Enrique Arias Vega: «La defensa de España»

La decisión de aumentar el presupuesto de Defensa ha encontrado la oposición de los de siempre: Unidas Podemos y toda la izquierda filoterrorista, separatista y demás. O sea la de quienes desean un Estado débil, incapaz de defenderse llegado el momento.

Lo bueno del caso es que en una democracia los gastos de defensa no son realmente unos dispendios bélicos, sino un medio para mantener la paz. Ya lo anticipaba el viejo aforismo latino si vis pacem para bellum, es decir, si quieres la paz prepara la guerra, no con el ánimo de ir a ella, sino por el contrario para evitarla gracias a la disuasión.

En esas estamos, en un país cuyo presidente ha caído del guindo tras pasar de afirmar cuando estaba en la oposición que sobraba el Ministerio de Defensa, a aceptar que hay que llegar en esos gastos al 2% del PIB, como pide la OTAN.

Lo cierto es que nuestro desprecio a los instrumentos disuasorios que suponen unas fuerzas armadas modernas se pone de manifiesto en el exiguo 1,02% que dedicamos al asunto, superando dentro de la Alianza Atlántica en porcentaje sólo al minúsculo Luxemburgo, cuyo papel marginal en el concierto internacional es de sobras conocido.

La necesidad de unas fuerzas armadas homologables con otros estándares es más perentoria si tenemos en cuenta que nuestros vecinos del sur dedican un 3,1% de su PIB al presupuesto militar, comprando a Estados Unidos el material más moderno, y que sus pretensiones sobre Ceuta y Melilla son un hecho conocido que cualquier día podría darnos un disgusto.

Así que actualizar nuestras fuerzas armadas no es ningún lujo ni un derroche, como algunos dicen, sino una absoluta obviedad.

A Contracorriente
Enrique Arias Vega