El Gobierno de Ribó y el PSOE descarta presentar la candidatura de Valencia como subsede del Museo Hermitage

El Gobierno de Ribó y el PSOE descarta presentar la candidatura de Valencia como subsede del Museo Hermitage

El equipo de gobierno rechaza la moción presentada por el Grupo Municipal Popular, dando, de este modo, vía libre a que la subsede del Hermitage acabe en otras ciudades españolas como Madrid, Málaga, Sevilla o Alicante.

En su moción, los populares instaban al equipo de gobierno a formalizar la candidatura de la ciudad de Valencia como subsede del Museo Hermitage de San Petersburgo, impulsando los correspondientes acuerdos.

Dotado con una inversión de 52 millones de euros, la llegada de Hermitage a nuestra ciudad atraería 850.000 visitantes sólo en su primer año de funcionamiento y supondría un impacto económico de 21 millones anuales.

El Gobierno de Ribó y PSOE cierra la puerta a otro posible proyecto para la ciudad de Valencia, tras votar en contra de la moción presentada por el Grupo Municipal Popular para “presentar la candidatura de la ciudad de Valencia como subsede del Museo Hermitage, impulsando los correspondientes acuerdos para la consecución de este objetivo”. De esta forma, el Gobierno municipal deja vía libre para que la subsede de la prestigiosa pinacoteca rusa pueda acabar en otras ciudades como Madrid, Málaga, Sevilla o Alicante, interesadas en este proyecto. Como denuncia la concejala Julia Climent, Málaga ya está desplazando, de hecho, a Valencia en muchos aspectos por el escaso interés del Gobierno de Ribó y PSOE en atraer inversiones y proyectos a la ciudad. Éste es un ejemplo más.

Como explica Julia Climent, en su moción, en los últimos tiempos algunas de las pinacotecas más destacadas a nivel internacional, como el Louvre, el Guggenheim o el Hermitage, han apostado por la apertura de subsedes alrededor de todo el mundo, ante la falta de espacio para exponer la totalidad de sus colecciones. Esta estrategia se encuadra en la denominada “diplomacia cultural”. Así, países como Francia o Rusia no han dudado en valerse de la cultura como una herramienta más de su política exterior (“soft power”), lanzándose en una vertiginosa carrera por abrir filiales de sus principales instituciones museísticas más allá de sus fronteras -en ocasiones, en lugares tan exóticos como Abu Dabi-, a fin de promover sus intereses y de afianzar sus relaciones de amistad y sus lazos culturales en el extranjero.

Con carácter paralelo, algunas ciudades han entrado en una fase de abierta competición por atraer este tipo de inversiones, a fin de ampliar y complementar su oferta cultural, tanto pública como privada, y, en definitiva, para mejorar su posicionamiento en esta materia.

Tras el exitoso desembarco del Guggenheim en Bilbao en el año 1997, con la consiguiente regeneración urbana de la ría del Nervión, anteriormente ocupada por los Altos Hornos de Vizcaya y por los antiguos Astilleros Euskalduna, y la transformación social y económica de la propia capital vizcaína, una de las ciudades que ha jugado un papel más activo a este respecto dentro de nuestro país ha sido Málaga, con la llegada del Museo Carmen Thyssen, el Centro Pompidou o el Museo Estatal Ruso. Una iniciativa, esta última, que le valdría a su alcalde, el popular Francisco de la Torre, la Medalla Pushkin en el año 2018.

Asimismo, desde el año 2014 el Museo Hermitage viene negociando la apertura de una subsede en Barcelona, siguiendo la estela de su filial en Ámsterdam, abierta en 2009 y por la que pasan anualmente una media de 400.000 visitantes, más del doble de los que recibían, por ejemplo, el IVAM o el Museo de Bellas Artes de Valencia antes de la pandemia. Según los planes de sus promotores, el nuevo edificio, diseñado por el Premio Pritzker japonés Toyo Ito, se ubicaría en un solar de 3.240 metros cuadrados junto al icónico Hotel W, en plena fachada marítima de la Ciudad Condal, a semejanza del Centro Pompidou de Málaga o del futuro Centro Asociado del Reina Sofía en Santander.

Dotado con una inversión de 52 millones de euros, se esperaba que éste abriera sus puertas en el 2022 y que recibiera 850.000 visitantes sólo en su primer año en funcionamiento. Unas previsiones que se han topado con los recelos y el desinterés de las autoridades catalanas.

“Tras el rechazo de Barcelona a albergar este proyecto, el Ayuntamiento de Valencia hace muy mal en desaprovechar una oportunidad histórica para atraer dicha inversión a nuestra ciudad y por la que ya pugnan otras urbes de nuestra geografía, como Madrid, Málaga o Sevilla, gobernadas por distintos partidos políticos”, ha declarado Julia Climent.

Una infraestructura que podría situarse, por ejemplo, en los antiguos Docks comerciales del puerto, de propiedad municipal -tras rescatar el Ayuntamiento de hace unos años su concesión-, y en estado de completo abandono, culminando el edificio según el proyecto original de Víctor Gosálvez y Demetrio Ribes, autor igualmente de la Estación del Norte, y acondicionándolo para su nuevo destino como subsede del Hermitage.

Con una superficie por planta de 4.750 metros cuadrados, el Plan General de Ordenación Urbana permite la sobreelevación de los antiguos almacenes portuarios, construidos en 1920 y dotados de un nivel 2 de protección. En la actualidad, su explotación está cedida al Consorcio Valencia 2007.

Como recuerda la concejala popular Julia Climent, la creación de una subsede del Hermitage sería una magnífica oportunidad para consolidar Valencia como destino cultural; atraer un turismo de calidad a nuestra ciudad; desconcentrar la oferta cultural de nuestra ciudad, creando una nueva centralidad en la Marina; y para mejorar su posición dentro del panorama cultural internacional, creando sinergias con una de las principales pinacotecas del mundo.

Por no hablar del propio impacto económico que supondría la llegada del Hermitage a nuestra ciudad. Según un informe del propio Ayuntamiento de Barcelona, el museo tendría un impacto económico de 21 millones de euros anuales y generaría 377 puestos de trabajos, 80 de ellos directos.

En el caso del Guggenheim de Bilbao, el gasto directo generado por la actividad del museo ha sido de 2.315 millones de euros desde su inauguración, casi treinta veces lo que costó su construcción (84 millones), aportando en sus primeros 12 años de vida 343 millones al erario público y contribuyendo al mantenimiento de 4.300 empleos, directos e indirectos, al año.