Parece ser, que sigue mandando Grezzi, alias “el atascador”.
Cual enfermedad coronaria, nos dejó Valencia con un sistema circulatorio repleto de embudos y puntos negros. Salpicado de carriles bici, que usan mayoritariamente turistas, cuya aportación económica pasa por alquilar una bici para desplazarse.
Circular por Valencia se ha convertido en un deporte de riesgo. Pero lejos de solucionarlo, se continúa con estas obras. Y ¿quién lo agradece? Compromís. Claro que sí. “Gracias alcaldesa, por continuar nuestro desastre, ah si, y ¡Mazón dimisión!”…
Totalmente incomprensible.
El próximo embudo nos lo están haciendo en Gaspar Aguilar. Toda la avenida. Algo, que a pesar de lo que nos intenten colar con sus consignas políticas, nadie ha demandado. Nadie quiere otro embudo.
La gente trabaja, aunque en el ayuntamiento se crean, que todo quisque vive igual de bien que ellos. La gente tiene que repartir, por ejemplo, a esos restaurantes tan “chulis” a los que ellos acuden a comer. La gente tiene que repartir, llevar y traer todo tipo de cosas. Para ello, se requieren vehículos grandes como furgonetas y camiones.
Esos hoteles, para esas vacas holandesas que se pasean en bici, requieren de reparto y recogida de lavanderías, por ejemplo. Un trabajo duro y penoso, que esta gente se ha encargado de endurecer aún más. Los bares de tapas para sus queridos turistas requieren suministros.
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Me gustaría ver a Grezzi, en este caso a Jesús Carbonell, repartiendo, con un camión, barriles de cerveza de cincuenta litros y esquivando gente en bici o patinete.
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Me gustaría verlo con la policía local acechándolo para multarlo si se pasa un minuto del tiempo de carga y descarga.
Me gustaría verlo, a él y a quien continúa su obra, intentando aparcar en cualquier barrio de la ciudad. Zonas de colorines y contenedores como si no hubiera un mañana. ¿Todo esto era necesario? ¿se ha multiplicado la basura por ocho? ¿Por qué si antes cogía en un contenedor de aquellos verdes, ahora hay ocho contenedores dónde antes solo había uno?. Reciclaje, no. Negocio.
Es todo una tomadura de pelo. El tristemente famoso “anell ciclista” ha convertido la ciudad en una trampa.
Jamás se mejora el tráfico de ningún tipo, estrechando las calles y las avenidas. Lo que se consigue es todo lo contrario. Los accidentes de patinete han superado ampliamente a los de coche. ¿Casualidad? No. Para rematar su satánica obra, el anterior gobierno nos dejó la ciudad casi a oscuras, con unas farolas de juguete que alumbran menos que una vela. Así, se forma la tormenta perfecta. Así, vivir en Valencia es cada vez peor.
Pero claro, la gente que no trabaja o no ha trabajado nunca, esto ni se lo imagina. No hay nadie que vaya tan en contra de un trabajador, como los partidos de izquierdas.
Por lo visto, en el ayuntamiento, continúan sin saber muy bien, cómo gastar esos fondos Next Generation. Existe una penosa relación de total estupidez entre política y dinero.
Desde esa perspectiva, desde su burbuja, lo ilógico debe parecerles lógico.
Una ciudad con este caos circulatorio, con este atasco continuo, no puede prosperar. Y la evidencia está ahí para quien quiera verla. Vas por el centro de Valencia y no hay más que franquicias cutres y grandes cadenas. Te puedes encontrar, incluso, peleas multitudinarias de todo tipo de gente extraña. No hay comercios como hace años y no, no es por ninguna crisis, es porque el anterior gobierno convirtió la capital en una ratonera. Nos “tercermundizó”.
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Por eso se votó al PP. Pero, claro, si en vez de arreglar el desastre, lo amplían ¿por qué votarles de nuevo?. Que la alcaldesa reflexione un poco sobre lo que implica esto.
Yo no quiero que Pilar se haga con la alcaldía. En dos años nos dejaría como Haití. Pero tampoco quiero que el desastre continúe.
Yo quiero poder circular por Valencia.
Yo quiero ver la Valencia en la que podías moverte, a la que podías ir a comprar, al médico o a darte un paseo por el antiguo cauce.
Yo quiero ir al centro de Valencia. Yo quiero poder desplazarme en coche porque estoy en mi derecho. Porque pago religiosamente mis impuestos y quiero ver un retorno, no cada vez más retroceso.
¡Ya está bien!.