Luisa C. Perosán: Niños y niñas… y cayucos

Escuchando los discursos cursis y lacrimógenos de los políticos, casi parece que estar en contra de la inmigración masiva y descontrolada, te hace ser un ser malvado y un egoísta. La realidad es otra.

La semana pasada tuvimos una performance aleccionadora que ilustra perfectamente la grandísima mentira que es todo este asunto.

Con fotógrafos, prensa (de toda España), policía (que no falte) y la omnipresente mafia de la Cruz Roja, nos prepararon una llegada de patera que pretendía ser patética y lastimosa. ¡Aprende Spielberg! Comparado con esto, La lista de Schindler es una comedia apta para horario infantil.

Vimos como llegaban acinados en una bañera de fibra de vidrio, cuyo motor, ¡oh sorpresa! había desaparecido, un montón de africanos de no se sabe dónde. Una bañera en la que supuestamente habían recorrido cientos de kilómetros y permanecido días o semanas sin agua ni comida. Una bañera donde no cabría ni el patito de goma.

Nos mostraron desde todos los ángulos el patético desembarco.

Hombres fornidos, sanos, sin aspecto de haber pasado ninguna penuria, bajaban tambaleándose, los que tenían dotes de interpretación, o de un salto los que carecían de ellas. Vimos cómo esos sanitarios que casualmente pasaban por allí, los tapaban con mantas térmicas en una playa a pleno sol, y a más de treinta y cinco grados, ¡no vaya a ser que se pongan malitos!.

Vimos esas fotos del policía con el bebé en brazos, cuya madre (si es que lo era) ni siquiera miraba en esa dirección. Eso sí, el poli se hizo unas fotos de lo más molonas para Instagram y además salió en casi toda la prensa del país. Otra foto que ha “rulado” mucho, es la del hercúleo inmigrante que, a pesar de no tenerse en pie y tapado con una manta térmica, no dejaba que el iPhone tocara la arena (no sea que se estropee).

Esto ha dado bastante que hablar porque afortunadamente aún existe gente a la que no le gusta que la tomen por tonta. Sin embargo, existe otro tanto de gente que disfruta siendo idiota. No faltó el mal hilado argumento de que, “el pobre hombre no suelta el móvil porque es su único vínculo con su familia”. Lógico, no cabe la posibilidad de anotar un número.

Dos semanas en el mar y aun se le veía en algunas fotos haciéndose un selfi. Seguramente, la patera tenía un enchufe para cargar el móvil.

Volviendo a esa “madre” que en absoluto parecía desnutrida, lo que sí parecía era bastante tranquila y distraída. Las quemaduras que tenían algunos de ellos no tenían pinta de ser por el sol, el astro rey no suele ser selectivo, y si te quema, lo hace a conciencia, en toda la superficie a su alcance.

Solo eché en falta una cosa en toda esta puesta en escena y esto era esas chicas de la Cruz Roja, ejecutando voluptuosos bailes para alegrarles el día tras la travesía. Todo un número de circo, destinado a conmover a la gente para que acepte lo inaceptable. Una trola. Es evidente que llegaron en barco, es evidente que alguien les cobró un pasaje, un pasaje a la tierra de los tontos, donde serán mantenidos.

Llegaron en un barco y no pasaron más de dos horas en la patera. Lo justo para llegar a la costa.

Llevaban días atrás largándonos discursos infumables, hablando de esos pobres niños y niñas, que llegan hambrientos y desesperados a nuestras costas, huyendo de la guerra y la miseria. Y la realidad es, que la inmensa mayoría son adultos jóvenes, fornidos y sin pinta de haber pasado hambre. Lo cierto es que no llegan niñas, bien porque no las tienen en stock, como parece que pasa con los veinte añeros, o bien porque a estas, desde el puerto, no las meten en ninguna patera. Se diría que más bien van directas a la bodega del barco de la ONG, y de ahí, van directas a una rotonda, o a un local con lucecitas.

Llevan años construyendo albergues o metiendo en hoteles de lujo a todo marroquí del que se deshacen sus padres para que aquí lo mantengamos.

Jóvenes sin preparación y sin ningunas ganas de trabajar, gente que se dedica mayormente a holgazanear en parques y a delinquir. Gente que incluso hoy lo han anunciado, tienen la carrera gratis si les da por estudiar en la universidad internacional de Valencia. No como tus hijos a los que tendrás que pagársela con tu esfuerzo. Aunque esto es más bien un brindis al sol, porque viven de subsidios. ¿Para qué estudiar una carrera y trabajar?. Basta con que su “amego” Abdul, les haga un contrato de pega en la frutería que tiene montada para tal fin. A partir de ahí irá encadenando ayudas y subsidios que pagamos todos.

En Guardamar del Segura están disfrutando de estos “niños” de lo lindo.

Agresiones, robos, peleas, tocamientos a mujeres (que irán a más) y todo tipo de desmanes. Es lo que trae consigo, esa dosis letal de multiculturalidad con la que nuestros políticos nos están obsequiando. Y es así porque es un gran negocio. Un negocio fomentado y protegido. Un negocio de trata de personas. Un negocio con un efecto llamada del que únicamente son responsables nuestros políticos. Un negocio que va a dejar Europa convertida en el tercer mundo en poco menos de veinte años. Un negocio parasitario que acabará con el ya maltrecho estado del bien estar, un negocio de cuyas terribles consecuencias aún no somos totalmente conscientes.