Volvió a suceder. Da igual quien gobierne. La presentación del proyecto los Presupuestos Generales del Estado vuelve a olvidar a los trabajadores penitenciarios.
Habrá quien leyendo estas líneas piense que con la pandemia del COVID no es el momento de atender viejas reivindicaciones. A ellos les diré que el mandato constitucional de custodia, reinserción y rehabilitación de las personas privadas de libertad es un pilar fundamental de nuestro Estado de Derecho.
En Prisiones llevamos viviendo una situación de pandemia durante muchos años
Una pandemia de desidia, de abandono, de ninguneo, humillación y desprecio, y de olvido hacia quienes somos el principal sostenimiento de este sistema: los trabajadores penitenciarios.
Está claro que las Prisiones no venden, por mucho que sin ellas no tendríamos seguridad. Así que, seguiremos sin medios de defensa adecuados, sin una formación inicial digna ni una especialización de nuestras funciones, sin carrera profesional ni mejora de empleo y sin equiparación salarial: una humillación persistente que nos hace recordar que por el mismo trabajo, en otra parte del Estado se percibirá un sueldo mayor.
Las promesas electorales de la propia Irene Montero o Pablo Iglesias incumplidas
Esta vez un hecho diferencial nos podría haber hecho albergar alguna esperanza. El primer gobierno de coalición de la historia suponía una “nueva forma” de gobernar. Máxime cuando uno de los partidos de la coalición nos había mostrado un apoyo explícito durante la campaña electoral. Aún recuerdo a Irene Montero con la camiseta de nuestra asociación, a Echenique o al mismísimo Pablo Iglesias prometiendo atender nuestras reivindicaciones durante la campaña. Pero ahora que gobiernan, ya han olvidado sus promesas. El poder genera siempre un estado amnésico con Prisiones. Ya no hay nadie al otro lado. Ya nadie se gira para escucharnos cual estatuas de sal sobre pedestales de la casta contra la que se quería acabar.
Quedaría un último ejercicio de dignidad de nuestra clase política. Generar un consenso de Estado y preocuparse por una vez en 40 años de dotar a Prisiones de la justicia salarial, medios y dignidad. Rescatándolas de la indignidad en que están sumidas. Mucho me temo que es más un deseo que realidad. Veremos qué podemos hacer, pues la resignación no está entre nuestras opciones.