Intentan hacernos olvidar que Europa no siempre fue como la hemos conocido (ahora está mucho peor que en el año 2000) intentan hacernos creer, que aquí “atamos los perros con longanizas” y lo que es aún más grave, se lo hacen creer a medio mundo. De ahí que no pare de entrar gente. Pero la realidad es muy distinta. Actualmente no estamos para dispendios, menos aún para acoger gente.
De continuar así, lo poco (del estado del bienestar) que queda, colapsará.
Mejor nos iría si recordáramos que no hace tanto, en Europa había zonas que nada tenían que envidiar a cualquier suburbio de la Venezuela de hoy en día. Mejor haríamos en recordar cómo vivían los mineros en la Asturias de los años cincuenta o de los mineros británicos tras el cierre masivo de minas en los años ochenta. Y aquí mismo, en la “terreta”, en El Palmar me contaba un señor mayor, que en los años cuarenta, sus padres tenían la única manta disponible y que, para dormir su hermano y él, se tapaban con el abrigo de su padre.
Tendríamos que recordar que no se nos ha regalado nada.
Que lo que tenemos es fruto de nuestro esfuerzo. Fruto de nuestras exigencias y afán de mejora. Que las socorrida frase “vienen a buscar una vida mejor” no se aplica a todo aquel que viola nuestras fronteras de la misma forma. Si bien es cierto que parte de la inmigración viene a trabajar y a contribuir, también es cierto que este tipo de inmigración cada vez es menos habitual y que los que entran, muchas veces, no son precisamente contribuyentes.
¿Debemos cortar a todos por el mismo rasero? Evidentemente no.
Sobre todo, porque no tenemos por qué compartir lo conseguido (o lo poco que queda) con quien muchas veces no lo respeta, ni lo aprecia. Con quien muchas veces abusa, a pesar de haber sido acogido.
No es normal que se admitan familias enteras sin que el solicitante haya contribuido jamás a, por ejemplo, esa sanidad de la que disfrutan sus ancianos padres en nuestro país. Y no es normal porque son cargas. Son cargas para todos, autóctonos e inmigrantes contribuyentes. El lugar que ocupan estas personas es el lugar que deberían ocupar únicamente quienes se esfuerzan y lo sufragan con sus impuestos.
- Es absurdo dejar entrar a millones de personas que no aportan nada y que consumen recursos.
Es como dejar la puerta de tu casa abierta y ver cómo se va llenando de gente que se come tu comida, se pone tu ropa y duerme en tu cama, mientras tú lo pagas todo y no puedes comer, ni vestirte, y tienes que dormir en una silla. Pues esto es lo que acabará ocurriendo en toda Europa si no se pone freno. Por eso debemos recelar de ese supuesto “buenismo” que nos pinta a nosotros de ricachones insolidarios.
No somos ricachones, “haberlos haylos” pero son pocos. La mayoría vivimos de un sueldo, nadie nos regala nada. La mayoría hemos visto cómo durante veinte años nuestras ciudades, barrios y pueblos se han degradado. Cómo los ambulatorios están masificados al igual que los hospitales y los médicos especialistas. La sala de espera de cualquier hospital parece una reunión de la ONU. ¿Es esto sostenible? Por supuesto que no.
Tampoco es lógico, ni mucho menos inteligente. Es una estupidez de dimensiones bíblicas. ¿Por qué entonces se hace? Esa es la gran pregunta.
Mientras la inmigración se controlaba (aunque someramente) lo que entraba era de provecho, tanto para el foráneo como para el autóctono. Pero si no hay ningún tipo de control, lo que ocurre es lo de ahora. Servicios colapsados, depredación de recursos y cada vez más impuestos para cubrir unos servicios cada vez peores, porque el dinero no se destina a mejorarlos. El dinero se destina a mantener a un montón de gente simplemente porque ha entrado en el país. Y no solo eso, además se pueden traer a la familia. Lo que supone educación para sus hijos, sanidad y manutención para todos.
¿Se imagina usted a su primo «Pepe el que emigró a Alemania» llevándose a sus padres e hijos y sin pegar un palo al agua? Por supuesto que no.
Pero llevan décadas de turra y machaque con lo de “pobrecitos que solo buscan una oportunidad” que aquí vivimos muy bien y podemos ser solidarios… Y yo me pregunto ¿por qué? ¿Por qué tengo que ser solidaria? ¿qué me obliga? ¿quién ha votado esto? ¿Quién me ha preguntado si quiero ser solidaria? Nadie.
- Nos han impuesto un modelo de inmigración tan invasivo que ya lo hubiera querido para sí, Gengis Kan.
Es perfecto. Bajo la descalificación de “racista insolidario y mala persona” nos han “acochinado” para que traguemos con todo.
Pero muchos recordamos, y no solo eso, muchos vemos como todo va retrocediendo. No falta mucho para que esa Europa que no era tan próspera vuelva. De hecho, hay cosas que son hoy en día infinitamente peores. En los ochenta un minero se podía comprar una vivienda, hoy en día hay médicos que no pueden permitírselo.
Esa alucinación colectiva que nos mete a todos en el saco de “los ricos” debe desaparecer. Aquí no “atamos a los perros con longanizas.” Hay sitios peores, pero eso no es culpa ni suya ni mía.


















