Luisa C. Perosán: «Recordemos»

– Si hacemos memoria y recordamos marzo y abril de 2020, inmediatamente nos cuadrarán muchas cosas.

Recordemos aquellos envíos de material sanitario y respiradores que nunca llegaron, porque “los habían requisado en el aeropuerto de un país vecino al hacer escala el avión”, o aquellos test inservibles, así como la aparente falta de coordinación. Que traían material defectuoso, se sabía desde el minuto uno.

Que el primer envío de material útil lo trajo Amancio Ortega, también lo recordamos muchos.

Que todos los días nos daba la turra Sánchez, en tediosas charlas en televisión, para no decir nada, también lo recordamos. Que reconocieron que jamás hubo expertos, tras las medidas tomadas, lo reconocieron abiertamente.

Que alargaron el encierro ilegalmente lo sabemos, que todos los grupos, menos uno, votaron a favor, nunca se me olvidará. Que se abandonó a miles y miles de ancianos y que como resultado muchos murieron, no se debe olvidar y no se debe perdonar jamás.

Que además esto solo le importe a los políticos para hacer política, es algo tan vergonzoso que debería hacer que nos saltaran todas las alarmas.

No es que ahora nos enteremos de que algunos, robaban como comadrejas mientras la gente moría. Estaba claro que hacer las cosas tan mal solo es posible si se hace adrede.

Los sanitarios estaban desprotegidos en los hospitales, recordemos que los ambulatorios cerraron. Que, a causa del miedo, muchas personas murieron en sus casas al no querer o no poder acudir a un hospital.

Que ese miedo irracional, llegó a dar escenas tan dantescas, como el apedreo de una ambulancia que trasladaba ancianos a un hospital. Circulaban por internet las “recomendaciones” de no trasladar a hospitales a mayores de 75 años, y un sinfín de cosas, algunas bastante rocambolescas.

El ”negocio” con las mascarillas nos hace sospechar sobre su imposición, y sobre su capacidad real de protegernos.

Si bien en espacios cerrados, hospitales, colegios, transporte público y demás, parecía ser una medida útil, la obligación de llevarla por la calle era tan absurda que hacía sospechar.

Que te obligaran a ir con mascarilla hasta la puerta de un restaurante, pero te la pudieras quitar para comer, era una medida tan disparatada que me cuesta creer que hubiera gente que no la cuestionara.

Medidas delirantes que se tomaron no en interés de la población, sino más bien, en interés de ladrones, medidas y ocurrencias a la altura de un gobierno formado en su mayoría por necios y sinvergüenzas.

Recordemos que España encabezó la lista de muertes a causa del virus.

Recordemos que posiblemente, la gestión más desastrosa de la pandemia se hizo en España. Recordemos que el ministro de sanidad era un licenciado en filosofía. Recordemos que el vicepresidente era un profesor de universidad que no sabría gestionar ni la lista de la compra.

Recordemos que cuando la vicepresidenta enfermó, se trató en una clínica privada. Recordemos que a estas clínicas solo se accedía mediante un seguro médico, una medida bastante ilógica durante una emergencia.

Recordemos como miles de féretros se amontonaban en el palacio de hielo mientras a Julio Anguita le hicieron un entierro con cientos de personas. Recordemos, que muchas personas aún no saben dónde están los restos de sus seres queridos, Y que murieron solos, sin que un familiar los acompañara en ese trance.

Recordemos que durante la pandemia muchos hicieron su agosto, mientras otros muchos se arruinaban.

Recordemos que durante y después del confinamiento, muchos organismos públicos dejaron de funcionar, proporcionando únicamente un contestador telefónico a la ciudadanía. Recordemos las aulas abiertas de par en par con los niños tiritando durante horas.

Recordemos las recomendaciones irracionales de como cenar en nochebuena, con distancias, mascarillas y pasando frío. Si recordamos todas estas insensateces, nos irá cuadrando toda la porquería que está emergiendo. Y sobre todo recordemos que mientras todo esto ocurría, la corrupción se extendía como otro virus.

Sospecho que el Koldo Gate, no es más que la punta del iceberg.

Preguntémonos porque hay tanta opacidad con la gestión de los fondos de la UE. Preguntémonos en serio, si la desastrosa gestión fue intencionada. Preguntémonos si en otros muchos casos, fue fruto de la dejadez y la desidia.

Porque sabemos que la compra de mascarillas fue un chanchullo en muchos casos, podemos imaginar, por ejemplo, que había tras la compra de vacunas o la pérdida de negocios que después se vendieron de saldo.

Podemos imaginar que habría detrás de los rescates a las aerolíneas. Podemos imaginar lo peor, y acertaremos seguramente. Como también podemos imaginar que aquí no va a dimitir nadie. Que aquí, si acaso, irá a la cárcel el cabo furriel.