Fernando de Rosa: “Las falsas lecciones de ética de la izquierda”

Hacer filosofía sobre la ética es intentar identificar cuál es el bien supremo que busca el hombre durante su existencia. Así, Aristóteles, sostenía que ese bien era la felicidad. Por su parte, Epicuro, hizo referencia al placer, o sea el hedonismo. O en el caso del estoicismo de Séneca, se piensa en la rectitud moral por encima de todo.

Por su parte, en la obra: “Fundamentación de la metafísica de las costumbres” publicada en el año 1785, el filósofo Immanuel Kant formuló su imperativo categórico de diferentes maneras, aunque finalmente quedó recogido en la “crítica de la Razón Práctica” de la siguiente manera: “obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal”.

Es decir, obra de tal manera que tu actuación sirva para ser elevada a norma general de la conducta humana. En el caso en que no pueda hacerse así, dicha conducta está fuera de la ética. Es evidente que la política y la actuación de sus responsables debe estar también inspirada por la necesidad de actuar buscando el bien de todos, no el particular. Es decir, el bien supremo debe ser el común, no el particular.

Estas reflexiones de carácter filosófico me han surgido al escuchar al President Puig dar lecciones de ética tras el anuncio de la dimisión del síndic Manuel Mata, afirmando que el partido socialista “ha adoptado las medidas que correspondían por una cuestión ética». Y oír al President decir esto genera perplejidad y tristeza. El PSPV en particular, y el gobierno tripartito del Botànic, en general, no miran por el bien común, sino el de ellos. La Comunitat Valenciana está dejada de la mano de sus gobernantes que andan preocupados por comerse las migas que quedan del pastel del poder antes de volver a la oposición.

El Gobierno del Botànic está en su recta final, por eso Puig se resiste a convocar elecciones en la Comunitat. Sabe que su cuenta atrás ha comenzado. Los valencianos y valencianas están hartos de tantas promesas incumplidas, y, sobre todo, necesitan recuperar una ilusión y esperanza en el futuro que las políticas de Puig han frustrado. Con asesores y enchufados no se solucionan los problemas de todos, sino que solamente se beneficia a unos pocos. Esto no es ético.

Por su parte, la Vicepresidenta Primera, Mónica Oltra, se encuentra “tocada y hundida” con el escándalo que siempre le va a acompañar, pues no ha sabido estar a la altura de las circunstancias y por una cuestión ética y también estética, debería haber presentado ya su dimisión.

Por su parte, Podem, ni está ni se le espera. Es muy curioso cómo los podemitas se deshinchan cuando llegan al poder, hasta el punto de convertirse en irrelevantes.

Como he señalado, Puig hace referencia a la “ética” tras el anuncio de que el síndic del PSPV-PSOE en Les Corts Valencianes, Manolo Mata, deja el escaño que ocupaba desde hace siete años, ejerciendo la función de portavoz de los socialistas valencianos. Mata sostiene que abandona el escaño para centrarse en la defensa penal de uno de los investigados en la macro causa del caso Azud. Se pone fin a una situación inaceptable: el portavoz de los socialistas, a quienes también salpica presuntamente este caso, es el abogado de uno de los principales responsables de la trama de corrupción, tal y como sostiene el juez instructor. El levantamiento del secreto del sumario ha sido aprovechado por el síndic, para dimitir y poner como determinante en su balanza de valores, defender al investigado y dar un portazo a su labor al frente de Les Corts.

Se produce la deserción de una persona clave en el socialismo valenciano, al que Puig designó personalmente como portavoz en Les Corts, que se va, no por ética, sino porque sabe que el barco se hunde y que la trama de corrupción puede salpicar a su partido.

La izquierda valenciana ha perdido la oportunidad de demostrar que sus discursos son algo más que meras palabras.

Elevar a norma general de conducta las actuaciones del Botànic han traído la ruina a muchos sectores y familias en la Comunitat Valenciana. Procurar el bienestar de unos pocos, en vez de mirar por el bien común, no es ético.