Como alcalde de Gátova, pocas cosas me generan tanto orgullo como poder representar a un pueblo que encarna los valores de la autenticidad, la tranquilidad y el respeto por la naturaleza. Vivir aquí no es solo habitar un lugar, sino formar parte de una experiencia única, donde la vida recupera su esencia y el día a día adquiere un sentido especial.
Gátova, situado en pleno corazón de la Sierra Calderona, es mucho más que un pueblo: es un refugio donde la naturaleza marca el ritmo de nuestras vidas.
Desde sus senderos que invitan a la introspección hasta sus montañas imponentes que nos recuerdan nuestra conexión con el entorno, este enclave es un oasis para quienes buscan escapar del ajetreo de las grandes ciudades. Aquí no hay prisas, solo el fluir de un tiempo que nos enseña a vivir con calma.
La riqueza natural de Gátova no es solo un espectáculo para la vista, sino también un recordatorio constante de la importancia de cuidar lo que tenemos. Las fuentes de la Fonfría, la Alameda o el Rebollo no solo embellecen nuestro entorno, sino que representan nuestra herencia natural y el compromiso de generaciones enteras por preservar estos espacios. Vivir aquí significa tener el privilegio de despertar cada día rodeado de este entorno único, donde el aire es puro y el cielo estrellado se convierte en un espectáculo nocturno.
Para quienes disfrutan de la actividad al aire libre, Gátova ofrece un sinfín de posibilidades.
Las rutas de senderismo que cruzan la Sierra Calderona no solo son un atractivo turístico, sino también una oportunidad para los locales de reconectar con el paisaje y con nosotros mismos. Es aquí, entre montañas y valles, donde entendemos que el bienestar no está en lo material, sino en la armonía con lo que nos rodea.
Pero si hay algo que realmente define a Gátova, es su gente.
En un mundo cada vez más individualista, nuestra comunidad se mantiene unida por lazos que trascienden generaciones. Las tradiciones, como la Jota Gatovera en honor a la Virgen de la Merced, no son solo eventos folclóricos, sino momentos en los que recordamos quiénes somos y de dónde venimos. En nuestras fiestas, en los encuentros en los bares del pueblo y en los saludos que intercambiamos al cruzarnos en la calle, se refleja un sentido de pertenencia que no se encuentra en ningún otro lugar.
Como alcalde, uno de mis mayores compromisos es preservar esta esencia.
Sabemos que el mundo está cambiando rápidamente, pero en Gátova creemos en el equilibrio entre la modernidad y la tradición. Esto significa avanzar en infraestructuras y servicios para mejorar la calidad de vida de nuestros vecinos, sin perder lo que nos hace únicos.
Vivir en Gátova es redescubrir el valor de lo simple: un paseo al atardecer por nuestras calles empedradas, una conversación tranquila con los vecinos o el sonido de la naturaleza que nos envuelve. Estos pequeños detalles son los que, al final del día, nos hacen sentir que estamos viviendo una vida plena.
Además, es un orgullo saber que cada vez más personas reconocen el privilegio que supone estar aquí. Nuestros alojamientos rurales, como Les Eres de Gátova o Los Molinos, atraen a visitantes que vienen en busca de un respiro del estrés cotidiano.
Muchos de ellos se sorprenden al descubrir que este pequeño pueblo ofrece una paz y una belleza que se quedan grabadas en el corazón.
En Gátova no solo cuidamos de lo que tenemos, sino que también miramos hacia adelante. Queremos seguir siendo un referente de sostenibilidad, fomentando un desarrollo que respete nuestro entorno y nuestras tradiciones. Sabemos que esto no es una tarea fácil, pero estoy convencido de que, como comunidad, somos capaces de enfrentar cualquier desafío.
En definitiva, vivir en Gátova no es solo un privilegio, es también una responsabilidad. Es un lugar que nos enseña a ser mejores, a valorar lo que importa y a construir un futuro sin olvidar nuestras raíces. Y eso, sin duda, es lo que hace de Gátova el mejor lugar para vivir.