Lo del cainismo español, hay veces que se hace notar mucho. La impunidad del anonimato en redes hace que se desate con fuerza.
Si alguien se ríe de algo o alguien, no faltan vagones para esa locomotora. Sin pararnos a pensar, sin saber muchas veces de qué o de quién nos reímos, no faltan entusiastas del chiste el meme o la seguidilla estúpida. Y es algo que hemos hecho todos en algún momento.
Es algo muy común el desprecio hacia el excepcional por parte de la mayoría mediocre. España no destaca por presumir de sus éxitos, al contrario. Si hay algo que se jalea es el fracaso. Si hay algo que no se perdona es el éxito ajeno. Si hay algo que se eleva y se populariza es la idiotez, la zafiedad y la amoralidad.
Y en esto no hay bandos. Es casi unánime. Da igual quién triunfe, lo que interesa es quién fracasa.
El caso de esta semana es sangrante. Una señorita que ha pasado unas pruebas de órdago, que ha superado a 22.000 personas en el proceso y ha logrado quedar la primera, comete el enorme error de anunciar en redes que la revista Forbes, la ha seleccionado como una de las 100 mujeres más influyentes. ¿El problema? Lo que seguía, “de las más influyentes de España”.
Claro, ¿cómo se les va a ocurrir a los de Forbes que aquí, de los compatriotas que triunfan no tenemos ni idea, y que cuando la tenemos nos dedicamos a despreciarlos?.
La retahíla de comentarios no dejaba lugar a dudas. La gente se sentía ofendida de que una revista señalara (seguramente por pura lógica) que una persona que ha sobresalido tanto sería influyente en su país. Los de Forbes necesitan un corresponsal en España como dios manda.
A la gente en España no les gusta que otros les indiquen quién puede o no influir. El comentario más habitual era ¿Y tú quién eres?
Normal. Aquí sabemos al dedillo quién es Barbie Gaza o Jennifer Hermoso, también seleccionada por Forbes, y no precisamente por su trayectoria deportiva. Pero no solemos interesarnos por quién destaca en su trabajo o con su obra. Eso no nos interesa. Quizá si aparece alguien en el Financial Times, ya si eso, nos ponemos muy patriotas y pistonudos, pero como a alguien se le ocurra presumir, aunque sea un poquito, ¡allá que vamos! Que te coloquen en esa lista de esas influyentes 100 mujeres está bien, y no debería sorprendernos, más allá de ver quien son las otras 99.
El caso no es nada excepcional, esto ocurre constantemente, hoy le ha tocado a la astronauta y mañana seguramente al que descubra una cura para el cáncer si es español.
La pregunta será la misma ¿y usted quién es?. Y no es culpa nuestra no saberlo, en realidad estamos muy desinformados, sobre todo de los logros llevados a cabo por compatriotas. La prensa y demás medios de comunicación ponen buen cuidado en ignorarlos con fuerza. La única excepción es el deporte, pero siempre y cuando mueva masas. Si ganamos la Copa Mundial de voleibol no se enteran ni sus familiares.
Estamos tan acostumbrados a que nos hagan de menos, que cuando no lo hacen, ya lo hacemos nosotros.
Si le preguntas a cualquiera (que no haya llevado una vida de ermitaño) quién era el tal Schindler te lo dirá rápido, por lo de la película. Pero si les preguntas quién fue Ángel Sanz Briz, encontrarás muy poca gente que lo sepa, y eso que también le hicieron una película, pero era española. Es mucho más conocido Schindler que Sanz Briz, y la diferencia es que mientras Schindler salvó (trabajo mediante) a unas 1.200 personas, Sanz Briz salvó a 5.000, alquilando él mismo apartamentos dónde esconderlos hasta poder seriar su pasaporte y ponerlos a salvo en España.
Con estos mimbres no es de extrañar cómo está nuestro país.
Instituciones trufadas de inútiles a los mandos, un Congreso plagado de hooligans, y los dirigentes más mediocres (y algunos muy tontos) que ha dado nuestra historia. Y todo esto, toda esta “medianía” multiplicada por diecisiete. ¿Y qué hacemos nosotros? Reírnos en redes. Ridiculizar, en vez de pedir responsabilidades. Dividirnos en bandos y tragarnos la papilla ideológica que nos ofrezcan, sin rechistar. Y claro, ellos contentísimos, porque saben que si en algún momento en vez de usar las redes para reírnos, se nos ocurriera organizarnos, lo iban a tener muy mal.
Pero saben que lo único que importa en España es el bando, aunque como secretario general tengan a Jack el destripador.
Es curioso cómo dejamos pasar esto y sin embargo no dudamos en meternos unos con otros.
Replanteémonos otra vez el concepto de patriotismo. Estar orgulloso de lo nuestro no engorda, pierdan ustedes cuidado. Y para terminar citaré una frase de uno de los personajes más representativos de la envidia. De la genial película Amadeus.
Terminada su abyecta confesión, Salieri le dice al aire; “mediocres del mundo, ¡yo soy vuestro santo patrón!”















