Batalla de Ibarra, 200 años del asesinato de indígenas fieles al Rey por parte la de República de Bolivar

Sí, vosotros habéis visto y palpado con alto dolor y amargura de vuestro corazón, la desolación de vuestro pueblo: habéis sufrido el más duro yugo del más tirano de los intrusos, Bolívar. La espada desoladora ha rodeado vuestros cuellos, la ferocidad y el furor han desolado vuestros campos, y lo que es peor, el fracmasonismo y la irreligión iban sembrando la cizaña.

12 de junio de 1823 Agustín Agualongo – Merchán Cano

No es de extrañarse estas palabras, Pasto, la fiel Pasto fue duramente castigada por el caraqueño el apodado «libertador». Pues seis meses atrás, el 24 de diciembre de 1822, Pasto fue saqueada, martirizada, expoliada y su gente asesinada en este terrible hecho conocido como la «Navidad Negra», hecho que es celebrado y omitido por quienes quieren seguir los pasos de una de las personas más perturbadas que ha parido el Nuevo Mundo. En efecto, una persona perturbada, basta con ver lo que él mismo escribe en carta a Santander el 4 de agosto de 1823, «parece que el demonio dirige las cosas de mi vida

Pero esta historia, de la batalla de Ibarra, debe ser entendida y comprendida en el contexto, sobre desde 1819 a 1823. Estos años son cruciales, tanto por lo que acontecerá en el Península Hispánica como también acá en Hispano América, o también conocida como la España Americana. Este proceso político y militar fue un hecho que marcó a los pueblos de aquella generación y por supuesto a nosotros que estamos viviendo los efectos tanto en lo político, lo económico, lo socia, lo educativo y fundamental en nuestra identidad.

Es preciso explicar que el proceso llevado a cabo por el caraqueño, Simón Bolívar, su obra no fue del agrado por popular, basta revisar quiénes se le enfrentaron en la Capitanía General de Venezuela; entre los que se le enfrentaron aparece la figura de don José Dionisio Cisneros Guevara, hijo del mestizo Juan Antonio Cisneros y la india tributaria Paula Antonia Guevara.

Don José Dionisio fue un gran defensor de los derechos del Rey y de la religión, en la Capitanía General de Venezuela, pues fue la misma monarquía quién la creó, en efecto, la identidad de los actuales venezolanos no está en Bolívar, sino en Carlos III de la Casa de Borbón, fue él el que crea la Capitanía por la Real Cédula el 8 de septiembre de 1777. La monarquía había dado derechos de gentes a los mismos indígenas para que tuviesen sus propios cabildos, ellos mismos podrían legislar sobre cómo dirimir su justicia, sus costumbres y sus leyes; al llegar Bolívar, él quitó todo lo que había otorgado la monarquía, y por eso la primera resistencia al proyecto de fragmentación se da en la misma tierra donde nació Simón Bolívar.

Consecuentemente a eso, uno de los edecanes del mismo Bolívar, el Gral. Joaquín Posada Gutiérrez, separatistas neogranadino, en sus memorias de 1881 dice lo siguiente: «He dicho poblaciones hostiles, porque es preciso se sepa que la Independencia fue impopular en la generalidad de los habitantes; que las clases elevadas fueron las que hicieron la revolución; Los ejércitos españoles se componían de 4/5 partes de hijos del país; que los Indios en general fueron tenaces defensores del gobierno del Rey, como que presentían que como tributarios eran más felices que lo que serían como ciudadanos de la República.»

En efecto, los indígenas fueron los más leales defensores de los derechos de su majestad, el Rey, y esto hay que señalarlo, puesto que Pasto es un lugar donde habitan muchas poblaciones indígenas. La pregunta que surge acá es, ¿por qué los indígenas querían defender los derechos del Rey en estas tierras? Los derechos que tenían los pueblos indígenas, a mantener sus usos, fueros y costumbres, es decir, su modo de vida, fue protegida por las leyes de Indias, leyes expedidas en 1680, estas se sostienen en las leyes de Burgos de 1512 y las leyes Nuevas de 1542, todo este marco legal permitió que los indígenas mantuviesen su cosmovisión, su modo de vida, y en muchos casos, se convirtieron en hombres ricos, acaudalados, con título de nobleza, como otro noble de Castilla, con su propio vasallaje. El idioma se conservó, justamente a este marco legal, y por manda del rey y del Consejo de Indias, así lo expresa el Rey Felipe II de la Casa de los Habsburgo al Consejo de Indias en 1596: «No parece conveniente forzarlos a abandonar su lengua natural, solo habrá que disponer de unos maestros para que los que quieran aprender voluntariamente nuestro idioma.» Con estos antecedentes, ya se tiene el porqué (causa) de la defensa de los derechos del Rey en las tierras indígenas y en la generalidad de la gente que quería seguir unida a su Rey, puesto que esa fue su tradición desde la llegada de los castellanos, nuestros ancestros, a estas tierras.

1819 el inicio del desastre.

En este año es crucial, puesto que se inventa una de las repúblicas, al estilo jacobino, más nefasta para la historia de la España Americana, la república de Colombia, esta nace el 17 de diciembre de 1819, con el congreso de Angostura, cosa curiosa este es el sueño de Simón Bolívar contenido en la Carta de Jamaica 1815. Con el invento ex-nihilo, de la nada, de esta república, comienza la fragmentación de la unidad española americana y por supuesto, la resistencia de los pueblos indígenas, mestizos, castizos, criollos, etc, que no estaban a favor de aquella república, entre ellos los Pastos, hijos fieles al Rey a lo que representó en su momento.

Esta república abarcó los territorios del Virreinato de la Nueva Granada, creada el 29 de mayo de 1717, suprimida en 1723 y vuelta a reestablecer en 1739, de la Capitanía General de Venezuela, citada anteriormente, incluso se quería abarcar a la Real Audiencia de Quito, los quiteños y quitenses no queríamos plegarnos a tal proyecto, porque ya se conocía los alcances de Bolívar, solo ver el Decreto de Guerra a Muerte del 15 de junio de 1813, también conocido como el Decreto de Trujillo, llevó al padre de Manuela Sáenz, Don Simón Tadeo Sáenz de Vergara y Yedra, nacido en Burgos, a  salir huyendo de la Real Audiencia de Quito, porque se conocía la crueldad de Bolívar, y no es para menos, eso aplicó a todo pueblo que no estaba de acuerdo a su idea de libertad.

La república de Colombia pudo subsistir gracias a otro hecho que, de manera deshonrosa, sucedió en la península, y que no se lo estudia como un todo, el golpe de estado de Rafael de Riego, que llevaron a un enfrentamiento de 3 años, conocido como el trienio liberal. El Rey Fernando VII organizó un ejército para que viniese a los Reinos de Ultramar a pacificar estos territorios, pues el Rey estuvo como prisionero de Napoleón desde 1808 a 1813, y en esta época se dieron varios hechos, como las juntas, entre ellas la Junta de los quiteños de 1808 del 10 de agosto, además, en 1812 se dieron las batallas de Mocha, en Tungurahua, la batalla del Panecillo donde el bando realista salió victorioso, aquí también se hizo una de las primeras constituciones la de los quiteños vigente desde 15 de febrero al 1 de diciembre de ese mismo año, y tal fue su anhelo que seguían reconociendo al Rey Fernando VII como su legítimo soberano, «Artículo 5.- En prueba de su antiguo amor, y fidelidad constante a las personas de sus pasados Reyes; protesta este Estado que reconoce y reconoce por su Monarca al señor don Fernando Séptimo, siempre que libre de la dominación francesa y seguro de cualquier influjo de amistad, o parentesco con el Tirano de la Europa pueda reinar, sin perjuicio de esta Constitución.» (Constitución de los Quiteños, 1812)Será en ese mismo año que se hace otra Constitución conocida como la de Cádiz, o también conocida como la Pepa, la cual ya no reconoce al Rey ni a la familia real, al contrario, el poder cae en la nación. Esta constitución es una de las primeras en Europa de corte liberal. Cuando el Rey regresa al poder, se encuentra con esta constitución la cual la deroga, es decir, la desconoce y vuelve al régimen donde el Rey era la autoridad.

El Rey Fernando VII, tiene noticias de lo que está sucediendo en sus reinos de Ultramar, es por aquello que organiza una expedición pacificadora al mando Rafael de Riego, que ya fue mencionado anteriormente, pues este comienza la guerra con el Rey el 1 de enero de 1820 hasta el 1 de octubre de 1823, para que se vuelva a restituir la Constitución de Cádiz de 1812, y será en este tiempo que se darán, la independencia de Guayaquil del 9 de Octubre, las batallas de Pichincha, Huachi e Ibarra; el genocidio en Pasto. En otras palabras, mientras el Rey estaba en una contienda contra los liberales, Bolívar y otros como Olmedo hacían la guerra a los pueblos que seguían fieles al Rey.

  • Bolívar pide al Rey Fernando VII que le reconozca a Colombia como modelo y gloria de los monarcas.

Así es, Simón Bolívar le escribe una carta a Fernando VII para que le reconozca su país inventado de la nada, y lo más curioso es cómo termina la carta.

Bogotá, 24 de enero de 1821.

A S.M. Católica el señor Dn. Fernando VII, Rey de las Españas.

Señor:

Permítame V.M. dirigir al trono del amor y de la ley el sufragio reverente de mi más sincera congratulación por el advenimiento de V.M. al imperio más libre y grande del primer continente del Universo. Desde que V.M. empuñó el cetro de la justicia para los españoles y el iris de la paz para los americanos, se ha colocado V.M. en el vuelco de todos los corazones. Desde aquel día entró V.M. en el sagrario de la inmortalidad.

Paz, señor, pronunciaron los labios de V.M.; paz repetimos con encanto, y paz será, porque es la voluntad de V.M. y la nuestra.

Ha querido V.M. oír de nosotros la verdad, conocer nuestra razón, y sin duda concedernos la justicia. Si V.M. se muestra tan grande, como es sublime el gobierno que rige, Colombia entrará en el orden natural del mundo político. Ayude V.M. el nuevo curso de las cosas, y se hallará al fin sobre una inmensa cima, dominando todas las prosperidades.

La existencia de Colombia es necesaria, Señor, al reposo de V.M. y a la dicha de los colombianos. Es nuestra ambición ofrecer a los españoles una segunda patria, pero erguida, pero no abrumada de cadenas. Vendrán los españoles a recoger los dulces tributos de la virtud, del saber, de la industria; no vendrán a arrancar los de la fuerza.

Dígnese V.M. acoger con indulgencia los clamores de la naturaleza, que por el órgano de nuestros enviados, hará Colombia al modelo y gloria de los monarcas.

Acepte V.M. los más humildes y respetuosos homenajes con que soy de V.M. su más atento y obediente servidor.

Señor.

SIMÓN BOLÍVAR

O’Leary. Vol. XXIX, Fº 56 vto. Fuente: Archivo diplomático y consular de Colombia, tomo 6, folio 1. Documento: Libro copiador, no autógrafo. Publicaciones: Lecuna I, 526 y 527. Lo toma de una copia de la época. 1.

Basta analizar las contradicciones que tiene este personaje, ya el ejercicio deductivo, permitirá darse cuenta de quién esta persona. Será en este periodo de la historia, en este rango de tiempo, en este intervalo que estos acontecimientos se desarrollarán.

  • Pasto, martirizada por su fidelidad al Rey y a la Religión (1823)

Armaos de una santa intrepidez para defender nuestra santa causa, y consolaos con que el cielo será de nuestra parte; los soldados antes adictos al bárbaro y maldito sistema de Colombia, se hallan dispuestos a defender los derechos del rey con vigor y el más vivo entusiasmo.

Así, crezca en nosotros el valor, la fuerza y la intrepidez a la defensa, para que nuestra religión y quietud, vivamos felices en nuestro suelo bajo la benigna dominación del más piadoso y religioso rey don Fernando Séptimo.

Proclama a los habitantes de Pasto

El desastroso comportamiento de las tropas y los oficiales republicanos durante la reconquista de Pasto generó reacciones adversas a la república y a los colombianos en todos los sectores de la sociedad pastusa. Las onerosas sanciones económicas que golpearon a la élite lugareña; el fusilamiento de dos curas disidentes sin fórmula de juicio y transgrediendo todas las normas canónicas, que acentuó la resistencia de un importante sector del clero; y la traicionera encerrona que se organizó con el pretexto de la jura de la Constitución, les enajenó por completo cualquier asomo de simpatía que pudiera haber surgido en los sectores populares. Nada podía resultar más antipático, agraviante y dañino para las comunidades indígenas que privarlas, de un solo golpe y con la mayor felonía, de más cien hombres jóvenes, aptos para la guerra, ciertamente, pero imprescindibles para las labores agrícolas y el funcionamiento normal de la vida comunal.

Si a lo anterior se agregan las medidas de orden legal tomadas en desmedro de la integridad e identidad comunales, como la disolución de los resguardos y la supresión de los conventos menores, ordenadas por el Congreso de Colombia en 1821, no se puede sacar otra conclusión sino la de que a los indios pastusos les sobraban razones para rebelarse contra un régimen que atentaba de manera tan flagrante contra sus condiciones materiales y simbólicas de vida, sin ofrecerles a cambio nada distinto a una abstracta y dudosa igualdad ciudadana. De modo que la rebelión que se inició en junio de 1823, al menos desde la perspectiva pragmática e inmediatista de los campesinos, era la única forma eficaz de manifestar su inconformidad y procurar la estabilidad o la recuperación de su modus vivendi tradicional.

La forma en extremo violenta en que fue tomada y saqueada la ciudad de Pasto por el ejército republicano, la masacre de cerca de cuatrocientas personas en los tres días que siguieron, las posteriores medidas que tomó Bolívar para garantizar la pacificación de la región, y la forma brutal en que el general Salom las puso en práctica buscaban, evidentemente, escarmentar mediante el despojo y el terror a los pastusos.

Ibarra una horrorosa matanza.

La masacre perpetrada en Pasto, fueron de cuatrocientas personas, así es como impuso la pacificación y el control de la región, masacrando a la población. Con saña republicana, los pastusos fueron castigados, simplemente por no estar a favor de la República al estilo jacobino. Al parecer Bolívar imitó a los revolucionarios franceses los cuales cometieron el primer genocidio moderno a la Vendée, región fiel a la religión y al Rey, reaccionarios que no estaban dispuestos a tolerar los excesos de la convención parisina.

Los excesos cometidos por las tropas de Bolívar, en vez de acobardar a la población, el efecto fue todo lo contrario, muchos se alzaron contra la violencia de la soldadesca bolivariana, el levantamiento popular se hizo presente en aquellos días. Es necesario aclarar, el ejército realista, a favor del Rey Fernando VII, eran campesinos que defendían sus tradiciones y su modo de vida que una república inventada de la nada, estaba destruyendo.

La visión de muchos republicanos sobre este alzamiento, era considerado como un movimiento guerrillero, aunque no es de extrañarse que eso sucediese, puesto que, en la América Española, no hubo un ejército regular, puesto que, no era necesario tierras adentro. Lo que sí hizo la reforma de Carlos III, crea para 1763 las milicias llamadas disciplinadas, regladas o provinciales para que puedan defenderse de los ataques piratas de los ingleses; en 1797 con 14 años Bolívar pertenece a la milicia de blanco, y para 1798, recibió de su majestad Carlos IV el título de Subteniente de la sexta compañía del batallón de milicias de Blancos del Valle de Aragua, entonces, ¿qué se puede deducir de todo esto?

Seguidamente, el primer levantamiento fue por febrero de 1823 en el sitio conocido como Aticance, a una legua de Pasto, los nuevos líderes de esto serían: Estanislao Merchancano, Agustín Agualongo, Joaquín Enríquez, Juan José Polo, Francisco Angulo, Ramón Astorquiza, el cabecilla patiano Jerónimo Toro y los antiguos caciques indígenas José Canchala, de Catambuco, y José Calzón, de Cumbal. Se sabe que Enríquez, Canchala y Calzón tenían mucha influencia y relaciones en la provincia de los Pastos; no se conoce quién era el líder en este alzamiento, pero podríamos suponer que Agustín Agualongo era el más experimentado, pues sus méritos en la lucha contra los insurgentes primero con los quiteños de 1812, batalla del Panecillo, para 1813 fue sargento, para 1816 ya era teniente, en 1820 pasó a ser capitán. Después de la batalla de Pichicha y posteriormente de la navidad negra, se le dio el título de Coronel de los ejércitos del Rey.

Agualongo combate contra Flores, las milicias de Pasto, vence a las tropas floreanas, todo esto se dará por el 12 de junio de 1823, Agualongo se tomó la ciudad de San Juan de Pasto, a cargo de la ciudad estaba Estanislao Merchancano y el militar el Coronel Agustín Agualongo; al enterarse de esto Simón Bolívar que se encontraba en Babahoyo, marchó para sofocar la rebelión de los fieles al Rey.

El nuevo gobierno de Pasto le hace llegar esta misiva al cabildo de Otavalo para que sepan y conozcan del porqué del nuevo gobierno: «todo nuestro objeto, solo se ha dirigido a recobrar los sagrados derechos de ambas majestades, sin inferir a persona alguna los notorios males desastrosos que causó Colombia a este vecindario con sus continuos latrocinios, homicidios, y monstruosas violencias, incendios de muchas casas, de haciendas, y de tres pueblos enteros, y otras más iniquidades propias de semejante gobierno bárbaro, sin fe, ni religión cristiana»

El 12 de julio, las tropas de Agualongo tomaron la villa de Ibarra, de manera pacífica, puesto que ahí también eran realistas y estaban en total descontento con el gobierno republicano que Bolívar presidía. Entre los últimos quince días de junio y la primera semana de julio se dieron negociaciones, el detalle del avance del ejército de Bolívar y cómo se dio la guerra y sus efectos, lo relata Jairo Gutiérrez Ramos «Desde finales de junio el ejército colombiano comenzó a desplazarse con el fin de contener a los pastusos. El 20 salieron de Quito hacia Pasto 266 hombres. El general Salom, jefe superior del departamento, hizo salir de Ambato y Latacunga a seiscientos hombres que esperaba hacer subir a mil en Otavalo e Ibarra. Bolívar llegó el 27 a Quito, donde lanzó una proclama y salió a encontrar a los pastusos el 6 de julio, con una fuerza de mil quinientos hombres. Llegó ese mismo día a Guayllabamba, y el 8 a Otavalo, donde se quedó hasta el 11. Luego se replegó a Guayllabamba el 12, con el fin de hacer avanzar a los pastusos y aplastarlos a campo abierto y lo más lejos posible de su territorio. Allí se le unieron las tropas que venían de Guayaquil y algunos refuerzos de Tabacundo. Ese mismo día Agualongo ocupó Ibarra. El 15 pasó Bolívar por Tabacundo y llegó a Ibarra el 17, a las seis de la mañana. Los pastusos fueron sorprendidos completamente descuidados mientras reponían sus fuerzas, y apenas pudieron defenderse del arrollador ataque republicano.»

«El resultado de la batalla de Ibarra fue deplorable para los pastusos. Una ‘mortandad horrorosa’, según la describió el coronel Demarquet edecán de Bolívar. Y no podía haber sido de otra manera, pues, sin desconocer las implacables reglas de la guerra, lo de Ibarra no fue solo una celada, sino una auténtica masacre con visos de etnocidio, si se tiene encuenta que su propósito expreso era ‘el exterminio de la raza infame de los pastusos’. Después de haber muerto a lanzazos y disparos a cuantos disidentes realistas pudo acorralar en las calles de Ibarra, Bolívar encomendó al general Barreto marchar con la caballería a perseguir a quienes trataban de huir y, como anota el mismo Demarquet, ‘por todas partes y direcciones se han mandado partidas con el mismo objeto, para acabar de destruir esa facción, y no hay la menor duda de que ni un pastuso conseguirá repasar el Guáitara’. En total, los pastusos muertos sumaron ochocientos, ‘en quienes el coraje de nuestras tropas y la venganza de Colombia aun no han podido saciarse’. En otras palabras, cerca de la mitad del ejército comandado por Agualongo fue exterminado. Este, sin embargo, logró escapar hacia Pasto con los restos de su tropa, pese a la enconada persecución de los colombianos.» (Ramos, 2012)

Bolívar le escribe a Santander desde Quito el 21 de julio de 1823, lo siguiente: «Pasto es la puerta del sur, y si no la tenemos expedita, estamos siempre cortados, por consiguiente es de necesidad que no haya un solo enemigo nuestro en esa garganta. Las mujeres mismas son peligrosísimas. Lo peor de todo, es que cinco pueblos de los pastusos son igualmente enemigos, y algunos de los de Patía también lo son. Quiere decir esto, que tenemos un cuerpo de más de 3.000 almas contra nosotros, pero una alma de acero que no plega por nada. Desde la conquista acá, ningún pueblo se ha mostrado más tenaz que ese. Acuérdese usted de lo que dije de la capitulación de Pasto, porque desde entonces conocía la importancia de ganar esos malvados. Ya está visto que no se pueden ganar, y por lo mismo es preciso destruirlos hasta en sus elementos”.

Hubo varias negociaciones por parte de la república de Colombia a los habitantes de Pasto. En noviembre Santander estuvo negociando con los Pastos pero lo impresionante es la respuesta que le da Merchancano a Santander, rendición de Colombia y su retorno al seno de la monarquía española. De lo contrario, los pastusos disidentes estarían dispuestos a morir «por defender los derechos sagrados de la Religión y la obediencia al rey, que es su señor natural, primero que obedecer a los lobos carniceros e irreligiosos de Colombia»

Finalmente y a modo de conclusión, el devenir histórico de los pueblos hispanos es muy complejo para solo abarcar en una somera frase de libertad, se ve claramente que la fidelidad fue una constante, incluso en momentos de donde la muerte, la acrimonia, el pillaje se hicieron presente. Este es el ejemplo del Coronel Agustín Agualongo y el civil Estanislao Merchancano fueron fieles y leales a su Rey a la Religión, es decir, fueron los que lucharon para mantener la unidad española americana, como la gran generalidad de los pueblos hispanos de la época. El día que volvamos a vernos como lo hizo Agualongo y los pastusos, quitenses fieles al Rey, tendríamos una oportunidad frente a un mundo que nos quiere divididos y empobrecidos.

Alejandro Armijos-Ramón

Referencia.

  • Constitución de los Quiteños, 1. (1812). Constitución de los Quiteños 1812. Quito.

  • Ramos, G. J. (2012). Los indios de Pasto contra la República . Bogotá.