No sufran los lectores que ya empiezo negando la mayor.
Pero es que, según el Presidente del Parlamento de Cataluña, Josep Rull, del Partido del cobarde y delincuente Carles Puigdemont, Junts per Catalunya, las fiestas alicantinas de Sant Joan, con su tradición, su historia, su cultura popular y sus hogueras, Sant Joan. Cual si se tratase de las fiestas de “su pueblo”, a este señor se le ha ocurrido felicitar la “Bona Diada Nacional dels Països Catalans”.
Pues se equivoca; pero no porque se crea que Alicante, y Valencia, y Castellón, son suyos, sino porque demuestra chulería, mediocridad, pobreza moral y estupidez mental.
Es un chulo porque se cree un iluminado que puede felicitar una fiesta “a los que considera su sumiso pueblo”, cuando vivimos en una democracia y el único titular de la soberanía es precisamente la ciudadanía; no ese señor, ni nadie.
Es un mediocre porque su única labor política es llevar a los catalanes hacia el enfrentamiento con una Nación, a la que pertenecen, y en la que tienen cabida por derecho, y en plano de igualdad, con todos los demás españoles. Los separatistas son el paradigma de la traición y el parasitismo: quieren destrozar España desde todas las instituciones; también desde el parlamento nacional. Y son unos parásitos porque se aprovechan de todas las regiones de España, para su propio y exclusivo beneficio.
El Sr. Rull es también un político de gran pobreza moral, porque no conoce ni la solidaridad, ni el respeto a la identidad, la singularidad, y la riqueza cultural de los demás, que son orgullo propio y aportación conjunta a la brillantez de España en todas las artes, y en la mejor historia del mundo.
Y además hace gala de una soberana estupidez porque cree en la realidad de los cuentos de hadas, en Alicia en el País de las Maravillas, y en unos “Països Catalans” que ni existen, ni existirán. Aunque Sánchez quiera vender España destripada, por mantenerse un segundo más en el poder, el pueblo español, curtido en ataques, recelos, y traiciones, no lo va a permitir.
Porque el Sr. Rull no conoce a los valencianos. Somos un pueblo entrañable, abierto, solidario, y a veces hasta demasiado permisivo con los abusos que nos infligen; pero cuando se nos hinchan las “botas”, nadie, pero nadie, puede someternos.
Ahora bien, no lo olvidemos… El enemigo de fuera molesta poco o nada; pero el enemigo de dentro, el traidor, es el peor.
Decía Shakespeare que “La traición es el único pecado que no se puede perdonar”, porque del enemigo declarado nada bueno se espera. Pero el que se presenta como amigo traiciona la confianza; algo sagrado.
Esto son los de Compromís, sin duda alguna, que “van de valencianistas”, pero odian a nuestra tierra porque la llevan intentando someter, durante décadas, al feudalismo de los separatistas catalanes. Es muy elocuente la frase del revolucionario mejicano, Emiliano Zapata, en su definición del traidor: “Muchos de ellos, por complacer a tiranos, por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno están traicionando y derramando la sangre de sus hermanos”. Dejaremos de lado el tema de la sangre porque la izquierda tiene la piel muy fina; ellos pueden acusar de todo, y a ellos no se les puede ni soplar. Pero no van a evitar de ninguna manera amordazar la verdad, porque siempre sale a la luz.
A los hechos me remito:
En el año 2015, en unas declaraciones en Perpignan, la Sra. Oltra (otrora Mesías de Compromís), dijo: “En Compromís no usamos la denominación ‘països catalans’ nunca, a no ser en nuestros actos, con amigos”. Y el propio exconseller de Educación, el Sr. Marzá, también de Compromís y actualmente eurodiputado, llamaba a la desobediencia de las leyes y a integrar a la Comunitat en el proceso soberanista catalán.
Este es el verdadero problema: “los lobos con piel de corderos”. Los que van de una cosa y son la contraria. Y no nos llevemos a engaño, pues la cabra tira al monte, y quien ha sido colaborador y cómplice del separatismo, lo sigue siendo. Compromís no es un partido que defienda la Comunidad Valenciana, sino un infiltrado del imperialismo separatista. Lo quieren ocultar, pero no podrán; se lo vamos a recordar todos los días.
Por eso no hace daño quien quiere, sino quien puede. El Sr. Rull puede soñar con un mundo de fábula; allá él. Pero con Compromís, con la traición, no cabe tolerancia alguna, porque no cabe perdón. Tenía razón Dostoievski cuando decía: “Llegará un día en el que la tolerancia será tan grande que se prohibirá pensar a los inteligentes para que no se molesten los imbéciles”.
Pues los valencianos ya estamos hartos de tolerar lo intolerable, porque de imbéciles, nada de nada.