Ferran Gil: 8M arriesgada reivindicación

8M arriesgada reivindicación. Opinión semanal en Valencia News de Ferran Gil.

Con la triste añoranza, por ausencia del peculiar olor a pólvora penetrando por las cavidades de las fosas nasales, del humo de diferentes tonalidades cubriendo el azulado a la vista de las pupilas, y del mágico estruendo de una singular sinfonía pirotécnica para deleite del pabellón auditivo, entramos en los albores del mes fallero por excelencia y muchas son las cosas y ecos que pasan por mi memoria.

Tantas que me temo las van a sobrepasar más allá del día de San Jose. Pero procurando ceñirme a la actualidad, abordaré un tema inmediato. Tiempo habrá para otras próximas reflexiones.

Recuerdo que hace doce meses se expandió con enorme insistencia la voz de un rumor que alero a la sociedad valenciana sobre una más que posible cancelación de las fiestas falleras a escasos quince días de su comienzo oficial, si nos adaptamos a los días grandes entre el 14 y el 19 de marzo.

El motivo era la incipiente, como inesperada aparición de una desconocida pandemia de efectos devastadores que se expandió con una rapidez inusitada. A muchos les costaba de creer por cuánto festejos como macrodespertà, entrada de bandas, cridà… se habían ya celebrado y otros como las mascletás ya iniciados en su ciclo. Las habladurías detallaban incluso fechas de la suspensión fundamentadas en que sería posterior al 8M, día en el que se celebra el Día Internacional de la Mujer, donde se reivindican anualmente los derechos y la igualdad femeninas y que reúne una masiva concentración de manifestantes.

El motivo de demorar la suspensión de las Fallas, se decía, era para justificar la decisión. Pues no se hubiera entendido cortar de cuajo los espectáculos pirotécnicos que acumulan un gentío diario impresionante en la plaza. A puertas de permitir un acto similar en cuanto a tumulto humano del calado y fuerza como la que cuenta la movilización feminista.

Razonable base que confirmaría el rumor, dos días después del ansiado 8M, cuando se canceló definitivamente todo el programa oficial de las fallas. A continuación, el 24 (día de la plantà infantil) llegó el confinamiento domiciliario. Ante la rauda escalada de contagios y fallecimientos, que no hace falta detallar.

No se quiso suspender la manifestación de mujeres entonces y ahora un año después, con todo lo que llevamos en la mochila a la chepa, tampoco, aduciendo motivos legales de autorización.

Mientras, como todos, la población del mundo fallero lo asumió y no sólo eso, sino que en vista de la situación y dadas las circunstancias, antes de fin de año anuló las Fallas del 21 en marzo. A la espera de que mejore la evolución pandémica y sanitaria en el segundo semestre. Para poder organizar la semana fallera, aunque no sea bajo los parámetros de la normalidad habitual y deseada.

Ahora con escepticismo, sorpresa e incredulidad se constata que tal ejercicio de prudencia, responsabilidad y sentido común contrasta con el parecer de aquellos que permiten, actos multitudinarios inoportunos en los momentos duros y difíciles que estamos atravesando.

Reiteración. Se hizo mal un año y se repite al siguiente. Pero no pasa nada, si con el tiempo hubiera que lamentar por desgracia, aumento de contagios y víctimas, en culpar a la hostelería y la restauración, todo arreglado. No tenemos remedio.

Ni pensar quiero que hubiera pasado de darse las circunstancias, al contrario. Pero bien mirado es una utopía, imposible de hacerse realidad, pues jamás se hubiera dado pie a ese contexto.

El colectivo fallero, por lo general va sobrado de «trellat», pero muy falto de exigencia.

8M arriesgada reivindicación

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