Herido seguiré amando

Hoy es Jueves Santo y aunque el dicho diga que es “Uno de los tres Jueves que reluce más que el sol”, con sentimiento y dolor, uno que es de Toledo, os dice que hoy pese a todo, el sol luce de una manera diferente pero tenemos que seguir esperanzados (vivir en la espera).

Este maldito virus se ha llevado ya por delante a un querido amigo, a dos madres de amigos y a tres convecinos del pueblo donde pasamos nuestro verano.

En todos los casos he visto familias rotas ante la incomprensión de no poder decir ni adiós a su familiar perdido y me he percatado muy bien de la soledad del hombre, cuando no encuentra sentido ni a su enfermedad ni a su sufrimiento y ni siquiera tiene tiempo para percatarse que la vida se le escapa, nunca mejor dicho en un suspiro.

En estos días de confinamiento, hay tiempo para todo y especialmente a todos, nos ha dado por hacer limpieza en nuestras viviendas.

Precisamente en este proceso, encuentro un carpeta con artículos de prensa escrita, y aparece uno de Quim Monzó haciendo mención a una canción de Bob Dylan; titulaba su columna como “Dios de nuestro lado“, y ¿a qué no saben ustedes a que hacía referencia? pues al poder de confortar que tiene la oración entre los enfermos y familiares de 1.800 enfermos del Hospital Clínico de una Universidad de Boston.

Créanme que no sé dónde quieren llegar este tipo de artículos, pero lo que si evidencian muchos y estamos todos seguros, es que ni la Ciencia se dedica a buscar divinidades, ni la fe y la espiritualidad se rigen por métodos científicos.

La fe no se puede introducir en un laboratorio, ni la podemos calibrar en una probeta. Hoy todos podemos decir independientemente de nuestro ser religioso, lo que en 1989 afirmó Stephen Hawking “Las ciencias ni me han acercado a Dios ni me han alejado de él, tan sólo humanizan el universo”.

El pasado día 20 de marzo, se hizo viral un escrito en Internet de un médico de la Lombardía italiana cuyo título era: “De ateo a humilde creyente”, sin duda, te invito cuando puedas lo busques en Internet y lo leas con detenimiento.

En el profundo respeto que me inspiran sus palabras es precisamente esa soledad a la que alude, la que realmente acampa con demasiada frecuencia en estos momentos y en nuestras familias.

En ese grito desesperado del abandono (como Jesucristo en la Cruz), confluyen las gargantas anudadas de tantos padres y madres deshechos no por haberlo dado todo por sus hijos- que eso nunca les costó- sino porque a cambio, sólo han obtenido abandono.

A este grito se acoge también la soledad que se apodera de tantas parejas cuando el amor se ha perdido, desgastado o lo ha destrozado la traición y que en algunos casos, viven juntos confinados estos días.

Hay que apoderarse de ese grito en aquellas situaciones, en las que lo único sensato es acogerse a la oración, si eres creyente, porque hay soledades invencibles.

Es imposible acompañar la soledad del que ha sido visitado recientemente por la muerte y no ha tenido ni una mano donde cogerse, y más en tan estrictos protocolos como los que se están llevando en sus despedidas.

Sinceramente, me produce temblor, me estremezco ante tanto abandono y tanto relativismo con que se tratan, a fecha de hoy, las ya 14.555 familias rotas “oficialmente”, y lo digo, porque hasta después de pasada esta pesadilla, no sabremos el volumen ingente de desaparecidos colateralmente en esta tragedia.

Es esa misma soledad sembrada insensiblemente por toda la tierra, la misma que nos ha llevado a tantas guerras absurdas.

Ha sido la prepotencia de un puñado de poderosos, la que está dejando abandonados y solos a tantos y tantos miles de habitantes de nuestro planeta y que están jugando a comercializar con algo tan imprescindible, unos soportes básicos para sostener la vida, como son unos respiradores o unas simples mascarillas.

Pero también es nuestro estilo de vida insolidario el que está detrás de estas guerras que sólo saben dejar desolación.

Una horrible enfermedad debemos estar sufriendo, además de la de esta pandemia global, cuando valoramos más la especulación y el provecho de sacar rédito político o dinerario, que una vida humana.

Ricos y rodeados de todo, sí ……… Pero inmensamente pobres y solos.

Los cristianos, cada uno a su manera, viviremos una Pascua muy especial e irrepetible que culminará en el encuentro entre Jesucristo, muerto y resucitado, y el ser humano.

Nunca el hombre conocerá al Dios verdadero hasta que no le haya gritado que se siente solo y la mejor forma, desde luego es la oración.

A lo mejor el mundo empieza a cambiar cuando escuchemos unos de otros, nuestros gritos de soledad.

Sin duda llegaremos así al corazón del hombre.

Como muchos, quizás tampoco encontremos respuesta y tengamos que callar. Pero, desde luego, y eso no hace falta el rigor científico, conseguiremos un mundo mucho más sensible, cercano y humano.

Autor: José María Guijarro y Jorge. Economista