España está enferma. Pero no por su gente, ni por su tierra, ni por su historia. España está enferma por sus políticos, por sus instituciones secuestradas, por una élite que lleva décadas saqueando lo que es de todos con una impunidad que insulta.
Hoy el foco está sobre el PSOE, y no sin razón. Los casos se acumulan: los ERE de Andalucía, el caso Koldo, el Tito Berni, Caso Azud, los contratos opacos durante la pandemia, las redes clientelares tejidas con dinero público… La lista es larga, y todavía incompleta.
No se trata de manzanas podridas, sino de un árbol que lleva demasiado tiempo dando frutos amargos.
Pero no olvidamos que ayer fue el PP. Gürtel, Bárcenas, Púnica, Lezo, sobresueldos en sobres, tramas de financiación ilegal, favores a dedo, puertas giratorias. No olvidamos a quienes hicieron de la corrupción una forma de gobernar, y del silencio una política de partido.
Y si no hacemos nada, mañana será otro. Porque esto no es solo una cuestión de siglas. Es una estructura de poder viciada donde muchos políticos, sin importar su color, han confundido el cargo con un privilegio, el Estado con una empresa personal y al pueblo con un rebaño al que manipular cada cuatro años.
Nos tratan como idiotas. Como si no viéramos. Como si no entendiéramos. Como si nos tragáramos sus mentiras, sus giros de guion, sus promesas vacías.
Pero sí vemos, y entendemos y recordamos…
Y también vemos lo que no sale en los titulares:
Hijos de políticos del PSOE que acaban en los bufetes de políticos del PP.
Sobrinos de dirigentes conservadores que recalan en los despachos de sus supuestos adversarios progresistas.
Hermanos, parejas y amigos de ambos partidos compartiendo sociedades, asesorías, cargos intermedios, fundaciones y contratos cruzados.
Mientras discuten en el Parlamento, sellan negocios en restaurantes. Mientras se insultan en público, se tapan en privado.
Porque por encima de sus banderas, lo que los une es el poder.
Lo que los hermana no es la ideología, es el interés y lo que los define es la impunidad con la que actúan.
Recordamos que mientras ellos colocan a los suyos, nuestros médicos se marchan, nuestros profesores se queman y nuestros jóvenes emigran.
Recordamos que mientras ellos blindan sueldos, dietas y escoltas, nosotros sufrimos listas de espera, colapsos en la justicia y salarios de miseria.
Recordamos que mientras ellos pactan en despachos, la calle se hunde entre impuestos asfixiantes, alquileres imposibles y una inseguridad creciente.
Y no es por falta de recursos. Es por falta de vergüenza.
Queremos decirlo claro: la corrupción ya no es un accidente, es el sistema, un sistema en el que el objetivo es saquear España y a los españoles, mantenerse en el poder a cualquier precio y dejar el país arrasado mientras sonríen en ruedas de prensa.
Pero no todo está perdido. Porque los jueces no son vuestros. Los fiscales no son vuestros. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no están para proteger a los corruptos. Están al servicio del pueblo. De la ley. De la verdad.
Y la verdad, tarde o temprano, se abre paso.
Así que a los que hoy se sienten intocables, a los que creen que todo vale, que todo se compra o se tapa, les decimos: ”a todo Cerdán le llega su San Martín”.
Esto no es una carta de resignación, es un grito de hartazgo sí, pero también de dignidad.
Porque España merece mucho más que esta vergüenza.
Y aunque ustedes no lo crean, el pueblo está despertando.