Leonor

Josep Carles Laínez: «LEONOR»

El 31 de octubre de 2023, en la jura de la Constitución española por la princesa Leonor, ha habido estética, pero poca ética; ha habido símbolo, no genealogía completa; ha habido solemnidad, si bien nulo compromiso. Un príncipe o una princesa de belleza física no llevan al platónico ascenso hacia la divinidad; sí a un sentirse más a gusto en el entorno. Las cosas, en este mundo de imágenes, te entran por los ojos.

Y no sólo ha habido estética por este aspecto, en parte desdeñable; también por la misma puesta en escena: la apertura de la puerta de los Leones bajo baldaquino; la reestructuración del Hemiciclo; los tapices llevados a propósito para decorar exteriores e interiores; el ritualismo de un acto que se repite por segunda vez en España…

Potenciemos la estética: en un país de postrimerías, el gesto, el detalle que destaque, es lo único que nos resta. Recordemos al elitista Juan Gil-Albert, quien, en la Valencia republicana, se confeccionó un mono de obrero…, mas en seda.

Por otro lado, Leonor llega con su juventud desbordante en una familia azotada por escándalos económicos y de la carne, cubiertos no con doseles, sino con pegotes y silencios: su tía paterna, el ahora exmarido de la misma, su abuelo expatriado… Pongamos estética en el intento de ver en Leonor a una nueva Sissi: no nos queda otra.

La monarquía simboliza la continuidad histórica de España a través de aquellas personas agraciadas por un pedigrí de nobleza, así como la unidad de la misma si nos retrotraemos al matrimonio del infravalorado Fernando de Aragón, monarca europeísta, con Isabel de Castilla. Sin embargo, no perdamos la vía de la estética, por cuanto por vez primera, en generaciones y generaciones por la rama femenina y la masculina, el fasto de los grandes nombres se ha truncado.

Será prueba de este tiempo en el que todo ha de caer bajo las garras de lo igualitario, hasta la monarquía, que no ha sabido, ni en Inglaterra, ni en Mónaco, ni en Suecia, ni aquí, mantenerse en la tensión del sacrificio.

Retatarabuelos de Leonor por parte de abuela paterna son Jorge I de Grecia y la princesa Olga de Rusia. ¿Cuántos españoles conocemos los nombres de nuestros retatarabuelos? Y eso por no ir más allá… Esta continuidad se ha roto. Y si ni los reyes, príncipes o princesas han querido emparejarse con otros de su misma sangre, ¿en qué situación dejan a sus súbditos? La sangre azul, que de pequeño siempre me la imaginé azul marino, se ha convertido en azul celeste (si aún fuera azul mahón…).

Por último, ha habido solemnidad, aunque no compromiso, en el sentido en que el presidente del Gobierno en funciones lo va a ser de iure y de facto gracias a sus pactos con formaciones políticas que no quieren monarquía alguna, sino repúblicas, y fuera de una hipotética española.

La España unida que hoy Felipe VI encarna (rey de Valencia, entre otros títulos) se ve confrontada a la realidad del Congreso. Su estar por encima de todo le hace estar paradójicamente al margen de todo. Triste papel en el que sólo parecen contar con él para la foto y el presupuesto.

Sus ventajas tendrá, desde luego, ya que autorizar la formación de Gobierno a quien no tiene reparo en pactar con quien desea eliminarlo es admitir una dolorosa irrelevancia. ¡Ojalá al rey aún se le considerara una suerte de padre! En cuanto a Pedro Sánchez, como Pere Aragonés, Íñigo Urkullo o los ministros de Podemos, por coherencia no debería haber asistido a la jura de la princesa. Sin embargo, es inútil pedir coherencia a quien carece de escrúpulos y dignidad.

En cualquier caso, Leonor cumple 18 años y es heredera al trono de España. No me hago una idea de qué significa tal cosa para ella. Tener asegurada una vida de lujo y concesiones no es poco, pero de eso no tiene la culpa. Así que felicidades, alteza. Me gustaría ver en usted, en estos tiempos que corren, no a una princesa moderna, sino a una amazona plantando cara. El tiempo lo dirá.