La Constitución, ¿inmovilismo o reforma?. ¿Miedo o caos?. ¿Somos nosotros el problema?

La Constitución, esa casi cincuentona que está entre nosotros y que tanto costó llegar a su consenso. Un espíritu de la Transición de la dictadura a la democracia que se ha diluído durante décadas y hoy está desaparecido.

La sociedad de 1.978 poco tiene que ver con la sociedad actual. Cambios sociales, económicos, cultrales y hasta informáticos han hecho avanzar a una sociedad muy alejada de la de entonces. Hemos pasado de los robagallinas a los delitos teconológicos, de la legislación que trataba de apostar por la igualdad a luchar contra el acoso escolar o la violencia de género.

La Constitución fue la pieza clave en un moemnto clave, pero se dejó a medias quan cohitus interruptus. Se construyó el edificio, pero nunca se departamentó. Los textos accesorios a ellos, los reglamentos que deberíand e complementar a dicha norma nunca vieron la luz.

Quizá costó tanto llegar a su consenso que los políticos no han querido nunca más ser valientes. Están muy cómodos en su atrezzo de cartón piedra de salir a la tribuna a nombrarla y exigir su respeto y depsués minusvalorarla cuando no traicinarla.

Los hombres de Estado fueron de otra época y desde hace décadas existen vividores de la política. Profesionales de la misma que se valen de ella para agrandar sus bolsillos o su fama, para sus intereses particulares.

Momento clave

Ahora vivimos otro momento clave en el que debemos escoger entre ser valientes o seguir dejando que nuestros miedos no nos permitan avanzar. la Constitución como la ley ha de adaptarse a la sociedad y por tanto ir modificándose con el tiempo para adapatarse a las nuevas realidades. Están caducos los conceptos y el espíritu que se reflejó en 1.978, cuando ni siquiera yo había nacido. Ahora peino canas y nunca he podido ver una modificación para hacernos la vida mejor.

Pero el problema es que mientras permitimos una modificación express para ceder soberanía de cara a Europa no somos capaces de volver a tocar ni una coma. Mientras tanto, el Derecho Civil Valenciano sigue en el limbo, y muchas mejoras han de esperar.

La amenaza es el separatismo independentista, pero también el querer cambiar de arriba a abajo un texto constitucional. Una Carta Magna que ya más bien no refleja nuestra realidad.

Los peligros siempre nos acechan, pero igual el problema en sí es que si abrimos la caja de pandora igual descubrimos que el problema somos nosotros mismos.

Quizá nosotros seamos el problema

El problema real es que no queremos mirarnos al espejo. Si lo hacemos veremos reflejado un simplón que sigue las reglas de la Antigua Roma, «pan y circo». Mientras tengamos cubiertas nuestras básicas necesidades no cuestionamos nada, ni siquiera nuestras decisiones y principios.

Quizá no queramos ver que no sabemos ni lo que votamos ni a quién, nos despreocupamos y dejamos a los políticos tengan un cheque en blanco para toda una legislatura. Ellos serán los dueños de nuestras vidas durante cuatro años. ¿ Por qué?.

No queremos abrir la caja de pandora de pensar que el sistema autonómico que establecía la Constitución Española ya hace años que se superó. El País Vasco y Navarra no son solidarios con el resto en el momento que tienen su «cupo» de aportación al Estado, y son diferentes al resto. Cataluña sabe muy bien eso de que «qui no plora no mama», y con el «España nos roba» desde hace décadas saca inversiones y fondos más allá de lo que le pertenece.

El caldo de cultivo de extremismos y populismos

Unos y otros han vendido las parcelas del Estado y ahora no sabemos exactamente dónde estamos. Si en un Estado federal, si con una España a varias velocidades según el nombre de tu Comunidad Autónoma o en unos reinos taifas…

Este es el caldo de cultivo perfecto para vendepatrias y distintos populismos. Que los hay de extrema derecha y de extrema izquierda… aprovechados de la coyuntura y de nuestra permisividad absoluta que se mueven como pez en el agua y son capaces de vender frigoríficos a esquimales.

Estemos a la altura todos nosotros

La sociedad española se merece políticos a la altura, pero para eso, los ciudadanos hemos de saber estar a la altura y saber valorar la democracia para no volver al pasado. Las luchas entre derechas e izquierdas han acabado. No nos podemos permitir seguir etiquetando si monárquicos o republicanos, si del bando nacional o del republicano. Recuerden señores, en una Guerra todos pierden, absolutamente todos los ciudadanos. Sólo se benefician los que sacan beneficio de ellas, aprovechados, empresas de armamento y demás oscuros intereses.

Empecemos a preguntarnos que podemos hacer por nuestro país, y seamos diligentes a la vez que críticos con nuestros políticos. Ni tienen un ceheque en blanco ni se lo debemos permitir. Ya es hora de aprender a ser políticos para empezar a trabajar para el futuro y dejar en paz el pasado. Un aviso a navegantes de derechas y de izquierdas. Si amas este Estado, deberán querer lo mejor para él y para la sociedad. Reflexionemos en esta fecha de efemérides de nuestra vieja Carta Magna.

Vicente Manuel Bellvís