El futuro de Pedro Sánchez

El presidente español acaba de hacer un recorrido por AlbanIa, Montenegro y otros países balcánicos con los que no tenemos un vínculo especial ni tampoco controversias que valga la pena arreglar. ¿A qué, pues, ese viaje perfectamente prescindible?

Pues viene a una exposición mediática internacional, eso es seguro. Desde la reciente cumbre de la OTAN hasta aquí, Pedro Sánchez ha dedicado la mitad de su tiempo a cuestiones de política internacional, más agradecidas que las de consumo interno, en la que los números no le cuadran ni a la de tres.

El Presidente aprovechó al máximo su papel de anfitrión de la reunión de la Alianza Atlántica, adobada desde antes de su comienzo con el prometido aumento de los gastos de defensa, Luego, tuvo, obvio es decirlo, un acusado perfil como líder del país acogedor de la cumbre. Eso, en el ámbito de la OTAN. En el de la Unión Europea ha tenido sus logros como valedor de la excepción energética ibérica y su moderación a las políticas de ahorro de combustible.

Sólo le faltaba el flanco de los países al margen de las dos grandes asociaciones occidentales y democráticas. De ahí sus guiños ante los países balcánicos como su padrino para entrar en la UE. ¿Se puede pedir más movimientos en menos tiempo? Imposible.

No deja de ser curioso que, como dos vasos comunicantes, la proyección internacional de nuestro Presidente crece a medida que mengua su credibilidad interior. ¿Cuál es el truco, si lo hay?

Difícil resulta saberlo en el caso de alguien tan impredecible como Pedro Sánchez, pero ya hay quien piensa que, ante sus malas expectativas al final de esta legislatura, prepara su acomodo en un organismo internacional, sin que seguramente la presidencia de la Internacional Socialista, como ya se ha insinuado, colme sus ambiciosas aspiraciones.

A Contracorriente
Enrique Arias Vega