Sorprende la pudibundez con que se ha venido llevando hasta ahora el caso de Begoña Gómez y su imputación judicial. Empezó pasándose de puntillas sobre el tema, como si criticar a la mujer del Presidente fuese un acto mezquino, producto de la animadversión política hacia su marido. Tanto ha sido así, que en las primeras alusiones públicas al tema se hablaba del entorno personal, en vez de mencionar los lazos directos de la encausada con Pedro Sánchez.
Sólo a medida que se han desvelado más datos sobre el comportamiento de la interesada y de su encausamiento judicial, la citada ha pasado de ser un mero entorno personal a protagonista por derecho propio.
Aun así, no deja de ser significativo que los medios de comunicación y los tertulianos de izquierdas minimicen al máximo un caso que ya está en manos de los tribunales. Contrasta esa conducta con la seguida por ejemplo con Paco Camps, ahora exonerado de los cargos que han pendido sobre su cabeza durante quince años. A Camps, inocente judicialmente, El País, por ejemplo, le dedicó 169 portadas haciéndose eco de su presunta culpabilidad. En cambio, desmontada ésta, apenas si una escueta noticia ha dado cuenta de su exculpación. Contrasta, pues, un tratamiento con otro y evidencia una timidez de la derecha a responder con la misma moneda.
Con todo, la instrucción de diligencias contra la mujer de Sánchez, tengan éstas el recorrido que tuvieren, la ha convertido ya en protagonista del escenario público, Si quería tener su propio espacio personal al margen de su marido, lo ha logrado, pero no sin que su matrimonio con el presidente arroje todo tipo de sospechas sobre su actuación profesional. En ésas estamos.