Las sonrisas de Ximo Puig

– Hay una frase de William Shakespeare que tiene una total virtualidad 400 años después: “Hay puñales en las sonrisas de los hombres, cuanto más cercanos son más sangrientos”.

Así se pueden definir las sonrisas desplegadas por Ximo Puig junto a Zapatero y la ministra Diana Morant el pasado viernes en su mitin para apoyar la amnistía y la entrega de 15.000 millones a los golpistas de ERC.

Durante los 8 años que Puig ha sido presidente de la Generalitat se ha puesto siempre de perfil ante la infrafinanciación de la Comunitat.

Nunca ha exigido que se perdonara la deuda Valenciana. Nunca ha reivindicado con la fuerza de los votos de los socialistas valencianos unos presupuestos valencianizados y nunca ha exigido una agenda valenciana de progreso.

Ahora se dedica a sonreír y aplaudir de forma servil que se entreguen las infraestructuras ferroviarias y cercanías a la Generalitat de Cataluña, que se le perdone la deuda de forma que, como ha dicho Junqueras, se meta en el bolsillo  2.000 € a cada catalán, que se expulse a la policía de la comisaría de Vía Laietana.

La sonrisa de Puig, encaminada a intentar ser ministro de un futuro e hipotético gobierno de Sánchez, es una puñalada a los valencianos

Porque supone que los votos de los diputados y senadores valencianos no van a defender los intereses de los ciudadanos que les votaron, sino que se entregan para defender los intereses de los partidos catalanes, encabezados por Pere Aragonés, que han tenido la soberbia supremacista de decir en el Senado que hablaba en nombre de los países catalanes y que exige la entrega de esos 15.000 millones de euros que se retraen del fondo común de los valencianos.

Puig sabe perfectamente que, como ha afirmado el economista Daniel Lacalle, no existe concepto de “quita” de deuda económica, ya que toda la deuda que se perdona se transfiere al resto de las comunidades autónomas, y ese dinero, más los 1300 millones adicionales en concepto de intereses que se perdona a la Generalitat de Cataluña se absorben por el resto de comunidades. Por eso lo justo es un nuevo acuerdo de financiación convocando al Consejo de Política Fiscal y Financiera.

Pero claro, Puig prefiere sonreír a reivindicar.

Prefiere hacerse el sumiso ante el gurú socialista en que se ha convertido Zapatero, por si le dice al oído del césar Sánchez que le nombre ministro, todo por un interés personal.

Por eso, la puñalada clavada en el costado de los valencianos es más sangrienta si cabe, porque él conoce la realidad, sabe que la agenda catalana que apoya será a costa de los intereses valencianos, que nuestro puerto será sacrificado, que nuestras conexiones ferroviarias serán controladas por nuestros competidores, sin que el Estado pueda actuar sobre ellas porque ya no serán de todos, como afirmaba hace unos meses la ministra socialista de transportes Raquel Sánchez en el Senado , que se negaba al traspaso de la red ferroviaria de cercanías por ser ilegal e ir contra el interés público.

Sonríe mientras los valencianos contemplamos el festín de la investidura de Sánchez.

Puig sonríe mientras se cae el edificio constitucional, mientras unos delincuentes condenados y otros en fase de investigación extorsionan al Estado.

Sonríe cuando sabe que a los valencianos solo nos caerán migajas del banquete de bodas entre su amado líder, Puigdemont, Junqueras, Otegi y Ortuzar, sin que ningún político valenciano socialista y de Compromís puedan sentar a la mesa la agenda valenciana.

Las sonrisas serviles sirven en un momento dado para complacer al césar, pero también se pueden helar cuando se den de bruces con la realidad, y como decía el verdadero césar histórico, Julio César, “Amo la traición pero odio al traidor”, y realmente esa frase podría ser dicha muy pronto por el mismísimo Pedro Sánchez.