Luisa C. Perosán: Deporte y algunos deportistas

– El deporte es bueno, el deporte nos ayuda a estar sanos y bonitos.

El deporte nos enseña disciplina, y además el deporte nos hermana, solo hay que ver la enorme alegría que muchas personas se llevaron el domingo, cuando la selección española de fútbol se llevó la Eurocopa y encima, ganándole a la pérfida Albión.

De hecho, si yo volviera a nacer, me gustaría ser una de esas personas a las que les gusta hacer deporte. Lamentablemente, me gusta tanto hacer deporte que prefiero pasar hambre.

El deporte, como hábito o afición, es una cosa, pero luego están los deportistas.

Los hay de todo tipo. Personas que lo disfrutan, personas que disciplinadamente lo practican, o, personas que lo sufren, pero aun así lo hacen regularmente. Este tipo de deportistas me producen cierta envidia.

Luego existen unos cuantos subgéneros, que es en los que centraré mi reflexión. Subgéneros minoritarios debo añadir, pero no por ello menos interesantes.

El primero y el que más me fascina es el que yo denomino, vago de gimnasio.

Y lo digo así, sin ambages. Hay personas que llegan al gimnasio en patinete o coche para ponerse a correr en una cinta. Musculitos con brazos como troncos de roble, incapaces de ayudar con una maleta de 55 kilos a una compañera de trabajo de 50 kilos escasos. Gente que se mata haciendo pesas, pero después es incapaz de subirle la compra a su anciana vecina. Gente que sale a correr, pero después coge el ascensor para subir al segundo piso. Participantes de triatlón Ironman, que hacen que sus empleados les suban el equipaje al coche, y que son incapaces de levantar una caja de diez kilos.

Otro subgénero interesante es el ciclista piscolabis. Normalmente, aunque no siempre, son señores sexagenarios.

Estos señores van muy bien equipados y no les falta detalle. Te los puedes encontrar en cualquier carretera secundaria, con preferencia por aquellas especialmente peligrosas. Avanzando a velocidad de crucero, agrupados y charlando alegremente sobre sus últimas metas, o el ultimo bar de almuerzos visitado, donde se habrán repuesto sobradamente de las calorías consumidas, y se habrán regado con una buena cazalla que les ayude a volver a casa.

Y los que me tienen absolutamente fascinada son los andarines con palos.

Esos que andan por el paseo marítimo, usando los bastones de trekking, como si estuvieran haciendo senderismo en Kanchenjunga.

También están los paseantes coloridos (no confundir con los caminantes blancos). Ponen la nota de color en cualquier sendero o carretera de las vulgarmente conocidas como “rutas del colesterol”. Curiosamente, y aunque pasen años practicando esos paseos con disciplina prusiana, su aspecto es exactamente el mismo que el primer día. Lógicamente, un paseo no mitiga el sedentarismo del resto del día ni los donut.

Y fue practicando el único ejercicio que podía soportar mínimamente, la natación, cuando descubrí otro interesante subgénero.

Las usuarias de vestuario. Normalmente acuden a clases de aquagym. Estas usuarias, invaden los escasos bancos del vestuario con sus enormes cachivaches, que sorprendentemente han logrado embutir en una diminuta taquilla. Se expanden como el universo y colonizan el espacio. Y es entonces, cuando un neceser del tamaño de Australia se abrirá como la boca del infierno, dejando ver su contenido de peines con pelos, tarros churretosos, un secador enorme y una plancha para el pelo entre otras muchas ”cosas”. Las usuarias, sin prisa, se toman su tiempo tras la ducha y es entonces, cuando las imágenes son difíciles de olvidar… Sin entrar en detalles escabrosos, lo describiré como una de esas playas árticas donde los mamíferos marinos se solazan, pero en este caso, untándose crema.

Y como no, el mar y los deportes acuáticos también cuentan con sus subgéneros curiosos.

Hay gente que va a la playa con un carro, y una canoa que se pasan dos horas montando. Una canoa de la que “disfrutarán” una escasa media hora. También están esos optimistas terminales, que sacan su tabla de surf en las tranquilas playas valencianas, practicando un surf equivalente a hacer escalada en el montón de arena de una obra. Casi me dan pena. Y los entusiastas del paddle surf, que se pasan más tiempo en el agua que sobre la tabla. Todos ellos con sus cacharros entrando y saliendo de una playa llena de bañistas que deben esquivarlos. No conciben lo de ir a la playa a bañarse y tomar el sol, “tienen que estar haciendo algo”.

Como he dicho al principio, creo firmemente que hacer deporte es bueno, que la gente lo practica por muchas razones, todas ellas válidas, pero creo también que hay personas que no “pillan muy bien el wifi” con este asunto.