Las Comisiones Parlamentarias

Enrique Arias Vega: Las comisiones parlamentarias

Se suele decir que un camello es un perro dibujado por un comité. Es una manera de señalar las aberraciones en que pueden caer los órganos colectivos y su distorsión de la realidad. Algo parecido cabría decir de las comisiones parlamentarias de transparencia, que en vez de buscar la verdad pretenden culpar a los que de antemano están destinados a ello.

Eso es en lo que ahora mismo están empeñadas sendas comisiones parlamentarias de la Cámara de Diputados y del Senado, que llevan convocados a un montón de comparecientes, se supone que testigos todos ellos de las corrupciones con el tráfico de mascarillas durante la Covid y otras perversiones anejas. Pues bien, tan amplia nómina  de convocados hará que duren semanas las sesiones de los órganos colegiados y que se crucen con las elecciones del País Vasco, Cataluña y Europa.

Lo peor del caso, digo, es que ambas comisiones no buscan esclarecer los hechos sino echar la ignominia de lo sucedido a personas de distinto signo político del suyo. Por eso, esas comisiones son absolutamente prescindibles cuando no negativas. Para argumentar su necesidad se dice que aunque el caso se haya llevado a los tribunales de justicia, quedan siempre responsabilidades políticas que depurar, que es lo mismo que poner a parir al contrario.

Así que uno no es partidario de dichos tribunales políticos, ya que para exigir esa responsabilidad están las sesiones de reprobación parlamentarias, aunque su realidad las muestre siempre como algo retórico, puesto que hay ministros reprobados varias veces y ahí siguen tan ricamente.

O sea, que dejémonos de tanto paripé y que los tribunales cumplan su misión sin injerencias ni inútiles brindis al sol.

A Contracorriente
Enrique Arias Vega