El Cardenal Cañizares pide la renovación de la sociedad porque «la pobreza destruye la dignidad»

El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha presidido hoy, en la Catedral, la eucaristía del Miércoles de Ceniza con la que se inicia el tiempo litúrgico de la Cuaresma

El Cardenal ha manifestado que «la pobreza de un número cada vez más creciente de hermanos nuestros destruye su dignidad de hombres y desfigura la humanidad entera y es una injuria al deber de solidaridad y de justicia. En las horas dolorosas del presente, agravadas por la pandemia, no es suficiente dar de lo superfluo, sino que se han de transformar los comportamientos y los modos de consumo, no conservando sino lo esencial para que todos puedan vivir con dignidad», ha subrayado el Cardenal.

Con motivo del inicio de la Cuaresma hoy, Miércoles de Ceniza, el Arzobispo de Valencia ha presidido la misa en la Catedral, donde las cenizas han sido impuestas sobre la cabeza de los fieles, dejándolas caer, evitando el contacto y el riesgo de contagio, debido a la pandemia.

  • El Arzobispo ha pedido que «hagamos ayunar nuestros deseos de poseer, a veces inmoderados, con el fin de ofrecer a nuestro prójimo aquello de que carece radicalmente.

Es la hora de convertirnos a sentimientos de amor, caridad, solidaridad, a una lógica de fraternidad, a la búsqueda de cuanto nos une a los seres humanos, en definitiva, es hora de convertirnos a la caridad evangélica».

El Cardenal ha señalado que la Cuaresma «es tiempo de conversión, es tiempo de anuncio de Evangelio en obras y palabras, nuestra reconciliación y nuestra paz, la luz y la misericordia divinas en medio de los hombres, la vida eterna y la justicia verdadera, la esperanza y la salvación para todos los necesitados de ella. La humanidad nueva no vendrá de una cuarta revolución industrial, ni de un nuevo orden mundial, vendrá de volver a Jesucristo como único guía al que seguir pues en Él está la Verdad y la Vida, la felicidad sin fin».

El Arzobispo ha invitado a emprender «un camino de conversión y renovación de la Iglesia y de la sociedad, de la humanidad entera» porque «nuestra conversión es el mejor servicio que podemos prestar al mundo, ayudando al mundo a volver a Dios».

También ha destacado que «la Iglesia nos invita a escuchar con más asiduidad, en este tiempo, la palabra de Dios, a dedicarnos con mayor ahínco a la oración, a la penitencia y al ayuno, y a entregarnos a las obras que manifiestan la caridad de Dios. No han perdido vigencia, con las que Dios nos enseña a reconocer y agradecer sus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados, imitando así la generosidad del mismo Dios».

  • «Dios nos apremia a la conversión en una situación en la que poblaciones enteras viven en condiciones de una extrema pobreza que clama al cielo y no puede ser prolongada por más tiempo», ha precisado el Arzobispo.

«Dios nos insta a convertirnos ante tantos sufrimientos, carencias y dificultades que, en el conjunto del planeta, aquejan y desgarran a muchas familias como el paro y las estrecheces económicas, el alcoholismo y la drogadicción, la enfermedad, la pandemia del Covid 19», ha señalado.

Desde el Papa Urbano II

La Delegación de Liturgia explica que en Valencia, en el siglo XI, el papa Urbano II «recomendó la imposición de la ceniza a todos los fieles como signo distintivo de la inauguración de la Cuaresma» como «símbolo del recuerdo de la muerte pero también de la buena noticia del Evangelio». Aunque «en un principio se imponía sólo a los penitentes públicos, que quedaban señalados con este signo de marginación, después se convirtió en símbolo para todos los fieles, con el que nos reconocemos como pecadores».

  • La ceniza «es recomendable que proceda de los ramos de olivo o de otros árboles, bendecidos en el Domingo de Ramos del año anterior».

En este día, el Evangelio «explica las prácticas cuaresmales recomendadas que son la mayor escucha de la Palabra de Dios, la oración, el ayuno y la limosna, concluyendo en una celebración del sacramento de la Penitencia que nos lleve a encontrarnos con la gracia del perdón».