Dra. Rocío López García-Torres «La educación religiosa y el pleno desarrollo de la personalidad»

Además de en la concertada, el debate de la educación siempre desemboca en la religión.

La polémica sobre la religión no deja de estar en el escenario social y educativo. Por muchos argumentos, de peso, a favor, el asunto no está exento de la fuerte influencia ideológica que habitualmente condiciona cualquier tipo de controversia en nuestro país. Sin embargo, desechar de manera irreflexiva la posibilidad de la religión, por meros prejuicios, equivale a empobrecer notablemente la formación del educando.

Estamos de acuerdo en que todo sistema educativo pretendeformar el mejor modelo de persona y, consecuentemente, de sociedad. Y algo en lo que todas las leyes educativas coinciden–¡milagro!– y postulan entre sus fines es en que “la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana” (Constitución Española, artículo 27.2).  Esta expresión, aunque puede interpretarse en sentidos muy variados, todos ellos incluyen el concepto de totalidad: la educación de la persona completa, de todas y cada una de sus facultades y dimensiones. Y aquello que está completo es aquello que no carece de ninguna de sus partes.

Si el fin último de la educación es el desarrollo de las personas en plenitud, las instituciones educativas no pueden conformarse con equipar a los estudiantes de conocimientos, sino que son muchas lasdimensionesde la persona que deben ser cuidadas: corporal, intelectual, afectiva, religiosa, social, moral… Todas, desde la perspectiva de la educación integral, deben ser atendidas. De este modo, la dimensión religiosa es necesaria para la construcción de la persona. No puede ser plena la educación si le falta el componente religioso. Por tres razones fundamentales:

1. El sentido trascendental.

En primer lugar, sería una decisión desafortunada desde la reflexión filosófica de la vida. Después de todo, las grandes religiones no son sino las historias del modo en que diferentes gentes, en diferentes momentos de la historia de la humanidad, han tratado de alcanzar un sentido de la trascendencia: el sentido último de la vida. No podemos negar la importancia de la religión en la propia concepción existencial del ser humano, eterno buscador del sentido de su vida. La dimensión religiosa del ser humano, su apertura a la trascendencia, responde a sus preguntas acerca de la vida y la muerte (el origen del universo, de dónde venimos, si hay algo después de la muerte…). Existen muchas y diversas respuestas, también religiosas. La libertad de buscar respuestas, y de que una de esas respuestas sea religiosa, es un valor en una sociedad plural (J. M. Rodríguez Olaizola, sj, 2019).

2. El sentido identitario.

En segundo lugar, el pleno desarrollo de la personalidad requiere de la posesión y asimilación de los elementos fundamentales de la propia historia y cultura. Y de ahí la necesidad, como afirma la profesora Adela Cortina, de que todos los alumnos tengan acceso al hecho religioso y sus distintas manifestaciones sociales, culturales, literarias, artísticas, morales…, en cuanto elementos decisivos para la configuración de las culturas contemporáneas.

Se trata de conocer las creencias, actitudes y valores básicos de las distintas confesiones o corrientes que a lo largo de los siglos han estado presentes en nuestra sociedad y que forman parte de la tradición y el patrimonio cultural. De ayudar a la comprensión de estas claves culturales mediante el conocimiento de la historia de las religiones y de los conflictos ideológicos, políticos y sociales que en torno al hecho religioso se han producido a lo largo de la historia. De ofrecer un acercamiento a las religiones como hechos de la civilización.

Sería imperdonable dejar escapar esta oportunidad educativa de transmitir quiénes somos. Considerando la religión un resquicio del pasado, condenándola al olvido, nos estaríamos traicionando a nosotros mismos y nuestra historia (Alberto Estévez, sj, 2020).

3.La práctica religiosa.

Y en tercer lugar, supondría una grave carencia para los alumnos pertenecientes a familias creyentes, de cualquier religión –no hay que confundir la religión (asignatura) con catequesis (RAE:3. f. Lugar o reunión donde se imparte la doctrina cristiana)–, que verían mutilada, incompleta, su educación al quedar silenciado el aspecto religioso.

¿Por qué habría de quedar limitada la libertad de los padres para contemplar como opción la educación religiosa? ¿Por qué determinados valores sí han de favorecerse o impulsarse desde la escuela y otros no? La actualidad no deja de recordarnos lo importante que es el respeto a la diversidad; sin embargo, cuando hablamos de religión, a muchos les cuesta entenderlo.

De este modo queda defendida la religión, desde el convencimiento de que no puede ser plena la educación si le falta el componente religioso.

Dra. Rocío López García-Torres, psicóloga y profesora de Magisterio en la Universidad CEU Cardenal Herrera