Luisa C. Perosán: » Sentido Común»

Desde el catastrófico incendio en un edificio de Campanar, las redes sociales han mostrado de primera mano, el enorme problema de valores que existe en nuestra sociedad. Es espeluznante ver la cantidad de comentarios estúpidos y crueles, las bromas indecentes y la falta total de sentido común de un buen número de personas.

Y lo peor es que esos comentarios los hace gente que de verdad cree en su superioridad moral. Están absolutamente convencidos de estar en posesión de la verdad.

Desde los pésames animalistas hasta las bromas sobre las fallas, un buen número de indocumentados ha dejado una asquerosa huella que se podría seguir durante semanas. Incluso una chirigota en el carnaval hace una broma de pésimo gusto y hay quien aplaude.

El problema es que desde hace mucho tiempo se vienen inculcando una serie de ideas disparatadas, que solo pretenden sustituir los valores de siempre y el sentido común. Da igual de qué estupidez se trate, envueltas en una extrema cursilería y con fondo musical de violines, se están colando en nuestra sociedad ideas inmorales, incluso cosas que deberían ser delito.

No ha sido un trabajo chapucero, el adoctrinamiento se ha realizado con paciencia y eficacia.

Desde la humanización de los animales (Disney) hasta el “mascotismo” militante que soportamos hoy en día, con leyes incluso perjudiciales para los mismos animales, estas consignas ridículas y bobaliconas esconden mensajes siniestros. Recordemos hace cuatro años, la total falta de empatía con los ancianos, los repugnantes twit de muchos descerebrados justificando el abandono y muerte de muchas personas, con frases como “somos demasiados en el planeta” o “ellos ya han vivido, una persona joven tiene toda la vida por delante”. Y lo peor, es, que lo escribían plenamente convencidos de la validez incuestionable de estas aberraciones.

Recuerdo con estupor el comentario de un médico “menos mal que no hemos tenido que elegir”, frase que implica que había estado dispuesto a hacerlo, y recuerdo responderle “imagínate que hubiera estado en esa situación tu anciana madre”. Claro, vista así, la cosa cambia. Ese es el problema, este supuesto “buenismo”, tiene una característica deleznable, y esta es, que todas esas consignas lo que hacen en el fondo, es separarnos cada vez más entre personas.

La idea del “bien de la mayoría” es el abono perfecto para esta mala hierba. Justifica a priori, cualquier necedad.

Otra característica de esta perniciosa doctrina es que normalmente aparece acompañada de alguna buena idea, de alguna mejora real, y esto es lo que las camufla con tanta efectividad.

Ahora más que nunca debemos ser críticos, pensar y repensar todas estas directrices e ideas que constantemente nos llegan y que casi siempre son absurdas. Nos han hecho tolerantes de lo intolerable, e intolerantes con la opinión contraria, una opinión contraria por la que mucha gente nos sitúa (con todo) a un lado o a otro.

Uno de los principales aspersores de esta papilla es la autoayuda. Si por mí fuera – y esto lo digo completamente consciente de que muchas personas no estarán de acuerdo – Colocaría todos los libros de autoayuda, en la sección de humor de las librerías. Esta es otra fuente inagotable de aturdimiento tremendamente efectiva.

Casi siempre, son floridas justificaciones en código cursi para fomentar el egoísmo más extremo.

Lo que parece que se busca es una masa de seres humanos descerebrados, atontados y crédulos que no cuestione, como ya ha ocurrido, ni siquiera un encarcelamiento ilegal, y que no solo lo acepte, sino que además lo aplauda (literalmente). Una sociedad podrida moralmente en la que se pueden ver todavía hoy, vídeos de sanitarios haciendo coreografías ridículas mientras la gente moría, muchas veces de nada relacionado con el famoso virus. Este descarado fomento de la irresponsabilidad disfrazado de simpatía, es un claro signo.

La incuestionada obediencia a normas que cada vez coartan más nuestra libertad es el resultado.

Tenemos sin ir más lejos, casos de corrupción ultrajante inundando periódicos y redes sociales. Vemos, estupefactos muchos de nosotros, cómo el latrocinio de millones de euros a través de cargos públicos, en lo peor de la pandemia, es tratado casi como una anécdota en algunos casos. Cómo, se intenta blanquear a los responsables incluso en televisión y cómo, se pretende zanjar este vergonzoso asunto con dos o tres cabezas de turco. Vemos como se mercadea con las actas de diputado, como se chantajean unos a otros únicamente ocupados en mantener sus sillones y en vez de estar unidos contra todo este tipo de tejemanejes, algunos se preocupan por la muerte (lamentable, sí) de mascotas y en hacer chistes de las tragedias.