La okupación ilegal de viviendas se ha convertido en uno de los mayores problemas sociales de España en los últimos años. Aunque muchos lo intentan disfrazar de “emergencia social”, lo cierto es que se trata de una actividad delictiva que pisotea los derechos de los propietarios y pone en entredicho el estado de derecho en el país. Es un claro ejemplo de cómo el sistema judicial ha fallado a la hora de proteger a los ciudadanos honrados.
La impunidad con la que actúan los okupas es alarmante.
En muchas ocasiones, los propietarios se ven obligados a esperar años para poder recuperar su propiedad, mientras que los okupas, que en muchos casos han destrozado los inmuebles, siguen viviendo sin consecuencias. Esto no es solo una injusticia para el propietario, sino que es una señal de que el sistema judicial está fallando en su deber de proteger los derechos fundamentales.
Lo más grave es que el gobierno, en lugar de poner en marcha políticas para frenar la okupación y reforzar las leyes para proteger a los propietarios, prefiere mirar hacia otro lado y utilizar la okupación como una excusa para desviar la atención de otros problemas económicos y sociales más graves. El resultado es una creciente sensación de desconfianza en las instituciones, ya que los ciudadanos no ven que sus derechos sean respetados.
La okupación no solo es un síntoma de un sistema judicial lento y obsoleto, sino también un reflejo del fracaso del Estado de Derecho. Si el gobierno no actúa con firmeza, esta situación solo empeorará, y los ciudadanos seguirán perdiendo la confianza en las instituciones que deberían protegerlos. Es hora de que se recupere el respeto por la propiedad privada y se combata de manera efectiva la okupación ilegal.