Luisa C. Perosán : La EGB

– Los que ya peinamos canas recordamos la EGB, educación general básica. General y básica si lo era, educación también.

No es que fuera una maravilla, aunque era mucho mejor que lo que hay ahora.

Los que fuimos al cole en los setenta y ochenta recordamos cómo cambiaba la cosa dependiendo de la edad del profe que te tocara. De una asignatura a otra podías pasar del tipo que esgrimía una regla de madera de sesenta centímetros sin piedad, al tío barbudo progre y condescendiente. Podías pasar de tener que cantar villancicos antes de largarte a tu casa, a escuchar una charla sobre “el ateísmo explicado a los niños” cortesía de un afiliado al PC.

También había diferencias dependiendo del tipo de colegio, si era privado, público o religioso.

Yo pasé de uno privado (pero normalito) a uno público, y tengo que decir que lo primero que me llamó la atención fue el profundo clasismo que se respiraba. Curioso, pero en mi cole privado todos íbamos con nuestra batita de cuadros y nadie se fijaba en cómo ibas vestido. En el público en cambio, incluso las profesoras (con mayor frecuencia) hacían de menos a los niños que vestían peor. Hoy en día les hubiera resultado incluso más fácil, solo hay que distinguir entre los chándal de marca y los de Carrefour.

En el colegio público, se reunían las tres clases existentes por debajo de lo que se vienen conociendo como “ricos”.

Estas clases se dividían en, pobres de solemnidad, pobres que saben que lo son, y pobres que se creen clase media. No había clase media (real) ni ricos, esos estaban en la privada, exactamente igual que ahora.

En la escuela pública que impartía la EGB se te educaba para muchas cosas, no solo se te enseñaban matemáticas, lengua, naturaleza y demás asignaturas. Se te educaba para la vida, aunque tú te resistieras con uñas y dientes. Tu aprendizaje iba a ser abundantemente contaminado por tú educación. Se te enseñaba algo y se te educaba en lo contrario. Se hacía apología de la igualdad y demás ideas abstractas irrealizables, mientras la misma profesora que te sermoneaba sobre estos temas, despreciaba abiertamente al niño que un día llegó a clase con piojos, y lo apartaba del resto estigmatizándolo. Esto ahora está más normalizado, pero entonces tener piojos era casi lo mismo que tener lepra.

Los profes progres de entonces se las daban de libertarios y comprensivos.

Más allá de los consabidos sermones sobre libertad igualdad y demás zarandajas, su comportamiento era exactamente el mismo que el de los “carcas”. Cambiamos los villancicos por clases de música con ese horrendo aspersor de babas que era la flauta. Aún me dan arcadas al recordarlo. A medida que las jubilaciones aumentaban, en mi cole, las barbas y las faldas hippies cada vez eran más frecuentes. Recuerdo que estos profes “modernos” no se contentaban con tenerte en clase, tenían vocación de educadores. Te organizaban incluso el ocio, y no faltaban festivales y numeritos con bailecitos absurdos, con temas contra la contaminación, o las centrales nucleares. Si el progre de turno era un músico frustrado te atormentaba con la flauta, si era un actor frustrado te montaba numeritos en los que, los alumnos de personalidad inexistente participaban encantados, mientras el resto tenía que mirar aquella ridiculez y aplaudir, no hacerlo te distinguía y eso, era malo.

También se fomentaba el bullying, pero más sensato, sin palizas, bastaba con dejar de lado a la víctima y burlarte un poco.

Una cosa que entonces podías aprender y no hacía falta que te educaran en el tema, era cómo funciona el mundo. La pequeña sociedad de un colegio funcionaba como cualquier otra sociedad. Los que mandaban, los profes progres, tenían a sus protegidos, a sus señalados y a sus parias. Y después todos los demás. Niños de los que recordaban el nombre únicamente cuando pasaban lista.

Su función era impartir clases de matemáticas o lengua, aplicando el grado justo de disciplina para que fuera posible, pero no se conformaron con eso y el resto, lo que sobraba, es lo que nos ha llevado al grado de degeneración de la educación hoy en día. Este modelo, resultado de ir relativizándolo todo con la hipocresía progre, ha dado en lo que tenemos hoy. Mucho antes de la LOGSE, que estaba centrada, como las leyes que la han sucedido, en ir mermando el conocimiento útil, el terreno fue abonado por aquellos barbudos que pretendían enseñar un mundo mejor.

Lo único que consiguieron, fueron padres idealistas, que creen que sus hijos no son traviesos sino hiperactivos.

Padres que en muchos casos no han sabido o no han podido enseñar a sus hijos lo más elemental. Algunos profesores en la actualidad califican de mandriles a sus alumnos, y no es de extrañar. Pero no nos engañemos, esto no hubiera sido posible sin la mentira y la hipocresía progre que desarmó a sus padres. De aquellos polvos estos lodos.