El municipio de Aldaia, como muchos otros de los pueblos afectados por la DANA, vivió una tarde marcada por el caos y la inesperada riada que anegó calles, hogares y negocios. La tragedia sorprendió a vecinos y empresarios, quienes vieron cómo sus rutinas se transformaban en cuestión de minutos en un escenario demoledor.
Entre las numerosas historias que van surgiendo tras la catástrofe, se encuentra la de Paco Vázquez, dentista desde hace 25 años y propietario de dos clínicas dentales: una en Aldaia y otra en Valencia. En las siguientes líneas, Paco comparte los momentos más críticos de aquella tarde en la que perdió una de sus principales fuentes de ingresos, una tarde que comenzó como cualquier otra pero que acabó convirtiéndose en el apocalipsis. Tras un mes de la DANA, Paco también ha decidido compartir el estado actual de su clínica y las decisiones que marcarán su futuro profesional.
La tarde del 29 de octubre: “una tarde nublada, pero sin lluvia”
«Era una tarde muy nublada, con un viento intenso, pero sin lluvia,» recuerda Paco. Decidió quedarse en la clínica a comer, algo que rara vez hacía, ya que, normalmente, suele salir a comer fuera. Sin embargo, cerca de las ocho de la noche, una multitud congregada frente al túnel que conecta Aldaia y que se encuentra frente a su clínica le llamó la atención. “Me asomé y había gente alrededor del túnel y en ese mismo instante que yo abrí la puerta, oí como un rumor de agua y era el túnel que comenzaba a llenarse de agua”, explica.
El agua comenzó a llegar con fuerza desde el barranco y, en cuestión de minutos, comenzó a inundar las calles, alcanzando la puerta de su consulta. “En diez minutos el agua ya había llegado a la consulta”, narra.
La clínica dental contaba con una compuerta instalada como medida preventiva ante posibles inundaciones, utilizada en ocasiones anteriores para contener pequeñas entradas de agua. Sin embargo, aquella tarde, Paco subestimó la magnitud de la situación e intentó resistir detrás de la compuerta mientras el nivel del agua aumentaba rápidamente.
Paco y sus empleadas quedaron atrapados dentro de la clínica. La presión del agua ya no les dejaba abrir la puerta, pero, finalmente, con mucha fuerza, lograron forzar la puerta y salir al exterior. «En ese momento supe que no había forma de contener más el agua», relata el doctor.
«Desconecté la luz para evitar electrocutarnos, y juntos conseguimos salir a la calle, atravesando corrientes que venían desde algunas calles hasta refugiarnos en casa de una de mis empleadas en Aldaia», relata Vázquez.
La decisión de abandonar la clínica fue crucial. Apenas minutos después, el nivel del agua se disparó, alcanzando una altura de 1,50 metros y sumergiendo casi por completo el interior del establecimiento. “A los 10 o 15 minutos de salir, reventó la cristalera grande de la fachada y el nivel de agua ya empezó a subir mucho, pasó de medio metro a metro y medio”, explica.
“El desastre era mayúsculo”
Tras una noche de insomnio en casa de Raquel, una de sus empleadas, Paco no dejaba de pensar en el estado en que habría quedado su clínica. «Salimos de casa de Raquel a las 6:30 de la mañana para dirigirnos hacia la clínica», recuerda. “No había nadie por la calle, todo estaba oscuro, lleno de barro. Caminábamos chapoteando entre el agua y el barro, mientras nos cruzábamos con coches arrastrados por la corriente”, relata.
El panorama que encontró al llegar a la clínica fue desolador. «El desastre era mayúsculo», explica Paco. La clínica, que durante años había sido fruto de su gran trabajo, estaba completamente derruida: equipos dañados, cristaleras rotas y barro cubriendo todo el suelo y cada rincón.
Sin embargo, una de las primeras tareas que Paco afrontó el primer día tras el desastre fue tapiar la entrada de la clínica, que había quedado vulnerable a posibles saqueos. «Me tocó tapiar la entrada el primer día para evitar saqueos. Había oído que en una oficina cercana ya habían entrado ladrones”, explica. “Aunque no quedaba nada valioso, los equipos de rayos X podían ser peligrosos si alguien intentaba manipularlos, aun estando inservibles”, argumenta.
Sin poder hacer mucho más, Paco se limitó a documentar la magnitud de los daños y asumir que aquel día sería solo el inicio de un largo proceso de recuperación: “No pude hacer nada más ese día. Documenté el desastre y esperé”.
El camino hacia la recuperación de la clínica
La limpieza comenzó dos días después de la inundación. Paco, junto a su familia y amigos y voluntarios que acudieron a Aldaia, dedicaron semanas a quitar el barro y recuperar lo poco que se pudo salvar. «El instrumental de mano fue lo único que se pudo rescatar, aunque esto implica mucho trabajo, ya que cada pieza debe limpiarse individuamente y esterilizar varias veces», explica Paco.
Sin embargo, equipos clave de la clínica dental, como las turbinas, los motores de aspiración y los dispositivos de rayos X, quedaron completamente inservibles. “Las paredes y el suelo necesitan un cambio completo y las cristaleras están todas rotas”, detalla Paco. “Lo más complicado es eso: las paredes, el suelo, todo está afectado por la humedad. Necesitaré picar desde metro y medio hacia abajo, y reemplazar el suelo y renovar completamente las instalaciones”, explica.
Las pérdidas derivadas del desastre ascienden a 130.000 y 140.000 euros aproximadamente, y ahora se enfrenta a un “trabajo enrome”, tal y como explica él. “Monté esta clínica con mucha ilusión. Los primeros días fueron duros, pero ya lo tengo asimilado. Verla en este estado fue horrible, pero no tengo derecho a quejarme viendo lo que muchos otros han perdido”, reflexiona.
“La clínica es parte de mi historia y la de mi familia”
Paco ve en esta clínica un legado familiar. Su abuelo comenzó a trabajar como dentista itinerante en los años 60, estableciendo, finalmente, una base en Aldaia. «Mi abuelo fue el colegiado número 32 de España. En aquella época, los dentistas eran itinerantes. Iban de pueblo en pueblo, atendiendo a los pacientes en salones alquilados. Finalmente, decidió asentarse aquí, en Aldaia.»
Esta conexión familiar con Aldaia llevó a Paco a abrir la clínica en este municipio hace casi ocho años, justo en el bajo del edificio donde su padre también tenía una clínica dental. «Esta clínica es parte de mi historia y la de mi familia. Por eso también quiero volver a verla en pie», explica.
Visión positiva del futuro
A pesar de las dificultades, Paco mantiene el ánimo. Espera reabrir la clínica para finales de febrero o marzo, consciente de que la reconstrucción depende del ritmo de las empresas contratadas, que actualmente se encuentran muy ocupadas.
La presión económica se ha visto aliviada en parte gracias a las ayudas del empresario Juan Roig, quien ha destinado recursos económicos a las pymes afectadas por la DANA. Hasta el momento, esta es la única asistencia que ha recibido la clínica. Paco se encuentra ahora a la espera de la respuesta del Consorcio de Seguros, aunque aún desconoce cuánto tiempo tomará recibir el correspondiente abono.
Paco también destaca el apoyo fundamental de su familia y su equipo. «Ver a mis seres queridos, amigos y colegas ayudarme y motivarme fue un gran impulso emocional. Estos momentos te hacen recordar que no estás solo», expresa con gratitud.
El respaldo de su equipo ha sido igualmente crucial. «Mis higienistas están deseando que volvamos a abrir. Han hecho un esfuerzo extraordinario para continuar trabajando, trasladándose a la clínica de Valencia mientras resolvemos los daños aquí», señala.
Además, con firmeza, Paco concluye: «Lo más importante ahora es mantener el espíritu positivo. No puedo rendirme. Por el momento, seguimos adelante».
Sobre la Clínica Dental del Doctor Vázquez
Clínica en Valencia:
- C/ Quevedo 8 (Puerta 1) 46001 (Valencia)
- De Lunes a miércoles de 10:00 a 14:00 y de 16:30 a 21:00. Viernes de 10:00 a 14:00
- Tl. 96 352 32 97
Clínica en Aldaia:
- Av. Dos de Maig, 6 (Bajo izq.) 46960 Aldaia (Valencia)
- De Lunes a Viernes de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 21:00
- Tl. 96 150 05 11