El CAU firmó este fin de semana una victoria que no se explica solo en el marcador, sino en la resistencia, la fe competitiva y la capacidad de rehacerse cuando el partido parecía escaparse
El Toro, un rival incómodo y disciplinado, silenció al público durante la primera mitad con un despliegue táctico impecable que les permitió marcharse al descanso con un 0-10 que pesaba como una losa. Los valencianos, erráticos e incapaces de romper la defensa mallorquina, apenas pisaron la zona de peligro rival en cuarenta minutos que se hicieron eternos.
Pero los partidos que se recuerdan son los que se remontan. Y la segunda parte fue un ejercicio de carácter. El CAU salió con otra cara, con otra energía y con un instinto competitivo que encendió el campo. Un ensayo temprano devolvió la esperanza y activó una maquinaria que, cuando funciona, se impone por ritmo, contundencia y determinación. El Toro siguió resistiendo, amenazando en cada posesión, obligando a no bajar la guardia ni un segundo.

El conjunto valenciano consigue así su quinta victoria consecutiva
El duelo se convirtió en un pulso de desgaste donde cada metro importaba. Finalmente, el empuje valenciano se impuso y la remontada se consumó con un 14-10 que levantó al público y certificó la quinta victoria consecutiva del equipo. Un triunfo trabajado, sufrido, construido desde el orgullo y la inteligencia táctica en los últimos minutos, cuando cualquier error podía cambiarlo todo. Ante un rival que no concedió nada, el Cau demostró que los grandes equipos no solo ganan: sobreviven, crecen y vencen cuando la presión es máxima.
















