La Navidad vuelve a Valencia

Fernando de Rosa: La Navidad vuelve a Valencia

El viernes pasado, día 1 de diciembre, se encendieron las luces de la Navidad en la ciudad de Valencia. Tras ocho años en los que la Navidad únicamente era la fiesta del solsticio de  invierno. Así se decía en muchos mensajes que lanzaban los partidos que hoy están la oposición. Sin embargo,los vecinos de Valencia, seamos creyentes o no, exteriorizamos una celebración que pone de manifiesto los valores de la tradición cristiana de nuestra sociedad.

Hay que recordar que en 2015 ya se omitió por parte del Ayuntamiento, la palabra Navidad de la felicitación tradicional que en estas fechas hacía el alcalde a los ciudadanos. Igualmente, Ribó decidió no poner el Belén en la plaza del Ayuntamiento y así evitaba tener que verlo desde su ventana.

Es una buena noticia que desde el Ayuntamiento de Valencia se apueste por la luz y la tradición y que los nacimientos, que representan las distintas figuras del Belén, se extiendan por muchas de nuestras plazas, así como los árboles engalanados con objetos navideños.

  • Es una tradición que vuelve a nuestras calles y plazas y a mí, personalmente, me llena de alegría.

Se han acabado los muros que el antiguo ayuntamiento de Ribó levantó para dividir a la sociedad creando polémicas sobre la tradición navideña, incluso contraprogramando la cabalgata de los Reyes Magos con la cabalgata esperpéntica de las “reinas magas republicanas”, que se celebraron únicamente en 1937 para elogiar la figura de Stalin. Por suerte, este año ya no se celebrará. Esta política de acoso a nuestras tradiciones, desvirtuando su sentido, está pasando a la historia.

Ribó se caracterizó por su  desprecio a las celebraciones religiosas tradicionales de nuestra ciudad, olvidando que Valencia es muy plural y siempre han convivido fiestas religiosas con fiestas de carácter laico, y nunca hubo enfrentamiento hasta que fue alcalde y llegó al Ayuntamiento imponiendo  su ideología de división.

Hay que recordar que durante estos ocho años, el alcalde que hemos tenido, la única tradición que inició fue la de esconder en un rincón la imagen de la Virgen de los Desamparados que había estado presente en el edificio consistorial con alcaldes socialistas y populares, su ausencia reiterada de la procesión de la Virgen el segundo domingo de mayo que es punto de encuentro de  miles de valencianos, su negativa a acudir al Tedeum de la catedral en la fiesta del 9 de octubre que recordaba la entrada en Valencia del Rey conquistador en 1238.

  • Así, podemos ir recordando sus continuos desplantes a actos y tradiciones valencianas con origen o sentido religioso.

Pero este tiempo ha pasado y el uno de diciembre, la alcaldesa Mª José Catalá junto al President, Carlos Mazón, acudieron juntos al encendido de las luces en la plaza de la Virgen y en la plaza del Ayuntamiento, dando un claro mensaje de que estas fiestas lo son de todos, de los que somos creyentes y de los que no lo son, estando en las dos plazas principales de nuestra ciudad aquella que representa el carácter cristiano y la que representa el carácter laico, pero todos unidos en la luz y los deseos de Paz, comunes a los 800.000 ciudadanos de esta ciudad.

Decir “Feliz Navidad y próspero año nuevo” nos une y nunca debió ser objeto de división. Estamos en un tiempo nuevo en el que desde el Ayuntamiento de Valencia no se actúa de forma sectaria para dividir y confrontar entre los valencianos. Cada uno celebrará a su manera estas fiestas navideñas, de forma religiosa o no, pero hay consenso social que son fiestas de unión familiar, de alegría, de buenos propósitos y no son días para fomentar de forma absurda la  desunión, ni para lanzar mensajes polémicos como ocurrió durante la triste etapa de Ribó.

El 1 de diciembre se iluminó Valencia y en mi casa, cumpliendo la tradición familiar, pondremos el nacimiento, el muérdago y la decoración navideña el día 8 de diciembre, celebración de la Inmaculada Concepción. ¡Qué bonita es la tradición! Y sobre todo es muy ilusionante vivir en una ciudad en la que no se levantan muros para enfrentar sino que se derriban, ladrillo a ladrillo, los que levantó un alcalde que nunca le gustó serlo.