Si las primeras sufragistas levantaran la cabeza, no darían crédito al retroceso brutal que están sufriendo las mujeres en Europa.
Tenemos dos enemigos, uno dentro, que son aquellos que nos obligan (bajo sanciones) a llamar a un señor con barba, mujer. Y el otro enemigo, es el que dejamos entrar alegremente. El que considera a la mujer como al ganado.
Pues como suele decirse “apañadas estamos”.
Por un lado, está todo el negocio Woke, porque que nadie se engañe, todo ese movimiento absurdo, no responde a una ideología. Es más bien un negocio que se justifica con ideología. Chiringuitos de aquí a Marte, repletos de vagos y vividores por todo el mundo occidental, y que son regados de dinero público. Pero ojo, seguramente también privado. No me cabe duda de que los que venden las hormonas y los carísimos tratamientos de por vida, que acarrea un “cambio” de sexo, habrán tenido algo que ver. Y cómo no, todo el montaje estrafalario con nombre de abecedario, también.
Movimiento que se declara “feminista” pero que está controlado por hombres, eso sí, homosexuales.
Ellos son los que mandan, y están contentísimos de denigrar y hacer de menos a su competencia directa. La mujer heterosexual. Todo ello alentado y amplificado por una izquierda pija, irresponsable y completamente enloquecida. Una izquierda misógina, como toda la vida. Una izquierda que no reconocería un obrero ni, aunque le mordiera el culo. Una izquierda que alardea de no saber qué es una mujer, pero cuyas lideresas hacen todo lo contrario a lo que predican. Ellas si tienen hijos, ellas los tienen porque entre otras cosas, pueden pagarlo.
Y como no, toda esta izquierda anti mujeres, está encantada con la entrada masiva de ilegales o legales, cuyas “costumbres” contemplan sin tapujos la humillación de la mujer. Unas costumbres que las obligan a cubrirse de pies a cabeza. Que las obliga a someterse al hombre, sí o sí. Que las deja a la altura de simple ganado. Todo eso no solo está entrando a raudales en toda Europa, además, ya está firmemente asentado en muchos paises. Incluido el nuestro.
La violación por parte un marroquí ilegal a una niña de catorce años, en el barrio de Hortaleza no es más que una de miles.
Los delitos sexuales han aumentado de forma vertiginosa. Y no es casual. Estamos dejando entrar, alimentando y dando alojamiento, a gente que no ve nada malo en violar a una mujer, porque es una infiel, y esas están disponibles. Y lo que es aún peor, muchos de estos dicen ser menores, porque son muy conscientes de que, aunque sean detenidos, esa ley aberrante (la ley del menor) los pondrá en la calle quizá en unas horas. La impunidad es total. Y con una impunidad total por parte de esta gente, las mujeres en España ya no somos libres.
No lo somos, porque somos víctimas en potencia.
“Sola y borracha quiero llegar a casa”.Era el slogan que difundían las del pañuelito morado. Esas cuya defensa de las mujeres, se centra en cobrar barbaridades por poner toldos violeta en un festival, pero que jamás denuncia ni un solo ataque a mujeres perpetrado por los misóginos extranjeros. Y esto es porque les parece muy bien.
La cantinela del “vulnerable”, ya no cuela. Tampoco lo de “pobrecitos, vienen a buscar una vida mejor”, ¡Y la encuentran! Vaya si la encuentran.
Se los aloja, se los mantiene, no tienen que trabajar, pueden robar, agredir y violar sin consecuencias. Si, definitivamente encuentra una vida mejor. Por mucho menos de lo que esta gente hace aquí, en sus paises de origen los meterían en la cárcel de por vida. Por eso en gran parte se suben a un barco, que luego los mete en una patera, y que las autoridades españolas remolcan hasta Canarias o dónde les pille.
Hace falta una revisión muy seria. Hace falta hablar alto y claro. La lástima inducida, el discurso buenista y demás zarandajas, nos ha metido a todos en un atolladero del que difícilmente vamos a salir. Y las que salimos peor paradas somos las mujeres.
Tendremos que cambiar este slogan “Sola y borracha quiero llegar a casa” por “Solo quiero llegar a casa”.
















