De Zapatero a Mónica Oltra

Todavía la izquierda sigue presumiendo de sus dirigentes, aunque hayan sido condenados o imputados en causas penales. Se trata de esa superioridad moral que se autoatribuye, como si fuese superior  a los demás mortales.

Lo ha hecho durante la campaña andaluza Rodríguez Zapatero, al mostrarse “extraordinariamente orgulloso” de los ex presidentes Chaves y Griñán, “personas honestas”, según él, pese a haber sido condenadas por prevaricación a causa de la fabulosa estafa de los ERES.

Zapatero, como muchos dirigentes de la izquierda, aún no se ha dado cuenta de que las conductas de sus congéneres no tienen justificación por el hecho de serlo y que la opinión pública empieza a medirlos con el mismo rasero que a los demás. Incluso es ya más crítica con ellos, debido a su hipocresía moral de ser intolerante con sus adversarios y justificar, en cambio, todas las tropelías cometidas en sus filas.

Otro ejemplo reciente ha sido el de Mónica Oltra, la ex vicepresidenta valenciana, acusada de tres delitos repugnantes en relación con la violación de una menor. Casi todos los líderes de extrema izquierda, en vez de tener palabras de consuelo hacia la menor agredida por el ex marido de Oltra lo que han hecho es ponderar las presuntas virtudes de la imputada: “valentía”. Yolanda Díaz y Mónica García; “generosidad”, Ione Belarra y Ada Colau, etcétera, etcétera.

No es de extrañar que con este extraordinaria perversión de valores, en que sólo se cree a las víctimas cuando eso beneficia al feminismo oficial y se las ningunea cuando pone en cuestión a sus dirigentes, esta izquierda de boquilla vaya perdiendo apoyos elección tras elección.

A Contracorriente  
Enrique Arias Vega