Fernando de Rosa “El odio es odio”

Fernando de Rosa “El odio es odio”

Por desgracia, en este proceso de polarización y fractura social al que nos están conduciendo los extremistas, asistimos a un incremento extraordinariamente preocupante del odio. En ocasiones, puede llegar a ser delictivo. En todo caso, sea delito o no, es deleznable y deben erradicarse esas conductas, procedan de donde sea. El odio es patrimonio de todas las ideologías extremistas, tanto de izquierda como de derecha. Debemos trabajar para conseguir la erradicación de las actuaciones que fomenten, promuevan o incidan indirectamente y de manera pública el odio, la hostilidad, discriminación o la violencia contra un grupo o una persona que pertenezca a un colectivo.

El peligro de desmembración de la sociedad proviene de todos los que usan el discurso del odio, justifican o fomentan, atacando la dignidad de la persona. Esas agresiones, la historia nos pone de manifiesto, que provienen de los grupos extremistas y radicales.

La proliferación del odio la encontramos en distintos ámbitos. En estos últimos días, hemos visto que el exvicepresidente Iglesias, el ministro Marlaska y la directora general de la Guardia Civil, han recibido cartas amenazantes con balas dentro. Obviamente, el discurso de las balas y las amenazas es absolutamente condenable, no hay medias tintas ni equidistancias. Sin embargo, no es más que la punta del iceberg del odio que se ha ido instalado en nuestra sociedad y que por desgracia, muchos quieren normalizar.

Odio es despreciar el orden constitucional y pretender cambiar el sistema de convivencia que nos hemos dado, desconociendo la ley y la Constitución.  Así hacen los grupos independentistas que con su posición supremacista desprecian al resto de españoles.

También es odio justificar o no condenar los actos de la banda terrorista ETA y no colaborar en la investigación de tantos crímenes que aún no han podido juzgarse. De hecho, el ahora blanqueado Bildu siempre ha asentado su discurso en el amparo del odio.

Acosar al contrario con escraches, aunque algunos lo justifiquen como jarabe democrático, es fomentar la exclusión y el enfrentamiento. También rompe la convivencia democrática señalar a periodistas o medios de comunicación que no son afines, tal y como le gusta a Pablo Iglesias.

Es contrario a los valores constitucionales, lanzar piedras frente al adversario político. La democracia no se construye con adoquines extraídos de la calzada. Las carreteras de la libertad se asfaltan con los votos libres, el respeto a la dignidad de la persona y el trabajo por el bien común.

De igual manera, son deleznables los mensajes y la incitación al odio del rapero Hasel. Sin embargo, la izquierda parlamentaria ampara y legitima esos mensajes como libertad de expresión, o incluso justificaron e incitaron en su día, los ataques a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. No hay que olvidar el mensaje en redes sociales de Echenique jaleando a los que generaron los disturbios y destrozos en las calles de Barcelona.

Hay otro discurso que también se va extendiendo y que ha entrado en la campaña electoral de la Comunidad de Madrid. Me refiero al cartel electoral, claramente manipulador, en el que se enfrenta la imagen de una anciana con los ojos cerrados, desvalida y con la cabeza gacha, frente a un menor extranjero, embozado, con mirada desafiante. El mensaje en texto quiere provocar en el electorado el rechazo a los menores extranjeros no acompañados que se encuentran en nuestro país.

Como dice Pablo Casado, “no queremos un país a garrotazos”. En democracia sobran las piedras, balas, amenazas, insultos, boicots y cordones sanitarios.

El odio es peligroso venga de donde venga, es corrosivo del orden constitucional e internacional. Nunca hay que bajar la guardia. No hay odio bueno ni otro malo, no hay violencia buena, ni otra mala. El odio es odio.