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Sonia Costa: “Es una tragedia que nos ha tocado vivir, pero merecemos un poco más de apoyo, sobre todo del Estado”
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Verónica Sanz: “Nos ha tratado como perros”
Hace un mes que la DANA arrasó pueblos enteros, dejando calles anegadas, hogares sumergidos y negocios enterrados bajo el lodo. Hoy, aunque el barro desaparece poco a poco, las heridas continúan abiertas. Detrás de cada fachada dañada hay una historia que aún pesa sobre quienes intentan recuperar sus vidas.
Pero en medio de la devastación, la vida persiste. Los pequeños negocios, muchos levantados con años de sacrificio, se levantan con esfuerzo y esperanza, intentando devolver a los vecinos y a sí mismos la sensación de hogar. Ahora enfrentan la reconstrucción con una carrera a contrarreloj, luchando contra la burocracia interminable y la falta de recursos, y otros, han dejado caer las persianas para siempre.
Sonia Costa y Verónica Sanz comparten sus historias en este reportaje y reflejan la resiliencia de quienes han decidido seguir adelante, siendo su esfuerzo un recordatorio de que incluso en medio del desastre, siempre hay quienes encuentran la manera de levantarse y avanzar.
Sonia, peluquera de profesión durante toda su vida, decidió hace apenas año y medio abrir su propio negocio en Sedaví, su hogar. La peluquería, ubicada en la Avenida de la Albufera, representaba el sueño de Sonia, pero la DANA lo puso todo en pausa.
Sonia Costa, propietaria de una peluquería en Sedaví
El 29 de octubre, Sonia estaba en casa con su hijo, una circunstancia excepcional, ya que normalmente cierra la peluquería a las 8:30 de la noche. Ese día, la cancelación de sus últimas citas la llevó a cerrar antes de lo habitual. Sin embargo, fue una amiga quien le avisó de la inundación: “Cuando la alarma sonó, el agua ya me llegaba al pecho”, recuerda Sonia.
Una pérdida total
Al día siguiente, Sonia se acercó a su peluquería y lo que encontró fue desolador: el local estaba cubierto de agua y lodo, y la mayoría de los materiales y herramientas de trabajo eran completamente inservibles. “Entré a la peluquería y había cosas de Consum, que el agua había arrastrado hasta dentro. Había tintes del supermercado por el suelo y pensé: ¿Esto qué es? Esto no es mío”, recuerda aún sorprendida.
La pérdida fue total. “Lo perdí todo: sillones, productos, secadores, tijeras… Solo me quedó un carro, y ni siquiera está completo, y los lavacabezas funcionan, aunque estaban completamente cubiertos de barro”, explica.
Empezar de nuevo
Para Sonia, uno de los momentos más difíciles fue desprenderse de las herramientas y materiales que había adquirido con tanto esfuerzo. Durante la limpieza del local, varios voluntarios se ofrecieron a ayudarla, pero cada decisión sobre qué desechar resultaba un golpe emocional.
“Me preguntaban: ‘¿Esto lo puedo tirar?’ y yo me quedaba paralizada, pensando… Al final les decía: ‘Sí, tíralo, eso ahora ya no sirve de nada’”, relata con tristeza. “Es duro verlo todo destruido”, añade.
Sonia no puede ocultar su emoción al hablar de las personas que han contribuido a reconstruir su peluquería, con donaciones de mobiliario y productos esenciales para su trabajo. Durante la entrevista, un gesto inesperado ejemplificó esta solidaridad: una mujer que vino desde Barcelona llegó al local para entregarle tintes, secadores, rizadores y otros materiales. Ambas se abrazaron, y la donante le animó con un mensaje: “Ahora tienes que trabajar duro y salir adelante”.
“Gente desconocida me ha ayudado a través de plataformas en internet, donándome dinero y mobiliario”, explica Sonia, emocionada. Estas muestras de apoyo se han convertido en el motor que la impulsa a continuar.
La falta de apoyo gubernamental, un obstáculo más
Las donaciones recibidas han permitido a Sonia dar los primeros pasos para reconstruir su peluquería y retomar su vida profesional. Sin embargo, denuncia la falta de apoyo gubernamental, un obstáculo que complica su recuperación.
“El gobierno no ha aportado nada. He tenido que pagar de mi bolsillo al cristalero y otros arreglos básicos”, lamenta. Sonia explica que la responsabilidad de los daños ahora recae en el Consorcio de Compensación de Seguros, un organismo estatal que gestiona estos casos, pero cuya lentitud resulta frustrante. “Todo pasa al consorcio porque los seguros ya no lo cubren, pero el consorcio es el Estado, y lo que vemos es desesperante”.
Aunque acepta con resignación la magnitud de la tragedia, insiste en que los afectados necesitan un mayor respaldo para salir adelante. “Es una tragedia que nos ha tocado vivir, pero merecemos un poco más de apoyo, sobre todo del Estado”, concluye.
La solidaridad de Juan Roig: un respiro para Sonia
Además, Sonia destaca el papel crucial que las iniciativas privadas han jugado en su recuperación, en especial la ayuda proporcionada por el empresario Juan Roig. “Me han aprobado una ayuda de Mercadona, la de Juan Roig. Aún no sé cuánto me van a pagar, pero al menos ya tengo una respuesta”, comenta. “Es vergonzoso que antes llegue esa ayuda privada que la del gobierno”, denuncia.
Un nuevo comienzo marcado en el calendario
Tras un mes de esfuerzo para recuperar su negocio, Sonia ya tiene una fecha marcada en el calendario: este sábado reabrirá su peluquería con motivo de una boda. Será su primer día de trabajo desde que la DANA dejó su negocio bajo el agua. “Mis clientes son los que me dan de comer, y no quiero fallarles”, declara.
Sin embargo, también admite lo difícil que ha sido esta experiencia para ella: «Soy joven y tengo fuerzas para seguir luchando, pero hay momentos en los que me siento completamente agotada. Todo esto resulta muy pesado», concluye Sonia.
Verónica Sanz, propietaria de un centro de yoga y de un autoservicio de lavandería en Sedaví
Verónica, propietaria de un centro de yoga en Horno de Alcedo desde hacía tres años y de un autoservicio de lavandería en Sedaví con solo cinco meses en funcionamiento, vio cómo la DANA arrasaba no solo sus negocios, sino también su hogar. Ambas fuentes de ingreso quedaron completamente devastadas. Hoy, además de luchar por la recuperación de uno de sus negocios, se enfrenta a la destrucción de su hogar y a reconstruir su vida desde cero.
El fatídico 29 de octubre, Verónica decidió suspender sus clases de yoga debido al fuerte temporal. Pasó la tarde en casa con su marido, sin imaginar la situación que les venía. Viviendo a pie de calle, entre el huerto y el polígono del Horno de Alcedo, su vivienda comenzó a inundarse hasta que el agua alcanzó un metro sesenta. Refugiados en la terraza de la parte superior de la casa, la pareja pasó toda la noche esperando ayuda de algún vecino, que llegó finalmente al día siguiente a las cinco de la tarde.
Barro y abandono: la calle olvidada
Se quedaron sin nada. Verónica y su marido tuvieron que trasladarse temporalmente a la casa de su hija en Valencia. Desde allí, caminaban diariamente desde Valencia hasta su casa para limpiar. Actualmente, se encuentran viviendo en la playa, donde tienen un apartamento. «Estamos viviendo en una casita de la playa porque no tenemos cocina, baño, ni muebles en nuestro hogar», lamenta.
Verónica, además, ha querido denunciar la falta de atención en su calle, que aún permanece llena de barro. «En el pueblo todo está limpio, pero nuestro callejón está olvidado», añade.
Pero la situación empeora al considerar el trato recibido por la alcaldesa pedánea del Horno de Alcedo. “Nos ha tratado como perros”, afirma, mientras relata cómo han tenido que limpiar todo por su cuenta, sin la ayuda de voluntarios, ya que hasta allí no llegaban.
«Esto no es democracia, es abandono»
La lavandería, abierta apenas cinco meses antes de la inundación, sufrió grandes daños. Allí el agua alcanzó los 80 centímetros. «Tuvimos que cambiar motores, filtros y reparar las máquinas; una labor titánica», explica la propietaria. Además, agradece la ayuda del empresario Juan Roig, ya que sin él no hubiese podido reparar los desperfectos.
“Gracias a los 8.000 euros de ayudas de Roig hemos podido reparar dos lavadoras y dos secadoras, aunque una sigue inoperativa”, explica Verónica.
Además, al igual que Sonia, la propietaria de la peluquería de Sedaví, Verónica también denuncia la falta de ayudas por parte del gobierno. «No hemos recibido ninguna ayuda oficial, y los seguros aún no han dado respuestas», explica, destacando que su casero tampoco le ha perdonado el alquiler.
La familia insiste en que las ayudas deberían haberse entregado de forma inmediata para paliar los daños. «Si Juan Roig puede dar apoyo tan rápido, ¿por qué el gobierno no? Esto no es democracia, es abandono», añade. Además, Verónica ha enfatizado en que “no es cuestión de partidos políticos, es cuestión de humanidad, y cuando pasan este tipo de tragedias, que al menos sean más rápidos en sus respuestas”.
El presente y el futuro de sus negocios
Pese a las dificultades, la lavandería lleva abierta desde hace una semana, y además, con precios solidarios. «Hemos bajado los precios porque sabemos que la gente también necesita lavar su ropa, aunque nadie nos ayuda con nuestros costos fijos», relata.
Sin embargo, Verónica explica que ha descartado por completo volver a reabrir su centro de yoga, ya que por motivos económicos más que evidentes no puede. «Recomponer toda una vida no es fácil», dice la propietaria, quien junto a su esposo afronta días de trabajo intenso intercalados con otros de desánimo.