Luisa C. Perosán: “Los inicicos de la tele progre”

El término “progre” aglutina una serie de ideales y comportamientos que, como ocurre con el buenismo, a simple vista parecen cosas buenas, incluso de sentido común, pero nada más lejos de la realidad. La progresía, a distancia de ser algo bueno, o en el mejor de los casos inocuo, es el mal.

Mi primer encuentro con este mal fue muy temprano, en 1978. Yo tenía ocho años. Mi mundo infantil se iluminó como nunca viendo el primer episodio de “Mazinger Z”. Era maravilloso. Esperaba el sábado como agua de mayo, era lo que más me gustaba en el mundo, ver “Mazinger Z”. Tras años de dibujos animados con niños absurdamente redondos y raros, con voces aflautadas y actitudes de adultos, cursis y, además, llorones, esta serie era un soplo de aire fresco. Mazinger barrió esa morralla de la televisión, introdujo aventuras, peleas, científicos locos, villanos de una originalidad y extravagancia que parecía imposible, ¡y los monstruos mecánicos! Ocurrencias disparatadas, pero geniales.

Uno de esos sábados, esperando con mis hermanos los dibujos a mediodía, en lugar de ver a Kabuto en su planeador, en las pantallas apareció un flaco peludo, con una pelliza de peluche estampado de leopardo y con una cara de imbécil que tiraba para atrás. Una especie de Tarzán venido a menos. Y una canción infame comenzó a sonar, el sonido de la decepción y el mal rollo. Era Orzowei. ¿A quién se le ocurriría que esta castaña le iba a gustar a algún chiquillo? Era aburrido, incomprensible, triste y, además, barato. Se les ocurrió imponerlo a los primeros progres que cataban algo de poder. Allá por esos años andaban todos guitarra en mano, pidiendo libertad. Eso sí, con la ominosa intención de arrebatarle la misma a todo aquel que no pensara como ellos. Y claro, las primeras víctimas fueron las más indefensas, los niños. Nos quitaron “Mazinger Z” porque decían que era una serie violenta, y que, por lo visto, nos iba a programar a todos los de esa generación como potenciales asesinos múltiples. Una idiotez.

Y es que el método progre siempre es el mismo, que se resume así: “Haz lo que te digo porque tú no lo sabes, pero eres mala persona. Yo soy mejor que tú y sé lo que te conviene. Es por tu bien”. Y lo más lamentable es que esto, ya entonces, lo aderezaban de ”modernidad”, y si la gente no quería ser carca se aplicaba el cuento, y, o bien tragaba con las tonterías sin reflexionar, o hacía lo que cualquiera en aquellos tiempos: ser hipócrita, decir una cosa y hacer otra.

Pero éste no fue el último encuentro con el mal en televisión durante mi niñez, no señor, tengo para dar y tomar.

Continuemos con esos primeros tiempos: la década de los ochenta no pudo empezar peor en lo referente a estas tonterías. Horror y terror: nos embutieron en televisión la espantosa, empalagosa, cursi y ridícula serie “Verano Azul”. A los adultos (que no hubieran dudado en arrear una buena toña a sus vástagos si hicieran lo mismo) les divertían mucho las travesuras de los críos en Nerja, básicamente porque eran ajenos y además de ficción.

A los críos aun no sé bien qué les molaría, imagino que era ver a aquellos adultos infantilizados y comprensivos. Melaza, cursilería, ideas dañinas como lo de la guitarrita y las cancioncitas… Las aventuras de unos pijos en la maravillosa Costa del Sol, que, como todo el mundo sabe, era superasequible para el español medio de aquellos tiempos, de ahí que se escogiera esa localización, con la que cualquier vecino se podía identificar (ironía). El temario de ideas que imponer en cada uno de los capítulos eran cosas como que lo de crecer y que te baje la regla es una bendición del cosmos. El progre medio es tan cursi como intolerante.

La tele fue el primer gran coladero. Recuerdo también la (añorada por muchos) “Bola de cristal”. Una de cal y otra de arena. Trataban a los críos como adultos, con actuaciones musicales de grupos de esta o aquella “movida”, mientras por otro lado la bruja Avería los adoctrinaba contra el capitalismo. Si se profundiza un poco, al final, el programa era una ocurrencia repleta de series viejas, presentada por una pija madrileña “rebelde”, y que los críos veían porque se podían ver actuaciones (“playback”) de Radio Futura o Los Toreros Muertos.

Muchas personas se quejan de que la televisión ahora mismo es una basura, y sí, tienen razón, pero la basura comenzó mucho antes de que por ejemplo emitieran “Tómbola” o “Sálvame”. Ahora, además de programas absurdos, la información no existe, solo se emite propaganda camuflada de noticias, y no se informa, se da opinión. El mismo experto les sirve para aclaraciones sobre la vacuna contra el COVID y para aclarar los motivos de la sequía. No hay límites. Tienen claro que su audiencia de menos de setenta años ha emigrado a internet, por eso no dudan incluso en ilustrar una noticia sobre la guerra en Ucrania con imágenes de un videojuego. Pasen y vean.