España está envejeciendo. Lo dicen los datos, lo repiten los informes, lo advierten los expertos. Sin embargo, sigue sin estar en el centro del debate político. Mientras se discute sobre todo menos sobre el futuro, el país pierde población activa y las cunas se vacían.
No se trata solo de números, sino de identidad, continuidad y sostenibilidad social. Un país que no se reproduce, que no se plantea siquiera cómo facilitar que sus jóvenes puedan formar una familia, es un país que se encamina hacia el colapso demográfico.
¿Por qué tener hijos se ha convertido en un lujo?
La respuesta no es simple, pero sí clara: se han construido políticas públicas más centradas en lo inmediato que en lo estructural. El acceso a la vivienda, la estabilidad laboral y las ayudas a la maternidad son los tres pilares ausentes de un sistema que no incentiva la vida familiar.
El discurso dominante ha priorizado lo individual sobre lo colectivo, como si formar una familia fuera una decisión exclusivamente privada, sin consecuencias para el conjunto de la sociedad. Se ha relativizado su valor, y con ello, también el valor de la continuidad cultural.
Europa ya reacciona: ¿y España?
En países como Hungría, Polonia o incluso Francia, se han lanzado políticas ambiciosas para revertir la tendencia. Bonificaciones fiscales por hijo, ayudas directas, beneficios laborales para madres y padres… En España, sin embargo, las iniciativas son escasas, descoordinadas y, en ocasiones, ideologizadas.
Defender la natalidad no es imponer un modelo de familia, sino garantizar que quien quiera formar una tenga las condiciones para hacerlo. No es una cruzada moral, sino una necesidad estratégica.
Un reto que va más allá del dinero
El problema es también cultural. Se ha desvalorizado la figura de la maternidad como si fuera una carga o una renuncia, cuando en realidad es una elección tan válida y respetable como cualquier otra. Reconocer esto no es retroceder, sino equilibrar un relato que ha despreciado lo esencial.
Si España quiere sobrevivir como nación cohesionada, con servicios públicos sostenibles y una identidad compartida, necesita recuperar la natalidad como prioridad política y cultural.