A tan solo un cruce de la ciudad comienza la destrucción. Lo que les separa es el cauce, luego te adentras en la miseria. La Torre, Paiporta, Picanya, Sedaví, Benetússer, Alfafar, Catarroja, Silla y Massanassa son algunos de los municipios cercanos a la ciudad de Valencia que han sido duramente golpeados por la DANA. Y, mientras en la ciudad la vida sigue, en estos pueblos la vida se ha detenido.
Miles de personas avanzan a pie desde Valencia hasta los pueblos devastados, cargando alimentos, agua, escobas, palas, cubos y recogedores, pero, sobre todo, van cargados de solidaridad. Cada día, la ola de ayuda crece, dejando ver una vez más la empatía y el compromiso solidario que define a los valencianos.
Al adentrarte en estos pueblos, que hasta hace apenas tres días eran el hogar donde generaciones crecieron, se convierten en un completa desolación: el agua y el fango lo cubren todo, los muebles rotos se amontonan, los coches arrastrados por el agua hacen barricadas, las vías del tren quedan totalmente destruidas, y las miradas de la gente, hundidas en el silencio, reflejan una herida que tardará en sanar.
Muchos de ellos lo han perdido todo: seres queridos, amigos, vecinos, sus hogares, sus coches y sus negocios. En un solo instante, los años de esfuerzo se vieron destruidos cuando el agua irrumpió en las calles, arrasando con todo a su paso. Ahora, en esos lugares, prácticamente no queda nada: ni farmacias, ni comercios, ni rastro de lo que alguna vez fue. Cada rincón es testigo de la devastación.
Los ciudadanos agotan todas sus energías en limpiar sus casas y sus calles, intentando cada vez poder volver a una mínima normalidad. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos y de la ayuda de las autoridades para facilitar la labor, la magnitud del caos supera cualquier intento.
“Estamos vivos”
La única sonrisa que se asoma en sus rostros es la que surge al reencontrarse con otros vecinos, tras la incertidumbre de no saber si volverían a verse. Por ello, cuando se ven se alegran, y entre sus desgarradoras conversaciones se escucha “estamos vivos”. En medio del caos, la relación entre ellos se afianza cada vez más, agradecidos unos con otros por las vidas que lograron salvar. Además, la solidaridad entre ellos está presente, y aquellos que no se han visto tan afectados por las inundaciones ofrecen ayuda, limpian y comparten alimento. Un gesto que les permite apoyarse en medio de la adversidad.
Para ellos, este caos les ha permitido ver tanto lo mejor como lo peor de las personas. Según cuentan los afectados, con la llegada de la noche, la escena se vuelve más aterradora: las calles permanecen a oscuras, y algunos aprovechan para saquear comercios y viviendas que, tras el paso de la riada, han quedado expuestas y vulnerables. Una situación que no hace más que profundizar la tragedia para quienes ya han perdido tanto.
“Un día más, es un día menos en esta tragedia”
Sin embargo, estas situaciones no afectan por igual a todos los municipios, ya que algunos se encuentran en condiciones mucho más críticas. Los residentes de estas zonas piden ayuda urgente a las autoridades, pues en algunos casos el acceso a ciertos municipios sigue bloqueado, dejando a personas atrapadas en sus hogares, posiblemente rodeadas de fallecidos y sin acceso a alimentos ni agua.
En este momento, lo esencial es mantenerse unidos, ofrecer apoyo y solidaridad a quienes continúan sufriendo tanto esta tragedia, porque, aunque para algunos la vida continúa, para otros se ha detenido en cuestión de minutos. Y, como dicen muchos de los afectados, “Un día más, es un día menos en esta tragedia”.