Josep Carles Laínez ¿Cederá VOX?

Josep Carles Laínez ¿Cederá VOX?

Cuando Enrique VIII decidió romper con la Iglesia de Roma, no lo hizo porque le hubiera fascinado Lutero, ni por ganas de calarse mitra y aferrarse a un báculo, sino porque deseaba romper su vínculo matrimonial con Catalina de Aragón, y el Papa no lo permitía. Sin embargo, no eran cánones o dogmas lo que se cuestionaba, sino algo más mundano: si en Inglaterra, al rey de Inglaterra, le decía alguien qué hacer, ¿no mandaría esa persona más que el propio monarca? Y la respuesta afirmativa a esta pregunta llevó a la creación del anglicanismo: en Inglaterra, sobre todas las cosas (también la Iglesia), mandaba Enrique VIII.

Venidos al siglo XXI, ese mismo dilema, pues no es otro, se le plantea a un partido emergente: ¿Reculará Vox ante la línea roja del PP con respecto a no contar con Carlos Flores en el futuro gobierno autonómico? O dicho en romance llano: ¿cederá Vox ante el chantaje del PP?

Si Vox admite la línea roja, y retrocede, habrá perdido, dando una mala señal a afiliados y simpatizantes, pues demostrará que otras siglas y otros políticos mandan, en sus filas y en sus electores, más que ellos, al decidir quién ha de representar a los miles de valencianos que les han votado. El problema es que hoy, compungidos, se rasgan las vestiduras por un error pagado hace décadas, pero ¿quién dice que mañana no se les ocurra que la línea roja está en haber colaborado en una revista o en haber estado afiliado en la adolescencia a no sé qué grupo? Quizá Vox quiera dar a los centrorreformistas la última palabra sobre a quién ponen o quitan, pero entonces la conclusión caería por su peso: para que decida el PP, votemos directamente al PP. ¿Recordamos qué le pasó a Unión Valenciana con la continua cesión a los populares?

Vox tiene otra posibilidad, claro, y es no moverse de aquellos valores por los que cientos de miles de personas les han votado en España: demostrar que el orgullo, el honor y la dignidad no están en venta, y menos en mercadeos electorales. Tal elección marcaría una distancia abismal entre ellos y el resto, y mostraría, como el título de aquel libro de Santiago Abascal con Kiko Méndez-Monasterio, que “hay un camino a la derecha”. Esa esperanza albergan sus votantes.

Por el contrario, si humillan y traicionan, o fuerzan una dimisión de palmaditas en la espalda, ¿con qué labios pronunciarán esas palabras que parecen haber sido los primeros en pronunciar: patria, tradición, tierra, historia, vida…? Porque quizá se les habrán caído de la boca como fruta agusanada.

Josep Carles Laínez