababan en manos privadas por cuatro cuartos.

De cómo los nacionalismos enriquecían a unas cuantas familias, de cómo, según convenía en cada momento, era aceptable pactar con estos partidos secesionistas, o eran el demonio en persona. Hemos visto cómo la educación a caído hasta la sima mas profunda, y literalmente hay gente en la universidad que no sabe que la luna es un satélite. La cacareada “mejor sanidad del mundo” es un trampantojo. Eso se vio con mucha claridad durante la “pandemia”. Hemos sido testigos impasibles y muchas veces cómplices por omisión, de las mentiras comprobadas. Cada nueva ley de educación es más aberrante que la anterior.

Quieren prohibir fumar, incluso flota la idea de no atender enfermedades causadas por el tabaco, pero solo con lo recaudado como impuesto directo, que pagan todos los fumadores, se podría cubrir perfectamente el presupuesto total para la sanidad y aun sobraría. Las supuestas ayudas que recibieron muchos trabajadores por cuenta ajena y autónomos durante la pandemia han salido a “devolver” en muchísimos casos, ya que, o se concedieron al tun tún, o sencillamente lo que adelantaron las mutuas nunca fue reintegrado por el gobierno.

Ahora, nos colocan un ministro de transportes que va muy bien para distraer.

Arrogante, feo (dicho por él) y con poca diplomacia, perfecto para colarnos el pago de carreteras y autovías (más que pagadas) con un claro culpable. Pero lo cierto es que eso está programado desde hace años y el señor Puente no es más que una “diana”. Este es el claro ejemplo de cómo se hace política y se gestiona. Vienen las órdenes de personajes que nadie conoce ni a votado, y estos peleles dan la cara porque saben que tiene premio.

Son muy necesarios para atraer el enfado que provocan estas injusticias, y por eso, de un tiempo a esta parte, cada vez son más impresentables.

Cobrar por usar las carreteras que ya hemos pagado no es solo recaudatorio, es disuasorio. Como ya he dicho, para esta gentuza que nos odia, somos en el mejor de los casos “ganado” del que recaudar, y en el peor de los casos, gente molesta que debe quedarse en sus favelas de 15 minutos, y no estropearles el paisaje con nuestra presencia. De ahí también a prohibir los vuelos baratos ¿Dónde se ha visto que u currante pueda visitar Mónaco? ¡qué despropósito! ¿Cómo van a consentir que el hijo inteligente de un obrero pueda hacerles sombra a sus vástagos? ¡Jamás! Si hace falta, la próxima ley de educación no enseñará ni a leer ni a escribir (que no lo descarto, con la excusa de la IA). ¿Sanidad pública? Sanidad pagada por unos y usada por todos, de ahí que el servicio sea cada vez más deficiente, que un oncólogo tenga veinte pacientes en una mañana, y que sea más difícil encontrar un quirófano que un unicornio.

Lo que se persigue es volver a la división clara entre élite y el resto. Se pretende retroceder al siglo XIX.

Para ello se ataca a la clase media y al estado de bienestar sin piedad. El precio de la vivienda, bien fundamental de toda persona, se dispara de forma absurda, la tenencia de un vehículo se castiga de forma sistemática reduciendo la movilidad, y el trabajo es cada vez más precario, escaso y mal pagado. Las posibilidades de ascender socialmente (por ejemplo, mediante una carrera universitaria) están solo en el imaginario colectivo y fuera de la realidad, para eso las universidades públicas se han vuelto guarderías para adultos y centros de adoctrinamiento político.

Han abierto las costuras de nuestro mundo y ya no hay forma de retroceder.

Como golpe de gracia, están llenando España de gente que acude al plato gratuito, y que cuando se acabe, tampoco dará mucho la lata, porque están más preocupados en rezar que en otra cosa, y su vida se reduce en muchos casos a eso, comer procrear y dormir. Les importará un pito que se acabe el chollo, porque o bien no echarán de menos lo que saben que no es suyo, o bien están tan acostumbrados a los sátrapas, que, en esta nueva élite, solo verán caras nuevas.