Enrique Arias Vega: El Instituto Cervantes
España no es el único de los grandes países que tienen una institución para la enseñanza y el fomento de su idioma y de su cultura. Eso lo hacen naciones tan diferentes como Gran Bretaña o China. La primera tiene el British Council, y la segunda, el Instituto Confucio.
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El común denominador de esos centros y de otros parecidos es que potencian el idioma oficial, con exclusión de los demás.
Así, el British Council enseña el inglés y no hace lo mismo con el gaélico, por poner un ejemplo evidente. Si se quiere promocionar la cultura de un país hay que concentrar los esfuerzos en esa tarea sin divagaciones ni distracciones en otras labores que no son las fundacionales.
En España tenemos el Instituto Cervantes, que además del español, tiene entre sus competencias la enseñanza de las demás lenguas cooficiales del Estado, en una dispersión de recursos que nunca serán suficientes para la defensa del idioma español, que representa también a una veintena de países más.
En esta perversión de su credo original, el Instituto Cervantes entra en competencia consigo mismo y con otras instituciones que ya promueven las demás lenguas del Estado.
Pensemos, por ejemplo, en el catalán, con todas las embajadas que tiene la Generalitat, aparte del empeño del Gobierno en promocionar los idiomas regionales en la Unión Europea, por una parte, y en primar a los medios de comunicación que los utilicen y que figura en el proyecto de Ley de Defensa de la Democracia que ha presentado Pedro Sánchez, por otra.
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El Instituto Cervantes se distrae, pues, de su obligación de defender el español común a todos.
Si además consideramos que sirve para promocionar a paniaguados en conferencias y cursos veremos que su perversión aún es mayor. Pero ése es un tema que dejaremos para otro día.