Enrique Arias Vega, El ejemplo británico

Enrique Arias Vega, El ejemplo británico

Por una vez en su vida, Boris Johnson ha sido coherente consigo mismo: ha interpretado correctamente el porqué los británicos votaron salir de la Europa comunitaria y ha obrado en consecuencia. Ellos no querían que pudiera entrar en las islas todo quisque, diluyendo así una presunta idiosincrasia victoriana de siglos y han vuelto a poner fronteras. Más vale tarde que nunca, parecen decir.

Así se explica que la primera medida post-brexit haya sido precisamente restringir la inmigración tan sólo al personal previamente contratado, con buen sueldo y con conocimiento del idioma. Y punto.

Claro que quedan cantidad de flecos por resolver, como quién va a hacer los trabajos peor remunerados y si continuarán o no las subvenciones a los ciudadanos de la Commonwealth, ya sean jamaicanos o bengalíes. Pero tiempo al tiempo.

Lo peor no es la nueva política puesta en vigor, sino su atractivo efecto imitación sobre los países más euroescépticos de nuestro continente, desde Finlandia hasta Italia, pasando por Polonia. ¿Por qué tenemos que admitir, y hasta subvencionar, a la chusma (podrían incluso emplear ese término peyorativo) que Gran Bretaña rechaza?

Esa sensación de estar haciendo el primo la comparten bastantes ciudadanos europeos, que observan la impotencia comunitaria para frenar la inmigración ilegal, controlar la expansión islamista, recortar subvenciones perennes e improductivas y prevenir eficazmente los conatos terroristas.

De ahí que, antes de que la política de Johnson se convierta en una aspiración general incontrolada, Europa tenga que revisar sus políticas migratorias y de asilo y hacerlas más justas, más eficaces y más compartidas y apreciadas por la mayoría de ciudadanos europeos.

A Contracorriente

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