Enrique Arias Vega: Aforamiento en Extremadura
La perversión del aforamiento de los políticos la ha puesto de manifiesto el secretario del PSOE extremeño, Miguel Ángel Gallardo. El hombre ha hecho que se salten los derechos de varios diputados titulares y suplentes a la Asamblea de Extremadura, para así ser diputado y sustraerse al juicio que le instruía un tribunal de justicia. El apaño del partido para nombrar subdelegada del Gobierno a la diputada cesante no ha cuajado al negarse a marcharse la titular del puesto.
Como se ve, un auténtico lío con tal de aforar al nuevo diputado, que a partir de ahora deberá ser juzgado por el tribunal superior de la comunidad. O sea, que el nuevo parlamentario no lo es por méritos propios, sino por una simple huida hacia adelante para que sea más difícil someterlo a la justicia.
Hablábamos de perversión del aforamiento, instrumento creado para garantizar la libertad de expresión de sus señorías en el ejercicio de su cargo, y que se ha prostituido como barrera legal para evitar los tribunales de primera instancia y obligar a la asamblea respetiva a otorgar el placet para su enjuiciamiento.
El asunto es más escandaloso si tenemos en cuenta el número de aforados que existe en nuestra vida pública, a diferencia de otros países en los que unos pocos ciudadanos tienen ese privilegio para poder decir lo que quieran sin censura alguna. No, en ningún caso, para escaparse de asuntos de corrupción como es el que nos ocupa aquí.
Por eso, el aforamiento de Gallardo en un parlamento regional trasciende de la geografía del suceso y se enmarca en un estado general de putrefacción de la cosa pública que nos habrá de proporcionar más titulares dada la magnitud de los casos que se ventilan.