Josep Carles Laínez: “23-J: El triunfo de la Agenda 2030”

El ensayista José Javier Esparza lo avanzó en uno de sus extraordinarios editoriales. Enumeró una serie de políticas, básicas en el futuro inminente de España, que no iban a modificarse ganara el PP o el PSOE en las elecciones del 23 de julio de 2023.

Ambos partidos, al igual que Sumar (como antiguamente Unidas Podemos), el cuasi extinto Ciudadanos, el PNV o Bildu, por abrir al máximo el abanico, comparten una misma querencia: la Agenda 2030, ese plan de alcance mundial nacido en 2015. Por eso pueden darse por satisfechos con el resultado: han conseguido aumentar sus escaños, y situarse con más del 70 % de los diputados sin necesitar a nadie.

Si no llegan a un pacto de gobernabilidad entre ambos es porque en una misma familia siempre hay dos que se odian y están atados a redes de distintos intereses, pero en lo cardinal no hay disenso, sino aceptación gozosa de la voz de sus amos.

Está la red llena de páginas que le explicarán las bondades de la Agenda 2030; obvío, por tanto, relatarle yo ahora su intríngulis. En esencia es la implantación universal de una serie de medidas cuyo fin responde a una suerte de gobernanza mundial para llegar a unos objetivos de preciosos nombres pero turbios fines.

Ya el simple hecho de pensar en un gobierno mundial es siniestro: ¡vivir en un lugar del que no puedes escaparte!; pura distopía. La Agenda 2030 es una suerte de cristianismo laico sin las exigencias de mejora y autocontrol que éste lleva aparejadas. Una dictadura con buenas palabras.

Un totalitarismo de palmadita en la espalda y memes de gatitos en vez de patada hacia el gulag o de tiro en la nuca, y por eso mismo más aterrador.

La noche del 23 de julio, o ya en la madrugada del 24, en una cadena televisiva apareció una cita procedente de fuentes socialistas: “El sistema ha funcionado”.

Ciertamente, pero no el del PSOE ni el de la “izquierda”, sino el Sistema rector mundialista, al que le daba un poco igual quién se alzara con la victoria, si Sánchez o Feijoo.

Los españoles –y los europeos– seguimos sin entender lo principal: en nuestra situación, sólo la barbarie puede salvarnos, pues en ese Sistema, al que pertenecen de algún modo incluso quienes más en sus extremos se sitúan, quizá sólo es posible pactar el grado y el tiempo de la agresión, o cómo hacerla más llevadera.

Por eso hubiera sido necesario un gobierno opuesto a la Agenda 2030, para saber hasta dónde estaba dispuesto a llegar, hasta dónde le daban margen de correa, o si alguien desaparecía antes de tiempo (recordemos la extraña muerte de Jörg Haider).

España ha votado continuismo; en el fondo somos cómodos y cobardes. Sin embargo, el Sistema, como gran tiburón blanco, se acerca a la superficie mientras el españolito chapotea feliz buscando arcoíris en el cielo.

Josep Carles Laínez